Primero, una estampa. El domingo pasado hubo una buena entrada en la Plaza México. Buena concurrencia y buen ambiente (no hubo toros, pero eso es otra historia). En tan agradable tarde, alguien del público gritó: “¡Viva López Obrador!”. La rechifla fue, por decir lo menos, además de nada amorosa, contundente. AMLO está lejos de conquistar ese imperfecto parámetro de la clase media que es la plaza de toros.
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A Jesús Ortega no le gusta Andrés Manuel López Obrador. No le gustaba hace unos meses, no le gustaba hace unos días y no le gusta hoy, cuando el tabasqueño es ya, en los hechos, candidato del PRD, y organizaciones satélites, a la Presidencia de la República.
No le gusta y lo dice a quien quiera escucharlo. Por ejemplo, a propósito de la entrevista que AMLO dio al portal ANDPolítico, el 7 de noviembre Ortega comentó en su cuenta de Twitter:
“@jesusortegam: AMLO en @adnpolitico: Más justos o sea más cristianos, punto!” ¿La cuarta República o la segunda teocracia”.
“@jesusortegam: AMLO: más humanos… o sea más cristianos, punto! Y Benito Juárez, y las leyes de reforma y el Estado Laico?”
Lo de Ortega no fue calentura en las redes sociales. Consumada la elección mediante las encuestas y gracias a la declinación de Marcelo Ebrard, el chucho mayor planteó en un documento el 15 de noviembre: “Con determinación he expresado pública y abiertamente, el desacuerdo con aquellas visiones políticas autoritarias, basadas en el rencor y en la confrontación estéril”. En el mismo comunicado anuncia sin embargo que “apoyaremos el proyecto y la candidatura de las izquierdas para el 2012, manteniendo nuestro derecho a la discrepancia, a ejercer plenamente nuestra libertad de expresión y a continuar proponiendo lo que consideramos es benéfico para el progreso del país y de las y los mexicanos”.
Pasan los días y Ortega sigue con el mismo discurso. El fin de semana le dijo lo siguiente a Fernando del Collado, en Tragaluz, de Milenio:
¿Qué quiso anunciarnos al advertirnos de las visiones políticas autoritarias?
Que a México no le conviene ningún Presidente con signos autoritarios.
¿Eso tiene nombre y apellidos?
Sí. Por ejemplo, Enrique Peña Nieto puede ser un Presidente con signo autoritario. Y Andrés Manuel López Obrador sería bueno que se despojara de cualquier signo autoritario. Así gustaría más a la gente.
¿No dicen que ése fue el error de 2006?
Fue un error despreciar la estructura del PRD. Espero que ahora no se tropiecen con la misma piedra.
En el Estado de México están más que contentos, ¿no?
Sí, hicieron fiesta, porque yo creo que Marcelo Ebrard era el que podía ganar la Presidencia de la República.
Y así como quiere burlar la ley AMLO, ¿pensará gobernar?
Me parece que es una torpeza pretender una argucia para burlar la ley. No debe de haber patiños.
Mucho se ha hablado de la manera en que Marcelo podría capitalizar su renuncia a disputar la candidatura a Andrés Manuel. Pero precisamente porque esas supuestas ganancias serán condicionadas por lo que haga, y deje de hacer, el tabasqueño de aquí al primero de julio de 2012 conviene revisar lo que Jesús Ortega, y los suyos, tendrán que hacer, negociar, transar, tragar, tolerar, con ese incómodo capitán llamado AMLO.
¿El propósito de enmienda de López Obrador sobre los errores de la campaña pasada incluye no menospreciar a la mayor corriente del PRD? ¿Cómo va a compatibilizar el tabasqueño la exigencia de Ortega de que se les permita participar de manera crítica? La declinación de Marcelo no disipa esos nubarrones. Peor aún, el gesto del jefe de gobierno es visto por sectores duros del lopezobradorismo como una señal de debilidad de los chuchos, vulnerabilidad que desde ese punto de vista habría de aprovecharse.
Los agravios no vienen sólo de lo que ocurrió hace seis años. En 1999 y en 2009 López Obrador trató de impedir que Ortega fuera presidente del partido. Hace dos años, cuando el aguascalentense le pidió una explicación sobre su preferencia por Alejandro Encinas, el tabasqueño le mandó decir que no tenía tiempo para darle argumentos.
Por el momento, el gesto de Marcelo le sirve sólo a él. ¿Qué tanto están dispuestos a ceder Jesús y Andrés Manuel para que la campaña no se desviele antes de arrancar? Las heridas de la relación entre ambos son muy profundas, y el discurso amoroso de López Obrador no va a hacer que Ortega olvide agravios del pasado. El aspirante presidencial perredista deberá invertir tanto en la reconciliación con votantes que en el pasado ahuyentó, como con líderes del partido a los que desde hace mucho desdeña.
PD. También es necesario apuntar que si Ortega hubiera tenido tanto reparo con las “visiones políticas autoritarias” lo más seguro es que no habría elegido al priísta Ángel Aguirre Rivero como el candidato de la izquierda al gobierno de Guerrero. Digo, por aquello de la congruencia.




