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Alejandro Calvillo

10/03/2020 - 12:00 am

CONCAMIN y el CCE, los “negacionistas”

Para quienes desde hace años hemos venido promoviendo la implementación de las políticas recomendadas para combatir la obesidad nos ha quedado claro que, entre las agrupaciones empresariales, destaca la postura de Conméxico, por su oposición total a cualquier tipo de regulación. Esta oposición se ha mantenido a pesar de las declaradas emergencias epidemiológicas de obesidad y diabetes, y a pesar de la creciente y muy abundante evidencia sobre el alto consumo de productos ultraprocesados y bebidas azucaradas y el daño que esto ha provocado en la salud de los mexicanos.

Una mujer observa la variedad de refrescos dentro de una tienda. Foto: Cuartoscuro.

Para quienes desde hace años hemos venido promoviendo la implementación de las políticas recomendadas para combatir la obesidad nos ha quedado claro que, entre las agrupaciones empresariales, destaca la postura de Conméxico, por su oposición total a cualquier tipo de regulación. Esta oposición se ha mantenido a pesar de las declaradas emergencias epidemiológicas de obesidad y diabetes, y a pesar de la creciente y muy abundante evidencia sobre el alto consumo de productos ultraprocesados y bebidas azucaradas y el daño que esto ha provocado en la salud de los mexicanos.

CONCAMIN y CCE repiten los dictados de ConMéxico una y otra vez, entre ellos destaca: el problema es la comida de la calle, las garnachas. La lámina anterior muestra el porcentaje de la población mexicana que consume una serie de alimentos y bebidas no recomendables. Si uno se refiere a la ingesta calórica, la responsabilidad es aún mayor de los llamados alimentos ultraprocesados y las bebidas azucaradas. En promedio, alrededor del 30% de las calorías de los mexicanos vienen de estos productos, esto significa que más de 600 calorías diarias, que en su mayoría son calorías extras, ya que estos productos, en especial las bebidas, no generan saciedad y, al contrario, provocan un mayor consumo.

En corto, a lo largo de estos años, y con mayor frecuencia en los últimos, representantes de diversas empresas han comentado que no están de acuerdo con las posturas de este organismo liderado por Jaime Zabludovsky. Al parecer, las posturas de este organismo, en la mayor parte de las ocasiones, responden al radicalismo encabezado por Coca Cola-FEMSA y no a un consenso construido con todas las empresas. De hecho, si no fuera así, otra sería la historia en relación al viejo y al nuevo etiquetado.

Para nadie que ha seguido estos temas es un secreto que ConMéxico llegó al proceso de la norma de etiquetado bastante aislado frente a los representantes de otras asociaciones empresariales. ConMéxico carga con su fama de no negociación, de imposición. Carga con la responsabilidad de haber establecido, con el apoyo total de la COFEPRIS y la Secretaría de Salud, el etiquetado frontal que tenemos desde 2014 y que desde 2010 introdujo Coca Cola. Un etiquetado promovido por la propia industria, aprobado sin que ni siquiera se hiciera un grupo de trabajo, sin probarlo entre la población mexicana, sin consultar a la academia ni a los institutos de salud. Todo un pasado del que no se quiere hablar.

No se quiere hablar de la oposición que estas corporaciones y las asociaciones que las representan realizaron, durante gran parte de 2010, contra la regulación que prohibía la venta de comida chatarra en las escuelas; no se habla de su oposición a las recomendaciones de la Jarra del Buen Beber que estableció que no se deberían tomar bebidas azucaradas; no se habla de su contubernio con COFEPRIS para hacer una regulación a modo de la publicidad dirigida a niños de alimentos y bebidas no saludables; tampoco de su contubernio, junto con las televisoras, con la Secretaría de Gobernación, para que el horario para niños en televisión se redujera de 8 pm a 4 pm y pudieran publicitar lo que quisieran.

No quieren hablar del sexenio pasado en el que tuvieron toda la complicidad de las autoridades, hasta crearon con la Secretaría de Salud un organismo para vigilar las políticas contra la obesidad – el OMENT – del que excluyeron a los institutos de salud y en el cual ocuparon más del 50% de los asientos.

¿Qué autoridad moral tienen para decirle a la población que quieren un etiquetado que realmente les informe? ¿Que se preocupan por los consumidores? ¿Que quieren que hagan elecciones saludables? Llevamos cientos y cientos de radiografías de sus productos para mostrar como engañan una y otra vez a los consumidores, cómo manipulan con sus estrategias de mercadeo a los niños, como ocultan el azúcar añadido, cómo ponen un 3 o 5% de un ingrediente a un producto y lo venden como si fuera su ingrediente principal, cómo han alterado los hábitos de alimentación de la población mexicana llevándola a una situación catastrófica

Ahora resulta que reclaman que no se les tomó en cuenta para el nuevo etiquetado, después de reuniones del grupo de trabajo entre agosto de 2019 y enero de 2020 en las que tenían una alta participación, después de existir actas firmadas con consensos en más de 98% de los numerales de la nueva norma, después de más de 100 horas en sesiones.

Desde hace tiempo la industria, ConMéxico, quiso bloquear el etiquetado de advertencia. En septiembre de 2018, se dio a conocer una propuesta de anexo al T-MEC que establecía la prohibición de desarrollar etiquetados frontales de advertencia en los tres países. Al filtrarse este documento firmado por el representante de Estados Unidos en las negociaciones, se comentó que había sido promovido, justamente, por Jaime Zabludovsky de ConMéxico. Su publicaciónen el New York Times desató la oposición de la representación de Canadá en las negociaciones, país que tenía ya en consulta pública un etiquetado frontal de advertencia. También, miembros del Congreso de Estados Unidos, en audiencia pública, le reclamaron la existencia de este anexo al representante estadounidense en las negociaciones, manifestándole su rechazo. Es decir, mientras en Canadá y Estados Unidos se reconocía este anexo y sus intenciones, en México, la Secretaría de Economía, a través de un comunicado, afirmaba que el anexo no existía. Por su parte, el entonces Secretario de Salud, el Dr. Narro, reclamaba a los directores de institutos de salud haber firmado un desplegado público contra el anexo, afirmándoles que no existía tal anexo, que estaban haciendo el ridículo. A ese grado llegaban los contubernios entre autoridades del gobierno de Peña y la industria.

Fue claro, la Secretaría de Economía de Peña Nieto apoyaba la postura del anexo en contubernio con ConMéxico. No era la primera vez que lo hacía, existe documentación para probar que ya había enviado comentarios a Ecuador contra su etiquetado, que había sido muy activa la representación de esta secretaría en la Organización Mundial de Comercio (OMC) pronunciándose contra el etiquetado chileno, primero, y contra el peruano, después. El alineamiento de la Secretaría de Economía no sólo se daba con esta industria para defenderla internacionalmente, también con la tabacalera, para oponerse en la misma OMC contra el etiquetado genérico que comenzó a implementarse en Australia y después en otros países.

La posición, que podemos llamar “negacionista”, de ConMéxico contra las regulaciones, ha afectado el posicionamiento del conjunto del sector empresarial. ConMéxico no sólo se opuso a otros tipos de etiquetados frontales que algunas corporaciones estaban dispuestas a aceptar, se aferró al etiquetado que ya había impuesto desde 2014, defendiéndolo. En los hechos, lo que la industria llama su propuesta de etiquetado, es la propuesta que “elaboró” ConMéxico y que no es más que un refrito improvisado y mal hecho del etiquetado que tenemos en los productos. Es así que, lo que la industria refiere como su propuesta de etiquetado frontal no es más que un refrito del existente que ha sido ampliamente rechazado con evidencia nacional e internacional por ser incomprensible, incluso para poblaciones con mucho mayor nivel educativo, como la alemana.

En el proceso de discusión del preproyecto de modificación de la norma de etiquetado se avanzó con la industria en varios acuerdos que quedaron plasmados en la versión que fue publicada en el Diario Oficial y llevada a consulta pública. En esa etapa, la industria logró varias modificaciones importantes.  Sin embargo, en la etapa final de la discusión, cuando los representantes de la industria pudieron haber llegado a otros acuerdos que venían buscando, las instrucciones que llegaron de fuera fueron en el sentido de “no acordar”, “no negociar”. Estas instrucciones, sin duda, tenían la huella de ConMéxico. Esta postura “negacionista”, de bloqueo, de permanente imposición, le ha tenido un alto costo a quienes estaban dispuestos a avanzar.

El CCE y CONCAMIN, en respuesta a la resolución de un Tribunal Colegiado que revocó por unanimidad la suspensión provisional que le había otorgado una jueza a la propia CONCAMIN para evitar la publicación de la modificación de la norma de etiquetado, señala que seguirán utilizando todas las herramientas legales para impedir su publicación. Van con todo, como fueron contra los lineamientos para alimentos y bebidas en las escuelas.

Entre los argumentos que presentan estas agrupaciones empresariales está el dicho de que su propuesta de etiquetado no fue atendida. Fue presentada y era insostenible. Su propia presentación, podemos decir, era impresentable, con errores que no pueden aceptarse a un organismo empresarial que agrupa a empresas que facturan billones de pesos anualmente, no sería aceptable ni a un estudiante universitario. De lo anterior existe documentación.

Lo anterior ocurrió por la imposición de una postura de no acceder a nada, de bloquear todo. Algo con lo que no estaban de acuerdo algunos o muchos, no lo sé, pero perdieron una oportunidad.

Alejandro Calvillo
Sociólogo con estudios en filosofía (Universidad de Barcelona) y en medio ambiente y desarrollo sustentable (El Colegio de México). Director de El Poder del Consumidor. Formó parte del grupo fundador de Greenpeace México donde laboró en total 12 años, cinco como director ejecutivo, trabajando temas de contaminación atmosférica y cambio climático. Es miembro de la Comisión de Obesidad de la revista The Lancet. Forma parte del consejo editorial de World Obesity organo de la World Publich Health Nutrition Association. Reconocido por la organización internacional Ashoka como emprendedor social. Ha sido invitado a colaborar con la Organización Panamericana de la Salud dentro del grupo de expertos para la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia. Ha participado como ponente en conferencias organizadas por los ministerios de salud de Puerto Rico, El Salvador, Ecuador, Chile, así como por el Congreso de Perú. el foro Internacional EAT, la Obesity Society, entre otros.

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