Héctor Alejandro Quintanar

Notas sobre el PRI y Televisa

"Y es en este caso de Partido de Estado que vale la pena denunciar el papel de Televisa, que fue ni más ni menos que un pilar fundamental del viejo régimen autoritario. Eso no es ningún secreto: como es sabido, no sólo la Secretaría de Gobernación fungía de filtro censor sobre lo que Televisa podía informar o no, sino que, sin atenuantes, sus locutores ejercían un papel de voceros oficiosos del régimen".

Héctor Alejandro Quintanar

03/10/2025 - 12:05 am

En días recientes se hizo pública la serie PRI: Crónica del fin, a través de la plataforma Vix, de Televisa, documental que alberga voces diversas, de priistas, expriistas, expresidentes y algunos especialistas, con miras a relatar el debilitamiento del partido tricolor en los últimos cincuenta años de historia mexicana. Con un balance audiovisual que ameniza los capítulos, y una selección de los dichos de los entrevistados que le da línea al relato, la docuserie, escrita y dirigida por Denise Maerker, pareciera querer tener como objetivo el revelarnos una historia oculta.

Y ahí radica el error de la serie, cuya principal fortaleza es, acaso, haber expuesto en vía audiovisual elementos que no son ocultos ni discretos, y que desde otros trabajos periodísticos y académicos ya se habían expuesto a veces a profundidad. Y, si hablamos de forma generosa, una segunda virtud de la serie es que expone a algunos entrevistados sin tapujos, lo que hace que se muestren tal cual son, con toda su perfidia y corrupción, como es el caso de Carlos Salinas confesando con miseria las prácticas sucias ejercidas por su partido en coyunturas electorales.

Y es lo que la docuserie no dice lo que aquí debe resaltarse. Es ya un conocimiento general, y real, que el PRI encabezó un régimen autoritario, de excepcional duración a nivel mundial, y que muchas de sus peores taras no fueron expuestas por la “Prensa Vendida”, donde sin duda se incluye a Televisa, cuyo jerarca, Emilio Azcárraga Milmo, se definió sin pudor como “un soldado del PRI” que hacía televisión “para los jodidos”.

¿Qué relación hubo, pues, entre el consorcio mediático y el PRI? De entrada, cuando se aborda un tema como el del partido tricolor, siempre es necesario volver a los clásicos. En 1981 se publicó en México, por la editorial Siglo XXI, el libro El partido de la Revolución Institucionalizada, de Luis Javier Garrido, uno de los más insignes intelectuales del Siglo XX mexicano, obra que se convirtió en un clásico de la Ciencia Política mexicana y que inauguró una ruta historiográfica que influyó sobremanera en el estudio de los partidos políticos en nuestro país.

El libro de Garrido fue definido por un jurado universitario de la Sorbona de París, encabezado por el teórico Maurice Duverger, como “la investigación más completa” que se haya hecho sobre un partido político en América Latina, y en ese estudio, el intelectual mexicano dio un aporte central gracias a que reformuló con acierto una pregunta metodológica. Mientras los científicos mexicanos solían preguntarse cómo era el PRI, y llegaban a respuestas acertadas pero parciales sobre la definición del Partido, Garrido entendió que la pregunta que había que hacerse era no la de “cómo es el PRI”, sino “cómo había llegado a ser así el PRI”.

El resultado de la investigación arrojó un hecho revelador. El PRI no era un partido hegemónico, como aseveró el teórico italiano Giovanni Sartori, porque para que un partido logre preeminencia por la hegemonía se requiere de que ese partido goce de convencimiento social, es decir, tanto partido, sociedad política y sociedad, comparten un sentido común que no es una imposición vertical sino resultado de una reciprocidad e ida y vuelta, lo cual le da legitimidad al gobierno, en un hecho donde todos los partidos democráticos tratarían de ganar ese consenso y ser hegemónicos.

Y la preeminencia del PRI no provenía de ese convencimiento social y de esa legitimación. El dominio priista de la vida pública provenía de que ese partido tenía una relación privilegiada con las instituciones estatales mexicanas, cuyos recursos materiales, logísticos, monetarios y simbólicos usufructuaba de manera ilegítima, y en exclusiva, lo que, aunado a un silencio social, hacía en los hechos imposible la competencia democrática, porque ningún otro partido contaba con esos recursos y por ende podría ganar alguna elección.

Así, el PRI no era un partido hegemónico sino un Partido de Estado, esos que definimos como aquellos que no nacen de la sociedad para ganar democráticamente el  poder, sino que nacen desde la cúspide del poder para conservarlo. Así, la fortaleza priista no nacía de una vigorosa representación social, sino, entre otras cosas, de un acceso ilegítimo a recursos estatales y a un verticalismo presidencialista que fungía de un complejo arbitraje de las disputas políticas, donde el Presidente ejercía, con un poder descomunal, al mismo tiempo, de Jefe de Estado, Jefe de las Fuerzas Armadas y Jefe de Partido.

No puede entenderse la ausencia de información y de crítica en el Siglo XX sin asumir a Jacobo Zabludovsky como el principal publirrelacionista del priismo por años, y como voz cantante de la persecución ideológica a las oposiciones partidistas y sociales.

Más aún, Televisa, como Quinto poder, acrecentó su poderío económico al amparo del PRI, en una serie de connivencias no sólo editoriales sino empresariales y en el usufructo del espacio radioeléctrico, que es un bien nacional. Con esos elementos, vale pensar que cuando se habla de los recursos simbólicos del Estado, la referencia central sea a Televisa y su forma inequitativa, injusta y vil de otorgar acceso a sus medios, sobre todo la televisión, espacio que jugó un rol tan determinante en el pasado reciente, que terminó por gestar un poder de tal tamaño, que de 2005 a 2012 construyeron una candidatura presidencial, con un figurín de opereta como Peña Nieto como guiñapo, quien al final benefició ilimitadamente a la televisora.

Son esas ausencias de la responsabilidad de Televisa en el fortalecimiento del PRI lo que le resta lustre a la serie hoy expuesta. Pareciera ser, en el mejor de los casos, un intento tardío de revelar las cosas a toro muy pasado, ya en un momento donde denunciar el fraude de 1988 o las bajezas del PRI salinista tiene importancia de memoria histórica, pero no de oportunidad periodística, pues las cosas tienen que informarse no sólo con veracidad, sino también en su momento.

En el peor de los casos, el documental podría ser un intento de Televisa de deslindarse del monstruo que ayudó a crear. Pero es ahí donde surgen las dudas. Podrá desaparecer el PRI, pero no el priismo. Y también eventualmente podrá desaparecer Televisa, pero no eso que llamaríamos el televisismo, es decir, el oportunismo y silenciamiento de la información en función no del interés público sino de intereses facciosos. Y ahí está la cargada mediática reciente en favor del porro Alito, para ejemplificarlo.

Héctor Alejandro Quintanar

Héctor Alejandro Quintanar

Héctor Alejandro Quintanar es académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, doctorante y profesor en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Hradec Králové en la República Checa, autor del libro Las Raíces del Movimiento Regeneración Naciona

Lo dice el reportero