
Para Humberto y Silvia, su Gabolibros :
la casa del intelecto donde se escucha el latido de la amistad.
Cada madrugada
nos alejamos de la noche
y su tregua,
dejamos de lado los relatos
de los llamados sueños;
la contundencia de su fragilidad.
A sabiendas
de la desaparición prevista,
expresan lo inconcluso,
una suerte de revoltijo
que se busca explicar
(afirman algunos)
para vivir mejor,
y extinguir así
la incredulidad
inherente a la existencia.
(Una especie
de limpia síquica
involuntaria).
Sabemos
que nos fuimos
sin darnos cuenta.
La porción de eternidad
que inhalamos y exhalamos
nos permite todavía caminar.
Tal vez por ello,
emprendimos
esta peregrinación
a los antiguos templos de ladrillo,
de Joy Chan,
para reconocer
nuestros rostros de estuco
tras la vitrina de la memoria.
El amigo nos convocó
para no olvidar y compartir
el tesoro de sus manuscritos,
esas estrofas que delinean el azoro
que se resiste a desaparecer;
los inauditos versos
que se atrevieron
a nombrar los ríos,
las ataduras del cielo,
de nuestro extraviado bautismo:
el amor,
esa palabra de agua
que es fuego.








