Melvin Cantarell Gamboa

Vivimos tiempos sombríos

"Los malvados que nos están desbarrancando al fondo del infierno dantesco junto con los palestinos, son, en principio, el sistema capitalista que ha destruido el planeta y amenaza con extinguir a la especie humana y bárbaros como Netanyahu, Trump y compinches".

Melvin Cantarell Gamboa

20/08/2025 - 12:05 am

Vivimos tiempos oscuros
Un hombre palestino observa los escombros de una zona devastada por un ataque israelí. Foto: X @UNRWAes

A los hombres futuros

Realmente vivo en tiempos sombríos/ La inocencia es locura/ una frente sin arrugas denota insensibilidad/ el que ríe es porque no ha oído la noticia/ hablar de un crimen significa no silenciar tanta injusticia/ ¿Cómo puedo comer y beber si estoy arrebatando al hambriento su comida/ y mi vaso de agua le falta al sediento/ Y sin embargo continúo comiendo y bebiendo/ Me gustaría tanto ser sabio/ Pero yo no consigo tal cosa/ verdaderamente vivo en tiempos sombríos.

Vosotros (hombres del futuro) que surgiréis del marasmo en que nosotros nos hemos hundido, acordaos también, cuando habléis de los tiempos sombríos/ de los que os habéis librado/ a través de las guerras de clases, desesperados, porque reinaba la injusticia y nadie se indignaba/ Bien sabemos que el odio contra la ruindad deforma el rostro y la rabia contra la injusticia enronquece la voz.

¡Ah! Nosotros que queríamos preparar el terreno para la bondad no pudimos ser bondadosos. Pero vosotros, cuando llegue el momento en que el hombre sea bueno para el hombre, acordaos de nosotros con comprensión.

(Resumen del Poema de Bertold Brech: A los hombres futuros. Poemas 1913-1956).

Por su emergencia, con el artículo que tienen a la vista hago un preámbulo antes del cierre de las entregas anteriores sobre el Decrecimiento, para escribir este yo acuso contra los responsables del genocidio y la crueldad no imaginada con que se asesina al pueblo palestino en Gaza; la conquista, la guerra, el hambre y la muerte, los cuatro jinetes del apocalipsis que asolan ese lugar y representan el flagelo, la destrucción y la conquista violenta; estos tiempos sombríos están representados por Benjamín Netanyahu, su círculo de sionistas, Donald Trump, sus compinches europeos y, nosotros como observadores pasivos que permanecemos silenciosos e indiferentes, esperando tal vez a que la obra de aniquilación de los agresores concluya para aplaudir sus actos de devastación, desolación y caos cuya intención carece de matices sutiles.

No existe acto de mayor crueldad que el genocidio, la destrucción sistemática de un grupo por motivos étnicos, nacionales y religiosos ¿Qué esperamos para reflexionar, indagar sus causas, sus efectos y optamos por la civilización y la libertad? Nunca antes en la historia moderna se ha visto evento tan catastrófico como lo que sucede a diario en Gaza; junto con Hiroshima y el holocausto cometido por los nazis contra los propios judíos, lo que ahí acontece debiera avergonzar al género humano; por desgracia, los sionistas y derechistas de Israel (no los ciudadanos) se exhiben como discípulos aventajados de su verdugo Adolfo Hitler y lo superan por mucho. Pero ¿qué hay en el corazón de estos hombres, para proceder de tal manera?

Es inherente a los seres humanos amar y crear, pero también existe en algunos la inclinación natural hacia la crueldad, la opresión, la destrucción, el odio, la venganza y el castigo contra el prójimo; sentimientos y pasiones que unidos cancelan toda posibilidad de comprensión. La crueldad, por ejemplo, atenta contra el significante identitario del Yo y cancela en el individuo toda posibilidad de construirse como ser moral, pues, incapaz de ejercer un gobierno sobre sí mismo le está negado comportarse éticamente con los demás.

¿Por qué Trump y Netanyahu hacen lo que hacen? Porque pueden y por ambición de poder, fuerza vital que los motiva a lograr sus deseos y afirmar su voluntad de dominación. Si bien es cierto, como señalamos más arriba, la crueldad, el odio, la avaricia y el deseo de poder son parte inherente de la naturaleza humana, ninguno de esos sentimientos es vicio, son aprendidos y sus motivos los encontramos en la autobiografía de los culpables. La crueldad no se limita a la agresión y destrucción del otro, quien la ejerce se jacta y publicita con regocijo su maldad; para estos individuos producir daño y mantener la violencia es parte de su existencia a causa de que enfrentan la realidad según sus deseos y su respuesta emocional íntima es la satisfacción y el placer de generar sufrimiento y dolor a los otros: según Jaques Lacan, el disfrute es mayor cuando la crueldad se ejerce en los más vulnerables, como los niños.

En el siglo XVI, William Shakespeare, en su drama El mercader de Venecia, emitió un severo juicio moral sobre la conducta, normas y valores que son dominantes en el carácter del judío; en esta obra el poeta inglés narra la historia de Antonio, un armador veneciano que se ofrece como fiador de su amigo Bassiano que solicitó un crédito al usurero judío Shylock para casarse con una rica heredera. Shylock entrega el dinero con la condición que de no ser pagado se cobraría con una libra de la carne de Antonio. Shylock odiaba a los cristianos a causa de que su hija Jessica había escapado del infierno que vivía con su padre con un joven católico llevándose parte de la fortuna del judío; de ahí su resentimiento hacia la sociedad veneciana a la que acusaba de antisemita (como hoy hacen con sus críticos); la oportunidad de adelantar el cobro de la deuda llega cuando se extiende por la ciudad el rumor que la flota de Antonio se había hundido; enterado, Shylock exige, mediante un abogado, la libra de carne con que el fiador debía pagarle; Antonio ignoraba que esa libra de carne era su corazón y representa el odio del judío a toda sociedad que no sea la suya.

Hoy, el judío Netanyahu y el grupo de sionistas que lo acompañan, su compinche Donald Trump y sus socios europeos quieren lo mismo que Shylock, el corazón de los palestinos para cobrarse una deuda que históricamente nunca existió (como lo argumenté en los artículos “Israel un pueblo sin tierra y una tierra sin pueblo I y II” en junio de este año), y lo hacen con crueldad extrema, sin considerar la humanidad de ese pueblo, negándole el derecho a un territorio y a ser un Estado independiente y autónomo. Ahora bien, el corazón que el judío quiere de los palestinos contradice el significado conceptual de civilización que sustenta Occidente; sin importar las tradiciones y desarrollos culturales que Netanyahu y Trump dicen defender, justifican sus actos calificando a los gazatíes de animales salvajes y terroristas, versión enferma y decadente de lo que Europa y Norteamérica dicen ser; olvidan que la filosofía occidental, como fuerza creadora y racional, se caracteriza por el dominio de sí mismo, fortaleza que las personas han de desarrollar para mantener bajo control sus deseos, ilusiones y desmesuras cuando se hacen presentes; de ahí que, desde la perspectiva occidental, es civilizado todo aquel que reconozca en el otro a un semejante; en contrario, quien se identifique solo con quienes pertenecen a su misma raza, a un mismo grupo y a la propia familia será por necesidad un bárbaro.

Pero no sólo eso, si nos preguntamos quienes llevaron el terrorismo a Palestina habrá que recordarles a Trump, Netanyahu y compañía que el 9 de abril de 1948, un mes antes de la fundación del Estado judío, miembros del grupo terrorista sionista La Haganá, entrenado por Gran Bretaña (existían otros grupos terrorista, entre ellos el Irgún, comandado por Manájem Beguin, terrorista que más tarde será Primer Ministro israelí y premio Nobel de la Paz 1978), cometieron la horrorosa masacre de Deir Yassin asesinando y mutilando a 254 aldeanos palestinos para generar temor y éxodo de los habitantes para vaciar sus territorios; el acto terrorista recibió el repudio internacional y fue el primero en Palestina. Lo ocurrido hizo temer a Albert Einstein, un sionista de naturaleza cultural y pacifista, que la acción tendría graves consecuencias en la relación judeo-árabe, en especial temía una Nakba (catástrofe) de impredecibles consecuencias. Einstein, según una nota del New York Times del 17 de abril de 1938 había dicho en una conferencia ante el Movimiento Judío Cívico- Cultural, que su posición sobre la cuestión palestina era muy clara, quería una patria nacional judía en Palestina, pero se oponía a la idea de un Estado judío con fronteras y un ejército; como se deduce también de la nota del 18 de abril del New York Times: “El profesor Einstein, escribe el reportero neoyorkino, habló en alemán y se declaró contrario a la división del Estado Palestino para dar lugar al nacionalismo estrecho del sionismo. Considerar a Palestina como patria judía equivale a dividir Palestina entre judíos y árabes que pudiera conducir al desarrollo de un nacionalismo estrecho contra el cual tenemos que luchar con firmeza, incluso sin un Estado judío”. También escribe Einstein en su artículo Nuestra deuda con el sionismo leído ante una organización de obreros judíos sobrevivientes del holocausto: “La fatídica enfermedad de nuestro tiempo: el nacionalismo exagerado alimentado por un odio ciego ha llevado nuestra labor en Palestina a una fase sumamente difícil, que hará [aún más difícil] tener protección contra los fanáticos…Preferiría un acuerdo razonable con los árabes sobre la base de la convivencia pacífica que la creación de un Estado judío… temo el daño interno que sufrirá el judaísmo, especialmente por el desarrollo de un nacionalismo extremo en nuestras filas, contra el cual ya hemos tenido que haber luchado por fuerza, incluso contra el Estado judío” (Discurso leído en el Seder, una organización que tomó este nombre en recuerdo del sufrimiento y persecución del pueblo judío en el antiguo Egipto), el acto se realizó en el Hotel Asturias de NY. La declaratoria de su posición permitió a Einstein responder en una carta a Shepard Rifkin (director ejecutivo, de Amigos Americanos de los Luchadores por la Libertad) que le solicitó su apoyo a la causa sionista: Estimado señor: Cuando una verdadera y final catástrofe fuera a caer sobre nosotros en Palestina, los primeros responsables serían los británicos y el segundo responsable la organización terrorista formada en nuestras propias filas. No estoy dispuesto a reunirme con nadie asociado con aquella gente engañada y criminal. Sinceramente suyo. Albert Einstein. La posición expresada por una de las mentes más brillantes en la historia de la humanidad, no puede sino conducirnos a profundas reflexiones sobre la actual situación en Gaza, la visión de Einstein sobre la cuestión palestina representa una aportación invaluable para comprender la condición de este pueblo hoy vilipendiado, acusado de malvado y terrorista para ocultar desviaciones perversas de quienes desean apropiarse de sus territorios mediante actos de lesa humanidad (consultar el libro de Einstein Este es mi pueblo. Editorial Leviatán. Argentina).

Tiempos sombríos son aquellos en que domina el caos, la incertidumbre y la crisis, causales que dificultan toda posibilidad de distinguir entre la benevolencia, esa disposición de ser bueno y mostrar bondad hacia los demás, y la malevolencia, practicada con la intención manifiesta de causar daño hasta que la víctima pierda toda esperanza. Vivimos tiempos sombríos porque estamos bajo el imperio de fuerzas negativas: maldad, agresión, destrucción y crueldad que, como ya explicamos, son producto de pasiones y sentimientos que desembocan en resentimiento, odio y violencia como único recurso para resolver conflictos.

Los malvados que nos están desbarrancando al fondo del infierno dantesco junto con los palestinos, son, en principio, el sistema capitalista que ha destruido el planeta y amenaza con extinguir a la especie humana y bárbaros como Netanyahu, Trump y compinches, sociópatas carentes de ideales nobles; estos seres inferiores y despreciables han desmaterializado nuestra existencia al pensar que no hay más orden que el imaginado por ellos; por desgracia, su perversidad no les permite distinguir entre la capacidad humana de actuar con bondad y compasión, y la intención de hacerlo en forma destructiva y malvada.

Como lo demuestra la hambruna que han puesto en marcha en la Franja de Gaza, convierte el asesinato sistemático en una tragedia grotesca. Sí comparamos la magnitud de las fuerzas asesinas y su modo de vida imperial con los desafíos económicos y sociales que representa la supervivencia de los palestinos de Gaza comprobaríamos que la magnitud de las fuerzas que aniquilan a esta nación es abismal: A Israel la guerra podría costarle 50 mil millones de dólares, a diario gasta 200 millones de dólares en acciones militares, el 10 por ciento de su población, sin embargo, dos de sus diez millones de habitantes viven en la pobreza. Estados Unidos, su protector y sostén económico, militar y moral, con una población de 300 millones de habitantes, mantiene bajo la línea oficial de pobreza a 40 millones de norteamericano, pese a que el ingreso per cápita anual en ese país supera los 76 mil dólares, en Israel es mayor a los 54 mil dólares, el de México es de 10 mil dólares. Gaza, con dos millones, sus habitantes para mantenerse vivos y soportar su destrucción ingresan apenas 200 dólares anuales, promedio inferior al de Burundi, con un PIB de 278 euros anuales que lo tiene en situación de pobreza desesperada.

No obstante, esta desproporción económica, el ejército más eficaz y poderosos del mundo, el de israelí, y Estados Unidos, su sostén económico y defensor moral, la mayor potencia mundial por su economía y poder bélico, se han unido para combatir hasta el exterminio a un pueblo prácticamente inerme e indefenso; empezaron militarmente, ahora lo hacen por hambre contra un país que no tiene ejército, ni tanques de guerra ni aviones. Es cierto, el 7 de octubre de 2023, Hamás una organización palestina armada lanzó un ataque sorpresa contra Israel que llevó al actual conflicto; acto reprochable que no justifica asesinar a más de 60 mil gazatíes, hombres, mujeres y niños no combatientes y, sin embargo, mueren a tiros, los matan misiles con bombas y sin armas en las manos porque representan un peligro mortal para Israel y amenazan la seguridad nacional de los Estados Unidos.

En tanto, seis mil camiones con 60 mil toneladas de alimentos esperan desde hace meses cruzar la frontera con Egipto para paliar el hambre y las necesidades más ingentes de dos millones de palestinos. Con una actitud que desafía todos los sistemas éticos y morales conocidos, los israelíes, con el aval de los Estados Unidos mantienen esa ayuda mundial detenida en la frontera egipcia. Hasta la fecha han muerto por hambre centenas de mujeres y niños y decenas de infantes fallecido por inanición (el pasado lunes 18 la Agencia de la ONU para Refugiados en Medio Oriente, UNRWA, advirtió que un millón de mujeres y niñas padecen hambre masiva y enfrentan violencia y abusos (La Jornada, 18 de agosto 2025). Afortunadamente, las acciones militares de esos dos agresore han provocado el rechazo moral y el desprecio por su proceder contra un pueblo inerme. Es de esperarse que este escándalo moral crezca lo suficiente para detener a los asesinos.

Como ironía propia de tiempos sombríos, en los países agresores, Israel y Norteamérica, mueren más personas por comer demasiado que por la guerra y la violencia criminal; en Estados Unidos el 42 por ciento de los adultos son obesos, mueren cerca de cinco millones anuales por enfermedades relacionadas con la polisarcia (gordura), se desperdicia el 39 por ciento de los alimentos; después del Dia de Gracias, por ejemplo, se tiran a la basura 141 mil toneladas de comida, alrededor de 600 millones de dólares en alimentos, cantidad suficiente para alimentar a dos millones de gazatíes y salvar a Israel y a Estados Unidos del repudio mundial que provoca el uso del hambre para cometer sus crímenes de lesa humanidad.

En sí misma la vida es trágica. ¿Para que sumarle dolor y sufrimientos gratuitos ¿Nos será posible dormir en sosiego y mirar indiferentes el exterminio de cientos de miles de seres humanos semejantes a nosotros? ¿Continuaremos en el marasmo propio de las malas consciencias? No perdamos de vista que el mal que causa define al malvado y más temprano que tarde esa maldad nos alcanza a todos.

Melvin Cantarell Gamboa

Melvin Cantarell Gamboa

Nació en Campeche, Campeche, en 1940. Estudió Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es excatedrático universitario (Universidad Iberoamericana y Universidad Autónoma de Sinaloa). También es autor de dos textos sobre Ética. Es exdirector de Programas de Radio y TV. Actualmente radica en Mazatlán, Sinaloa.

Lo dice el reportero