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Óscar de la Borbolla

30/07/2018 - 12:00 am

Cómo resolver problemas

La escalera muestra la forma analítica de acometer un problema y también ilustra que lo problemático de ciertos problemas es su complejidad y, por eso, mientras más complejos sean más peldaños deberá tener la escalera: lo que no podemos solucionar entero lo resolvemos por partes.

El fuego no resuelve el problema pero acaba con él. Foto: Especial

Los problemas son como morir: lo más común y corriente, lo que ha ocurrido desde que surgió la especie humana y, sin embargo, cuando nos atañen se nos presentan como si fuera la primera vez que aparecieran en la historia; los problemas (se entiende los míos) son únicos, inéditos, insuperables. La verdad es que todos los problemas son como el Metro Pino Suárez en hora pico y no hay, por muy especiales que a cada quien le parezcan los suyos, ninguna novedad en ellos. Igual pasa con la muerte que es, literalmente, el peor de los lugares comunes.

Por ello, no será desatinado echar mano de los recursos técnicos más antiguos que existen para encontrar unas pistas que nos ayuden a clasificar los problemas y a resolverlos. Quizás antes de la aparición del hombre ya había “escaleras”, pues aunque no fueran escaleras propiamente dichas, nuestros ancestros trepaban por las ramas de los árboles usándolas como peldaños. La escalera es un medio de resolver por partes lo que no puede resolverse entero: ahí está el peñasco o la montaña y el compás de mis piernas no es suficiente para, de una zancada, llegar a la cima. ¿Cómo resuelvo el problema? Por partes: la altura inalcanzable la convierto en pequeñas alturas, la del peralte de cada peldaño.

La escalera muestra la forma analítica de acometer un problema y también ilustra que lo problemático de ciertos problemas es su complejidad y, por eso, mientras más complejos sean más peldaños deberá tener la escalera, lo que no podemos solucionar entero lo resolvemos por partes.

Pero no todos los problemas únicamente son complejos, no para todos basta la escalera; los hay también “pesados” o cuya problemática se debe al sitio donde se presentan: lo que está mal en un lugar puede estar bien en otro. Y por ello, para moverlos, para cambiarlos de contexto, para resolverlos hace falta echar mano de otro de los inventos del pasado: la rueda (de la rueda he hablado muchas veces, mi pensamiento siempre vuelve a la rueda). Y es que la esencia de la rueda lo que muestra es la inestabilidad: todo lo que existe se apoya en muchos puntos, es estable, ahí se queda; la rueda, en cambio, sólo se apoya en un punto y de ahí su inestabilidad: lo que le permite a la rueda que ruede. Existen problemas a los que hay que cambiar de sitio; que resulta muy pesado sobrellevarlos, para éstos, la rueda: buscar su punto de inestabilidad para cargar con ellos y moverlos.

Pero hay, además, problemas que son literalmente irresolubles, que su problemática no depende de su complejidad ni del sitio que ocupan en un contexto, porque en cualquier punto al que pueda movérseles o por más que se desmenucen y se avance por partes, con ellos no se puede. Es difícil identificar los problemas imposibles y uno tarda años en comprender su radical insolubilidad. Para estos problemas que jamás se remedian también está uno de los más viejos inventos: el fuego, cuya esencia aniquilante es como la espada de Alejandro que de un tajo deshizo el Nudo Gordiano. El fuego no resuelve el problema pero acaba con él.

@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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