Una de las pruebas más contundentes del modo como las ideas acerca del Más allá influye en la conducta de los seres humanos es la mitología nórdica. Esas creencias estuvieron vigentes, por lo menos, en la zona comprendida por Noruega, Suecia y Dinamarca, entre los años 793 y 1100 de nuestra era, que es lo que se conoce como la Época Vikinga. Lo primero que puede decirse es que no resulta gratuita la idea que se tiene de los vikingos como guerreros que no temían a la muerte y que destacaba, por encima de su ferocidad, la idea de morir heroicamente para ir al Valhalla. Esta idea del vikingo es verdadera pero inexacta, pues no todos guerreaban; también eran comerciantes, agricultores, exploradores y personas muy avezadas en la técnica naviera.
Durante mucho tiempo se pensó que eran meros piratas sanguinarios que hacían rápidas incursiones en las zonas costeras de Europa y que se adentraban por los ríos para cometer sus rapiñas, y que no tenían ideología ni cosmovisión alguna. Solo siglos después de que fueron derrotados, el erudito e historiador islandés Snorri Struluson compiló, hacia principios del siglo XIII, una buena parte de lo que ahora se conoce sobre la mitología nórdica.
Intentaré un resumen muy compacto de la cosmogonía vikinga. Al principio lo único que había era el abismo original, el Ginnungagap, en el que no había nada, "ni arena, ni mar, ni frías olas, ni tierra, ni cielo encima. Solo el enorme abismo. El sol no conocía su morada, ni la luna su reino y las estrellas no tenían donde colocarse". Al sur estaba el hielo y las tinieblas y al norte, el fuego. De estas dos fuerzas surgieron el mar y la tierra, y gracias al viento unas gotas de agua fueron vivificadas y se formó así un primer cuerpo vivo, el del primer gigante: Ymir, quien fue padre de Bor. De Bor y una doncella del hielo llamada Bestla nacieron los dioses: Odín, Vili y Ve. Estos tres hermanos mataron al primer gigante Ymir y con su cuerpo formaron la tierra, con su sangre los mares y los ríos, y con su cráneo, la cúpula celeste. Las cejas de Ymir sirvieron para crear un gran muro y separar así el sitio donde viviría la humanidad, ese espacio se llamó Midgard y, cuando todo estuvo listo, Odín talló dos árboles para dar forma a la primera pareja de seres humanos: de un fresno hizo al primer hombre, Ask, y de un olmo a la primera mujer: Embla.
El universo para los vikingos era representado por nueve mundos, moradas o reinos: en uno vivían los dioses, el reino de Asgard; en otro, los seres humanos, el Midgard, y en otros más habitan los enanos, los elfos, y estaba también, por supuesto, el reino de la muerte, el Helheim, donde imperó la diosa Hela. Los nueve mundos estaban conectados por un árbol sagrado, el fresno gigantesco llamado Yggdrasil.
En Asgard, o mundo de los dioses, había cuatro salones, en una se reunían los dioses, el principal, por supuesto, es Odín; en otra de las estancias se encontraba el famoso Valhalla, lugar al que iban los guerreros más heroicos muertos en batalla, estos muertos eran conducidos hasta ahí por las valquirias, guerreras divinas al servicio de Odín.
En la cosmovisión vikinga existe un sinnúmero de deidades entre las que destaca el popular Thor, con su martillo, y Loki, el causante de terribles problemas. Sin embargo, lo peculiar de esta cosmovisión es que los dioses no eran concebidos como inmortales, sino como mortales. Y, también, que los guerreros, por más que consiguieran acceder al Valhalla, no estarían ahí para siempre disfrutando de abundante comida y aguamiel, sino que se creía que eran solo seleccionados para acompañar a Odín a la batalla final o día del juicio final, el Ragnarök, cuando el cielo y la tierra serían destruidos y todos, repito todos, incluyendo a Odín morirían.
Hay, claro está, otras versiones en las que se cree que algunos seres humanos y algunos dioses lograrían sobrevivir y repoblarían el mundo; pero la que a mí me parece más congruente es la versión de la historiadora Edith Hamilton, en la que el Ragnarök es definitivo y la aniquilación es total, pues esto explica más claramente la conducta vikinga que aparece en las sagas. Al parecer, no les importa morir. De hecho, no rehúyen la muerte, la buscan, pues para el vikingo que está seguro del fin final, la muerte, al ser una certeza pasa a un plano secundario y lo verdaderamente importante es el modo de morir, pues los pueden matar, pero mueren invictos. Parece resonar en el fondo de las sagas vikingas la idea: podrás matarme, pero no vencerme, pues moriré heroicamente.
En su libro Mitología, Edith Hamilton, expresa con insuperables palabras esta visión: "Este —el heroísmo, dice— es el concepto vital que subyace en la religión nórdica, el concepto más sombrío que nunca ha creado la mente humana. El heroísmo es el único sostén posible para el espíritu y el único bien puro que se da a los hombres; y ese heroísmo está muy relacionado con las causas perdidas. El héroe sólo puede probar que lo es muriendo. La fuerza del bien se demuestra, no venciendo al mal, sino presentándole batalla y afrontando una derrota segura”.
Me interesa sobremanera el temple vikingo, pues me resulta sorprendente que, pese a su visión pesimista —ya que para ellos en el futuro todo será aniquilado— no hayan adoptado una actitud como las que actualmente parecen imperar y que derivan de una idea en el fondo igual de pesimista. Pues hoy, para muchos, el Más allá resulta una quimera y, sin embargo no veo por ningún lado el ánimo de entregarse a la nada heroicamente.
El escepticismo contemporáneo ha generado distintas conductas muy ajenas a la engendrada en el pensamiento vikingo: en nuestro tiempo descubro un generalizado interés por "pasársela bien", pasársela bien aquí, insisto, pues luego no habrá nada. Y también encuentro una variante del pasársela bien: pasársela bien al precio que sea y sin que ningún escrúpulo lime o frene los actos, por muy violentos o ilícitos que sean. Parecería que el lema de estos nihilistas es: "La muerte no importa si podemos darnos, aunque sea por un día, la gran vida". En el panorama actual también observo a muchos que ni siquiera se han planteado el asunto de la muerte y que viven en la puerilidad, solo que habiendo dejado su infancia muchos años atrás. Y, por supuesto, también completan el panorama de hoy muchos individuos que, sin creer en ningún Más allá, su actitud los lleva a centrarse positivamente en este mundo; estos últimos consideran la vida como el único patrimonio que poseen y procuran con sus actos hacer algo de provecho para sí mismos y para los demás: mejorar este mundo aunque la vida sea un mero paso fugaz.
Para concluir, sólo me resta, a modo de conclusión, afirmar: no cabe duda de que el modo de concebir el Más allá trae una serie de conductas y formas de vida que hacen tan variado el Más acá, gracias a estas creencia existen un sinfín de culturas.





