Los datos más recientes informan que hay 14.6 millones de mayores de 20 años que sufren diabetes, es decir, 18.3 por ciento de esa población. Por lo tanto, una de cada seis personas adultas en el país sufre diabetes.
La situación de salud en México, causada por el alto consumo de alimentos ultraprocesados, y bebidas azucaradas y endulzadas -uno de los más alto en el mundo y el más alto en América Latina-, es la principal razón por la que en México se decretaron emergencias epidemiológicas por obesidad y diabetes desde 2016. Es decir, tenemos ya nueve años con estas emergencias epidemiológicas que no se han levantado.
Si uno revisa la situación alrededor del mundo, en los países que no han sido afectados por estas epidemias de sobrepeso, obesidad, diabetes, encuentra que un factor determinante ha sido la protección de sus dietas tradicionales, de sus alimentos ancestrales. Las instituciones educativas han jugado un papel muy importante en la protección de la salud, a partir de mantener y desarrollar lo que podemos llamar una alfabetización alimentaria: enseñar a aprender a comer.
El pasado lunes entraron en vigor los lineamientos para alimentos y bebidas en todo el sistema escolar del país. Semanas previas instituciones públicas y privadas de educación superior se manifestaron al respecto, unas anunciaron que acatarían estos lineamientos, reconociendo su sentido de protección de la salud y otras se ampararon en contra de la medida argumentando que se trataba de una medida que no debería ser aplicada a mayores de edad.
Hay que dejar claro que la medida sólo aplica para los planteles educativos considerándolos un espacio de aprendizaje, considerando que todo lo que ocurre dentro de estos espacios deben ser actos formativos y si vivimos en un país bajo estas emergencias epidemiológicas, donde el sector salud no puede enfrentar las consecuencias de estos cambios en la dieta a productos no saludables, los planteles de educación superior deben formar parte de esta alfabetización alimentaria.
En este sentido se han pronunciado, a favor de los lineamientos, anunciando su compromiso de iniciar políticas internas para seguir los lineamientos: la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad Autónoma de Yucatán y la Universidad Iberoamericana (IBERO), en sus planteles de la ciudad de Puebla y de la Ciudad de México, entre otras. Comprometiéndose a iniciar un proceso que garantice la oferta de alimentos y bebidas saludables en sus planteles, dando prioridad y protegiendo la salud de las y los estudiantes por encima de cualquier interés privado.
En sentido contrario, la Universidad Panamericana, a través de las asociaciones Centros Culturales de México y Bona Tierra, y el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) han presentado amparos buscando no cumplir con los lineamientos para bebidas y alimentos que han sido establecidos para todo el sistema escolar. Es importante mencionar, el atinado desistimiento que han realizado de los amparos presentados anteriormente por la Universidad del Valle de México (UVM) y la Universidad Tecnológica de México (UNITEC).
¿Dónde queda el estatus de educación superior cuando una institución se niega a una medida para enfrentar el mayor reto de salud pública que vive la población?
A través de comunicados oficiales, la UNAM, la IBERO Ciudad de México y Puebla, y la Universidad Autónoma de Yucatán reiteraron su postura de cumplir con los nuevos Lineamientos para la preparación, distribución y venta de alimentos y bebidas en las escuelas del país, a través de la implementación de acciones estratégicas para garantizar opciones de alimentación saludables dentro de sus instalaciones, incluyendo, en el caso de la IBERO, el retiro de máquinas expendedoras de productos ultraprocesados y bebidas endulzadas que operan en el espacio educativo.
Los ambientes alimentarios no saludables tienen una profunda responsabilidad en las epidemias de obesidad y diabetes que se viven en México. En nuestro país, actualmente 40 por ciento de las niñas, niños y jóvenes vive con sobrepeso y obesidad, y más del 70 por ciento de los adultos.
Es necesario que las acciones implementadas sean sostenibles y efectivas, pues de no hacerlo, se prevé que para 2035 la prevalencia de sobrepeso y obesidad en este grupo de edad será de 56 por ciento y en adultos rebase más del 80 por ciento.
Los costos provocados al Estado por el alto consumo de bebidas azucaradas y de productos ultraprocesados que han invadido nuestras mesas son pagados con los recursos públicos, con nuestros impuestos, y por el bolsillo de las familias. El que uno de cada seis adultos en nuestro país sufra diabetes habla de una epidemia que afecta la economía del país y de las familias y, no solamente eso, el bienestar de quien la sufre, de sus familiares, afectando su aporte al país. Mientras tanto, en contraposición, las grandes corporaciones de bebidas y ultraprocesados se enriquecen sacando gran parte de los recursos del país.
La evidencia de que el diseño de estos productos, bebidas endulzadas y ultraprocesados, tiene el objetivo de hacerlos lo más hiperpalatables posibles, de que sean adictivos, es cada vez más sólida. Por lo pronto, de lo que no existe duda alguna es de la adicción al azúcar y a las bebidas azucaradas que representan en nuestro país el 70 por ciento de la ingesta de azúcar añadida en nuestra dieta. Y son justamente estas empresas las que alimentan la oposición a las políticas que afectan sus ganancias. Como explica la Dra. Genhardt, especialista en adicciones a estos productos: “No se puede defender la libertad de consumo de un producto si el producto es adictivo”.
La decisión de sacar estos productos de todos los planteles del sistema educativo es un paso importante, pero no puede ser el único; debe reforzarse con una firme regulación de su publicidad —en especial de aquella a la que se exponen niñas, niños y adolescentes—, de la regulación de la propaganda de estas corporaciones para mostrarse como socialmente responsables, cuidadoras del ambiente y preocupadas por el bienestar de las comunidades, cuando en la práctica hacen todo lo contrario: solamente se maquillan.
La población mexicana ha sufrido la invasión de estos productos —una invasión que los antropólogos explican como una colonización de los paladares desde edades muy tempranas—. La labor de descolonizarnos de la comida ultraprocesada tiene un gran recurso en México, que pocos países tienen: nuestra gran riqueza alimentaria.





