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Hilda García

28/09/2012 - 12:01 am

Adictos a la guerra contra las drogas

“Exijo a las Naciones Unidas que no sólo participe, sino que encabece una discusión a la altura del siglo XXI, sin prejuicios, y nos lleve a todos a encontrar soluciones con enfoques nuevos y eficaces”, dijo el presidente Felipe Calderón, ante la Asamblea General de la ONU durante esta semana que termina. En la que […]

“Exijo a las Naciones Unidas que no sólo participe, sino que encabece una discusión a la altura del siglo XXI, sin prejuicios, y nos lleve a todos a encontrar soluciones con enfoques nuevos y eficaces”, dijo el presidente Felipe Calderón, ante la Asamblea General de la ONU durante esta semana que termina.

En la que fue su última participación como Mandatario ante el foro de las Naciones Unidas, pidió que el organismo internacional haga una evaluación de los “límites” de la lucha antidrogas y busque alternativas viables para enfrentar el narcotráfico que mata a miles de personas al año en América Latina.

“Propongo formalmente que las Naciones Unidas se comprometa en el tema, que haga una valoración profunda de los alcances y de los límites del actual enfoque prohibicionista en materia de drogas”, declaró Calderón. “Eso no implica que se deba bajar la guardia. No vamos a ceder ni un milímetro a las organizaciones criminales”.

“El balance debe examinar con honestidad cuáles pueden ser esas alternativas. Explorar específicamente alternativas regulatorias o de mercado, que nos permitan saber si son verdaderas alternativas”, manifestó Calderón.

Una vez más se cuidó de no usar la palabra guerra… una vez más se cuidó de externar que el tema es de los de afuera y de los principales consumidores que han generado el tan jugoso mercado. Y el cual, según su alocución podría analizarse hasta para su regulación. Sin embargo, no aparece la palabra guerra; esto podría causar una baja tanto del turismo como de las inversiones. Eso sí, no bajaría el número de víctimas.  Ese sigue creciendo.

Incluso en el 2011 cuando se publicó el reporte de Humans Rights Watch (HRW) que determinaba como un fracaso la “guerra” de Calderón contra las drogas, el debate se descalificó porque en realidad en México no se había nunca declarado una guerra. El mismo tecnicismo que nos podría llevar a dar carpetazo también a las denuncias hechas en contra de Calderón por el tema de los más de 70 mil muertos durante su administración a causa de la SHHHH… no digan, Guerra.

Pero ojo, nuestro principal socio para el combate contra el narcotráfico, tampoco usa la palabra guerra. El presidente Barack Obama se cuida de no usar la palabra cuando se refiere al tema del combate contra las drogas. No lo hace en ningún discurso, y tampoco lo hace ninguno de sus funcionarios.

Estados Unidos ya tiene abiertos varios frentes. Siria, Afganistán, Irak… ¿Para qué hablar entonces de una guerra con México? ¿De una guerra que ya se siente en Arizona y Texas? Aparecen muertos y autos quemados. También hay secuestros. No es gratuito que la prácticamente racista Ley SB1070 la quieran justificar con los visos de violencia que para la gobernadora Jan Brewer representan los migrantes, en particular los mexicanos.

Siendo así la cuestión… ¿Interesa o no el tema de combatir el tráfico contra las drogas? El negocio no sólo de las drogas, sino incluso el de la defensa del país o de los intereses se ha convertido también en otra función redituable.

De acuerdo con un reportaje publicado por The Washington Post, ocho de las doce armerías que están en Texas son las mayores proveedoras de armas para las bandas mexicanas. Otras tres están en Arizona y más en California.

Según el mismo texto, en Texas hay 3 mil 800 armerías, 300 de ellas tan sólo en Houston. Según el Post, en los últimos cuatro años las autoridades mexicanas y estadounidenses han rastreado más de 60 mil armas empleadas en la violencia en México a unas 7 mil 500 armerías a lo largo de la frontera de ambos países.

Y falta aún agregar las armas que el mismo Gobierno de Estados Unidos, a través de acciones y operativos fallidos de la DEA le conceden a los grupos delictivos. No se olviden de Rápido y Furioso o de Receptor Abierto.

De la misma manera, autoridades de Illinois consideran que el 50% del mercado de la mariguana en Chicago está controlado por “El Chapo” Guzmán, el hombre más perseguido por el FBI en el mundo. También el más buscado en México. Pero mientras que cuando fue el turno de Osama Bin Laden, Estados Unidos sí mantenía una guerra en contra de Al Qaeda y de Afganistán y se justificó una invasión contra Irak, en el caso de la persecución de “El Chapo” y de los capos de la droga no se denominan una guerra.

En junio de este año, cerca de la Universidad de Columbia en Nueva York, adentro de un BMW aparecieron tres ejecutados. La nota se difundió en todos los medios. Nadie habló de guerra, ni entre cárteles ni entre el gobierno y los capos. Simplemente de ajuste de cuentas y que se abriría una investigación para determinar la muerte de los tres hispanos fallecidos. Se detuvo a otro hispano del homicidio. No se dijo más.

Así que ni para el gobierno mexicano, ni para el de Estados Unidos se libra una guerra. Aún cuando se habla de bajas, de muertos, de colgados, de desaparecidos, ejecutados, calcinados.  Todos ellos, se dice, como resultado de la lucha contra el tráfico de drogas, todos ellos por librar mercados. No porque en realidad haya dos fuerzas, las de quienes quieren abrir y mantener mercados, contra los que quieren cerrarlos, o porque consideran que generan daños físicos, mentales o sociales o simplemente porque se quedaron fuera de la industria. Esto nos recuerda como primero estaba prohibido el té y luego el licor. Ahora, nadie habla de ello.

De acuerdo con el director de cine Eugene Jarecki, Estados Unidos se ha vuelto adicto a la guerra contra las drogas al interior y al exterior del país. Jarecki sostiene que esta guerra comenzó hace 40 años y se han gastado un millardo de dólares en detener gente.

A través de su premiado documental en el festival de cine Sundance “The house I live in”, el también codirector de Freakonomics señala que “se necesita un diálogo en el país (Estados Unidos) que entienda que las drogas tienen un sentido de salud y no un tema de justicia criminal que degrada cada vez más a la población”.

La violencia de la guerra contra las drogas encierra también un interés económico.  No sólo de quienes producen y venden la droga, sino de quienes ofrecen seguridad, combaten el consumo y operan el sistema penal.

Pareciera que al igual que Harry Potter evitaba decir Voldemor para que no le doliera la cicatriz generada por el asesino de sus padres, los gobiernos de Obama y de Calderón rechazaron usar la palabra Guerra. De esta manera es tan sólo un problema de muchos, y si a eso le añadimos no dar el número de muertos y desaparecidos, pues entonces no pasó nada. Y “El Chapo” tampoco fue detenido, no por unos, ni por los otros.

Se termina el sexenio de Calderón, veremos qué pasa con el dúo formado por Enrique Peña Nieto y quien llegue a la presidencia de Estados Unidos, que según las encuestas será nuevamente Obama. Y bueno, él tampoco usa la palabra recesión. Así que la economía sigue su curso a pesar de las cifras del desempleo y de la gente que ha perdido sus casas por no poder pagar las hipotecas.

Es muy fácil gobernar y ganar premios Nobel de la Paz cuando todavía ni se muestra si se cumplieron las promesas de campaña o ser considerados pacifistas sin demostrar que realmente en nuestros gobiernos se ha instalado toda una adicción a la Guerra contra las drogas.

Hilda García
Estudio Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México, obtuvo el grado de Maestría en la Univ. de Miami con el tema de los “Weblogs y la mediamorfosis periodística”.

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