Los dos momentos femeninos del Rómulo Gallegos

José Luis Franco

04/08/2013 - 12:01 am

El 2 de agosto de 1997 me dieron unas instrucciones bastante precisas para llegar, en Caracas, a la casa de Rómulo Gallegos: tomas el Metro, te bajas en la estación Altamira, buscas la plaza donde está el obelisco, te paras frente a él y tomas la avenida Luis Roche, la del lado derecho de la plaza y subes con rumbo al Ávila dos o tres  cuadras, son grandes ¿eh?, y en la  esquina encontrarás la Quinta Sonia, esa es la Casa de Rómulo Gallegos. Los venezolanos tienen la tierna costumbre de bautizar sus casas con nombres de sus seres queridos, además de llamarlas como si fuera una finca en el campo: quinta, de tal manera que la Quinta Sonia fue llamada así por la hija del punta de lanza del boom Latinoamericano. Llegué sin dificultades al sitio, a festejar su 113 aniversario con la entrega del Premio que lleva su nombre a Ángeles Mastretta, primera mujer en la lista.

El Premio “Rómulo Gallegos” de Novela es el cuarto en importancia que se entrega en lengua hispana, después del Cervantes, el Príncipe de Asturias, que se otorgan en España y el Premio de Literatura en Letras Romances, que se da en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que con todo y merequetengue entre directivos de FIL y familiares del escritor, seguimos nombrando como Juan Rulfo.

Fue creado cuando el autor de Doña Bárbara aún vivía, y el primero en recibirlo fue el joven (31 años) y subversivo escritor peruano Mario Vargas Llosa, por La Casa Verde. Aquellos que saben de las tendencias ideológicas que han acompañado a Vargas Llosa en los últimos años les pido que no se me precipiten y lean este párrafo de su discurso de recepción del premio para que descubran el motivo por el cual lo llamo “subversivo”: “...Pero dentro de 10, 20 o 50 años habrá llegado a nuestros países, como ahora a  Cuba, la hora de la justicia social y América Latina se habrá emancipado del imperio que la saquea, de las castas que la explotan, de las fuerzas que  hoy la ofenden y reprimen”. Ese era el pensamiento vargasllosiano en aquellos entonces; por ello, ya prevenido, el Presidente venezolano Raúl Leoni, cortado con la misma tijera que nuestro respectivo Díaz Ordaz, no se paró en la ceremonia a entregarle el premio.

El Rómulo Gallegos, en su origen, se entregaba cada cinco años. ¿Causa, motivo o razón para esa curiosa periodicidad? Desconozco, pero sí estoy de acuerdo en que era un lapso bastante amplio. Examinar las novelas publicadas durante un lustro no debe ser fácil. En 20 años, cuatro novelas de escritores deslumbrantes fueron premiadas: La Casa Verde (1967), ya mencionada y fundadora del galardón; Cien años de soledad (1972), de Gabriel García Márquez, que era casi de casa por su desempeño periodístico durante muchos años en Caracas; Terra Nostra (1977), de Carlos Fuentes y Palinuro de México (1982), de Fernando del Paso, después de este nombre el Premio cambiaría a la modalidad bianual en su entrega. 18 han sido los merecedores a este reconocimiento con 18 estupendas novelas, entre ellas Mal de amores, de  Ángeles Mastretta, que en 1997 se convirtió en la primera mujer en obtenerlo, y El tren pasa primero, de Elena Poniatowska, que en 2007 fue la segunda mujer galardonada. Curioso, pero las dos son también las únicas mujeres en la nómina del Mazatlán de Literatura.

Los venezolanos, definidos por García Márquez en su breve discurso de recepción del RG (una cuartilla) como amigos generosos, cojonudos y mamadores de gallo hasta la muerte, tiraron la casa por la ventana cuando la Mastretta, en el cumpleaños número 113 del autor de Canaima, Cantaclaro, tan querido que hasta fue llevado a la presidencia para luego ser derrocado por el arribo a la dictadura de Pérez Jiménez, llegó a la Quinta Sonia a recibir la distinción. Banderines de papel de china picado verdes, blancos y rojos en los que se leía “Viva México”, mariachis, tequila, cerveza corona, polar, tacos de chicharrón, en fin, un bochinche en toda la extensión del término. Un zaperoco arrecho, bien chévere, condimentado por el carisma y locuacidad de la ganadora y la presencia de un anciano Presidente –Rafael Caldera– y un cuero de mujer –la ex Miss Universo Irene Saenz– alcaldesa del municipio de Chacao, uno de los cinco que integran la Ciudad de Caracas, en el que se ubica la Casa de Rómulo Gallegos. Por cierto, aquél anciano que no paraba de ir al baño escoltado por elementos de la Guardia Nacional, fue el que amnistió a Hugo Chávez en 1994, preso por un intento golpista contra Carlos Andrés Pérez, en 1992, y “La Muchacha de Chacao” le contendería sin éxito las elecciones presidenciales venezolanas de 1998.

Antes de proseguir, una observación: al parecer, para los escritores mexicanos participantes en el galardón literario venezolano debe existir una cláusula que indique que también deben ganar el Premio Mazatlán de Literatura. Todos los mexicanos que lo han obtenido han recibido, aparte,  el Mazatlán. Carlos Fuentes, RG en 1977, PML en 1972: Fernando del Paso, RG en 1982, PML en 1988, Ángeles Mastretta RG en 1997, PML en 1986, Elena Poniatowska, RG en 2007, PML en 1971 y 1993.

El 2 de agosto de 2007, en la Quinta Sonia, al pie del Monte Ávila, con un panorama distinto al que vivió la Mastretta: una revolución, cambios hasta en la nomenclatura del país, lleno de frases provocadoras y/o humorísticas, estilo no se meta conmigo porque sale raspao; el diablo estuvo aquí anoche, huele a azufre; no soy monedita de oro, los venezolanos volvieron a hacer de las suyas para chiquear, consentir, apapachar,  a la segunda mujer en el Rómulo Gallegos, que venía de jugar en una contienda política el papel de amiga de Un peligro para México, ese al que los medios acusaban de émulo del Hugo Chávez, que llegó hasta la ceremonia con El tren pasa primero bajo el brazo, a cantar con ella y un mariachi venezolano, en un festejo con tequila, coronas, polares, tacos de chicharrón, de frijoles puercos, salsa picante, papel de china verde, blanco y rojo, Vivas a México por todos lados, El cielito lindo y La Valentina, armando un zaperoco chévere, arrecho, un bochinche de pinga.

José Luis Franco

Lo dice el reportero