Jorge Alberto Gudiño Hernández

Generosidad libresca

"R es un gran amigo que tiene una visión contraria a la mía. Para él, los libros son lo que son y nada más. Una vez que los lee, no tiene empacho alguno en regalarlos. No han sido pocas veces las que, tras conversar nuestras lecturas, él habla de algún autor magnífico que yo desconocía o que es difícil de encontrar. Después, la siguiente vez que nos vemos, llega con el ejemplar no para prestármelo, sino como un obsequio. Es un desprendimiento sincero porque, además, suele hacerlo con los libros que más lo han entusiasmado."

Jorge Alberto Gudiño Hernández

10/08/2025 - 12:01 am

Una mujer lee un libro durante la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. Foto: Moisés Pablo, Cuartoscuro

Sin ser bibliófilo, tengo una relación de apego con los libros de mi biblioteca, sin importar que no los haya leído, que ya lo haya hecho varias veces o que esté seguro de que nunca los leeré. Siguiendo a Umberto Eco, estoy convencido de que uno debe tener más libros de los que puede leer, de la misma forma en que tiene más herramientas de las que usará: están ahí para cuando se les necesite. Además, mi biblioteca es compartida. Mi esposa y mis hijos abonan a ella. Entonces, es nuestra biblioteca. Sin embargo, si la manía por el orden y la clasificación son de M, el apego es mío.

R es un gran amigo que tiene una visión contraria a la mía. Para él, los libros son lo que son y nada más. Una vez que los lee, no tiene empacho alguno en regalarlos. No han sido pocas veces las que, tras conversar nuestras lecturas, él habla de algún autor magnífico que yo desconocía o que es difícil de encontrar. Después, la siguiente vez que nos vemos, llega con el ejemplar no para prestármelo, sino como un obsequio. Es un desprendimiento sincero porque, además, suele hacerlo con los libros que más lo han entusiasmado.

Ahora se irá del país junto con su familia. Fuimos convocados a una suerte de fiesta de despedida para sus hijos. En un momento dado me dijo que subiera a su biblioteca y escogiera todos los libros que quisiera, pues para él sería imposible llevárselos todos. Subí con algo de entusiasmo. Descubrir una biblioteca ajena es otra forma de conocimiento y, en este caso, de cercanía. Aparté algunos ejemplares. Luego dejé de hacerlo. No quería llevarme esos libros porque, en cierto modo, no quería que ellos se mudaran. Tomar sus libros así, en bloque, significaba que R no me los daría como resultado de una recomendación, sino como una forma de desprendimiento pragmático. Bajé las escaleras y se lo dije.

No me dejó terminar. Me hizo volver ahora en su compañía. Y comenzó a recomendarme libros. Ninguno de los cuales yo había leído. Los recomendaba con el entusiasmo que siempre ha tenido al hablar de sus lecturas. Los iba apilando uno sobre otro. Al final, bajamos con las manos llenas.

R y su familia aún no se van. Los veré pronto. Cuando acabé de leer el primero de los libros que me dio, le escribí para platicarlo (es fuerte, es terrible y, también, bellísimo). Una cosa llevó a la otra y terminamos hablando de un autor que los dos admiramos. Me confesó que no había leído determinado libro porque era imposible de conseguir, incluso en formato electrónico. Es un libro maravilloso y que, casualmente, yo tengo. Así que mañana se lo llevaré sin el sufrimiento que suele provocarme el deshacerme de un libro de mi biblioteca, de uno que, además, es difícil de conseguir. Con suerte, R lo leerá y, allá donde viva, encontrará a alguien a quien compartirle esa lectura.

Jorge Alberto Gudiño Hernández

Jorge Alberto Gudiño Hernández

Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

Lo dice el reportero