
“El Mayo morirá en una prisión de los Estados Unidos”, dijo la Fiscal de los Estados Unidos, Pam Bondi, el día que el capo mexicano Ismael Zambada García se declaró culpable en la Corte de Distrito de Brooklyn, Nueva York, de por lo menos dos cargos en aquel país, el de ser el líder de una empresa criminal continua, el Cártel de Sinaloa, y otro en la Ley Rico (Racketeer Influenced and Corrupt Organizations Act, por sus siglas en inglés).
En una declaratoria firmada por él, el Mayo reconoció los muchos delitos por los que en los últimos cincuenta años ha sido señalado en México, pero nunca procesado. Tráfico de drogas, liderazgo del Cártel de Sinaloa, asesinatos, secuestros, violencia cruenta y máxima contra enemigos, adversarios, y “gente inocente”.
Entonces el Mayo sí es el narcotraficante temido que se decía que era, el capo del Cártel de Sinaloa, el líder criminal de una peligrosa y violenta mafia, sí es el asesino cuya voz ordenó muerte y desapariciones, sí es el que tenía laboratorios para la fabricación de fentanilo, y el que trasegaba droga como cocaína, mariguana, y otras químicas entre México, Estados Unidos y otros países que refirió, pero no especificó.
Sin embargo, ese mafioso que será sentenciado en enero de 2026 en los Estados Unidos, y que reconoció “el gran daño que las drogas han provocado a Estados Unidos, México y otros lugares”, y asumió “la responsabilidad y pido perdón a aquellas personas que se hayan visto afectadas por mis acciones”, en México permanece impune.
De hecho, su nombre aparece en una carpeta de investigación de apertura reciente, pero en calidad de víctima. La misma que inició la FGR cuando el capo denunció, desde una prisión en los Estados Unidos y a través de una misiva, que la suya no había sido una captura, sino un secuestro y que había sido entregado a las autoridades de la Unión Americana por parte de su ahijado e hijo del Chapo, Joaquín Guzmán López, a quien la FGR, por ese hecho, lo investiga por traición a la Patria.
Desde julio de 2024, cuando efectivamente fue entregado por su ahijado, lo que ha demandado la presidencia de la República, primero encabezada por Andrés Manuel López Obrador y ahora por Claudia Sheinbaum Pardo, es que la Unión Americana les informe las condiciones en las que fue detenido el mafioso que en México siempre vivió impune. La discursiva presidencial mexicana da la impresión más de un hecho proteccionista hacia el criminal, ahora ya autodeclarado como tal, que, en el orden de preservar la justicia, aunque esta llegue en país ajeno.
Entre la declaración de culpabilidad que ofreció el Mayo Zambada en los Estados Unidos, reconoció haber liderado impunemente y durante 50 años, la organización criminal Cártel de Sinaloa, y que, para ello, había corrompido, a partir de sobornos, a oficiales de la policía, militares y políticos. Algo que también se sabía, pero no se podía comprobar, y que por supuesto los gobiernos, incluidos el último y el actual, han negado de manera sistemática.
La FGR, ya en la era de Morena, eliminó la recompensa que ofrecía por información que llevase a la captura de Zambada García, y de todos los que solían ser “objetivos prioritarios” para aprehenderlos, y con ello confirmó la impunidad ya reconocida en las cinco décadas de actividad del hasta hace poco más de un año, intocable narcotraficante.
Ahora se sabe que, efectivamente, manejaba ese nivel de impunidad debido a que tenía compradas a las autoridades, a gran escala, diría uno de los funcionarios de seguridad de los Estados Unidos en la conferencia posterior a la auto declaratoria de culpabilidad de Zambada García.
El abogado del mafioso, Frank Pérez, dijo, también posterior a la declaratoria de culpabilidad de su defendido, que no daría nombres de políticos, militares y policías sobornados, que lo declarado por el capo llegaba hasta ahí, y que era parte de un acuerdo de cooperación para obviar un juicio público. La justicia expedita de la Unión Americana, le ha servido en dos ocasiones al criminal, primero para evitar la pena de muerte, y ahora para ahorrarse un juicio público en el que quizá, como en el del Chapo, sí saldrían nombres a relucir, de militares, políticos, policías y mafiosos que entregaban los sobornos a la clase política, castrense o policías mexicanas durante los últimos 50 años.
El pacto de impunidad del que gozó Zambada García en México, a partir de los sobornos entregados, se amplía y se sella con la declaratoria de culpabilidad que hizo en otro país, los Estados Unidos. Pues para aquellas autoridades, la prioridad era sacarlo de circulación, quitarle la impunidad en territorio mexicano, encarcelarlo, incomunicarlo, privarlo de la libertad para toda su vida, “morirá en una prisión de los Estados Unidos, como debe ser”, dijo Bondi.
Todo ello a pesar que ante ellos, Zambada García, “admitió su papel en la organización criminal y aceptó su culpabilidad en los cargos de narcotráfico, lavado de dinero y uso de armas. Además de haber conspirado contra la Ley Rico (Ley de Organizaciones Corruptas e Influenciadas por el Crimen Organizado), debido a su participación en blanqueo de capitales, asesinatos y secuestros relacionados con el narcotráfico… se declaró culpable de ser el principal líder de una empresa criminal continua: el Cartel de Sinaloa (el Cártel), una de las organizaciones narcotraficantes más violentas y poderosas del mundo, además de un cargo de Organizaciones Corruptas e Influenciadas por el Crimen Organizado (RICO)”, según consta en el comunicado oficial.
Así, cooperando con Estados Unidos, a cuyas arcas además debe entregar 15 mil millones de dólares, confiscados de sus ilícitos negocios, la clase política mexicana que en el pasado y en el presente, favoreció a Zambada para mantenerse fuera de la prisión, impune y corruptor, de acuerdo al abogado Frank Pérez, está a salvo. El capo no cantará nombres, aunque haya advertido de la corrupción a gran escala. Su pacto de impunidad, está intocado, aun exhibidos sus métodos, los protagonistas siguen ocultos en la oscuridad de gobiernos cada vez más confirmados al servicio del narcotráfico y una sociedad que se acostumbra, a que, de este lado, nada se investigue.





