Juan Carlos Monedero

¿Criticar a los gobiernos de izquierda por Gaza?

"Ninguno de nuestros gobiernos, con la salvedad de Colombia, está haciendo nada que realmente impida el genocidio en Gaza. Algunos gobiernos presentan en su favor, como adalides de la oposición al genocidio palestino, declaraciones de enfado del Gobierno de Netanyahu o de Trump por alguna medida que hayan tomado".

Juan Carlos Monedero

02/10/2025 - 12:03 am

Hay una discusión en todo el mundo progresista acerca de si nuestros gobiernos, en especial los de izquierda, están haciendo lo suficiente para frenar el genocidio en Gaza. Hay una tentación en la opinión crítica de salir a defender a los gobiernos de izquierda, porque siempre están bajo el fuego implacable de una derecha que es capaz de defender una cosa y la contraria con tal de golpear a los gobiernos de Sheinbaum, de Lula, de Petro, e incluso de Pedro Sánchez o de Gabriel Boric, cuando no pocas de sus políticas son muy parecidas, cuando no idénticas, a las que desplegaría la derecha.

La respuesta es evidente: no, ninguno de nuestros gobiernos, con la salvedad de Colombia, está haciendo nada que realmente impida el genocidio en Gaza. Algunos gobiernos presentan en su favor, como adalides de la oposición al genocidio palestino, declaraciones de enfado del Gobierno de Netanyahu o de Trump por alguna medida que hayan tomado. De hecho, cuando algún gobierno se queja, la respuesta israelí es como si un comando hubiera extraído a Netanyahu de su escondrijo y lo hubiera llevado delante del Tribunal Penal Internacional. Ante una subida del tono del gobierno español sobre Israel, el Ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Gideon Saar, explicó este lunes pasado que Sánchez lo que intentaba era "desviar la atención de los graves escándalos de corrupción mediante una continua campaña antiisraelí y antisemita". Hay que reconocer que los sionistas son buenos amenazando: fuerzan que despidan a periodistas, llaman a sus directores, llaman a los rectores para que expulsen a los profesores críticos con el genocidio, presionan para retirar becas, compran periodistas mercenarios para que defiendan sus puntos de vista en las televisiones…

Toda esa presión, que tiene detrás los dólares, la dependencia militar de los EU del mundo occidental y, seguramente, la información que brinda Pegasus, es lo que explica que gobiernos cuya retórica sea claramente contraria el genocidio, no vayan mucho más lejos que lo que permite el marco diplomático que, si no se fuerza, nunca para las guerras y mucho menos un genocidio. ¿O ya nos hemos olvidado de que Netanyahu bombardeó sin comunicarlo Catar, un país aliado de EU, para asesinar a los negociadores palestinos? Por supuesto, Israel luego se disculpó con Catar. No volverá a suceder salvo que entendamos que queremos hacerlo. Todo en orden.

La verdad es que todo eso recuerda demasiado a esa broma del diario satírico El Mundo Today donde titulaban: 

“El portavoz de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, Jeremy Laurence, ha comparecido esta mañana para advertir a Israel de que la organización se está quedando sin eufemismos para referirse a las 'incursiones militares' de Israel en Gaza y ahora también en el Líbano. 'Yo mismo acabo de apurar las existencias de la expresión 'incursiones militares’ en este comunicado', admitía el portavoz.”

El Gobierno de Colombia de Gustavo Petro demuestra que se puede hacer algo más: esta semana ha expulsado a toda la delegación diplomática de Israel en Bogotá después de que la flotilla con ayuda humanitaria que viajaba rumbo a Gaza, donde hay dos ciudadanas colombianas, fuera asaltado por las fuerzas israelíes en aguas internacionales donde Israel no tiene ninguna jurisdicción. Es decir, la detención de los activistas de todo el mundo ha sido un acto de piratería. Petro había roto relaciones diplomáticas con Israel en 2024, manteniéndose un consulado con 40 personas, cuatro de ellos con estatus diplomático, que son los que acaban de recibir la orden de salir del país. Además, Petro ha suspendido el Tratado de Libre Comercio con Israel.

En el caso del Gobierno de España, Pedro Sánchez está destacando por hacer declaraciones que, sin embargo, no tienen efectos reales. Se sumó, sólo al final de la tarde, a las multitudinarias manifestaciones que impidieron en Madrid el fin de la vuelta ciclista a España. Lo que no impidió que los policías antidisturbios, que dependen de su gobierno, cargaran contra la gente que protestaba por la presencia del equipo ciclista israelí en la competición. No olvidemos que, por ejemplo, los equipos rusos fueron expulsados después de la invasión a Ucrania. También aprobó el pasado 23 de septiembre el embargo de armas a Israel, pero el propio texto del real decreto de ley señala que la legislación no hace otra cosa que “consolidar” las restricciones que ya estaban aplicándose. Para colmo, las importaciones de armas y tanques realizadas por España a Israel ascienden a 19,8 millones sólo este año. El Gobierno lo ha justificado por las "necesidades de la defensa nacional" y por "programas estratégicos" del Ministerio de Defensa. Sin dejar de lado que las bases militares norteamericanas en España tienen la potestad de hacer lo que les dé la gana en ese territorio. Cosas del colonialismo que también existe en Europa.

Igualmente el Gobierno de Pedro Sánchez se ha quejado ante el Gobierno de Netanyahu. E, incluso, ha hecho declaraciones contundentes:

"Una cosa es proteger tu país, proteger a tu sociedad y otra muy distinta bombardear hospitales y matar de hambre a niños y a niñas inocentes".

Lo que es indudablemente mejor que no quejarse, pero ninguna queja sirve para que los sionistas israelíes sigan tirando bombas y disparando balas que matan inocentes, muchos niños que alguien nos tendrá que explicar cómo entran en la categoría de terroristas y son, en virtud de tales, asesinados. Tampoco el resto de las nueve medidas que ha tomado, fácilmente sorteables, como no importar bienes que vengan de las zonas ocupadas por los colonos o no brindar servicios diplomáticos plenos a los colonos españoles invasores. 

En el caso de México está la dependencia de la diplomacia mexicana de sus usos y costumbres tradicionales. ¿No está haciendo nada el Gobierno de Claudia Sheinbaum? No es cierto. Lo contaba en estas páginas Fabrizio Mejía. Ya al final del Gobierno de López Obrador, el 24 de mayo de 2024, México se sumó a la denuncia impulsada por Sudáfrica en la Corte Internacional de Justicia por el genocidio, colaborando a que Naciones Unidas defina lo que pasa en Gaza y Cisjordania como genocidio. Por cierto, Sudáfrica es un país que ha elaborado de manera virtuosa el dolor del apartheid, a diferencia del dolor del Holocausto judío que no impide a los sionistas hacer su propio Holocausto contra los palestinos. Sheinbaum otorgó credenciales a la Embajadora palestina, ha defendido la creación de dos Estados, sacó de Gaza a 18 miembros de una familia palestina (lástima las otras decenas de miles que no tuvieron esa suerte) o ha pedido que las empresas mexicanas que hacen negocios sobre territorios den explicaciones.

¿Ha ayudado México a parar el genocidio? Evidentemente, no. Esto nos obliga a preguntarnos acerca de los límites de la acción exterior ante actos que repugnan a la más imperturbable conciencia humana. Porque la verdad es que ningún país, ninguno, ha sido capaz de evitar, frenar o terminar esta masacre. Y esto nos tiene que abochornar a todas y a todos.

El mundo de la diplomacia es un mundo donde funciona lo que Hobbes llamaba “el estado de naturaleza”, es decir, es una jungla donde las reglas se escriben para incumplirlas y donde el depredador, si tiene hambre, si cree que tiene hambre o si quiere decir que tiene hambre, va a devorar a la gacela más allá de lo que digan los papeles que regulan el apetito de los poderosos. 

Las reglas internacionales han sido un entramado escrito después de la II Guerra Mundial para sostener la hegemonía norteamericana y europea del planeta. Por eso, hasta hace tres años, todos los documentos de defensa norteamericanos hablaban de “un mundo basado en reglas”, es decir, un mundo que funciona como un mercado mundial, asentado sobre el dólar como moneda de intercambio internacional, donde las reglas globales están dictadas por la Organización Mundial del Comercio, por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, las agencias de rating, el sistema SWIFT, las bases norteamericanas desplegadas por el planeta como última instancia de fuerza y, como última instancia legitimadora, Naciones Unidas. Aunque fue en Naciones Unidas donde Colin Powell, el entonces vicepresidente norteamericano de George Bush, mintió sabiendo que mentía afirmando que había armas de destrucción masiva en Irak.

México tiene una tradición de no intervención, que es buena para ayudar a que el nuevo mundo termine de nacer -por ejemplo, no siguiendo a EU en su estigmatización de países-, pero es mala cuando uno podría esperar que un Gobierno progresista haría algo más para parar un genocidio que puede llevarnos a la III Guerra Mundial de manera generalizada. Porque si Netanyahu se sale con la suya, estará más cerca la invasión de Venezuela, el control del Amazonas, la creación de un protectorado norteamericano en el norte de México o la anexión de Panamá. Y entonces alguien repetirá: primero se llevaron a los palestinos, pero como yo no era palestino, no dije nada; luego se llevaron a los venezolanos, pero como yo no soy venezolano y Maduro es el villano universal, me callé, y así hasta que vengan a por uno y ya sea demasiado tarde porque no habrá nadie para ayudarte.

Que se puede hacer más lo demuestra Colombia, que además se ha atrevido a decir lo que cualquier persona decente debe pensar: que Donald Trump, el que ha mandado acabar con la vida de 17 personas en lanchitas en el mar Caribe, sin juicio, mandando destrozarles con misiles, es un asesino, igual que lo es Benjamin Netanyahu, judío de origen polaco y cuyo nombre original era Mileikowsky.

La flotilla Sumud ha sido interceptada en aguas internacionales sobre las que no tiene jurisdicción. Israel ha cometido un acto de piratería. El Gobierno de Sánchez, el de Sheinbaum, el de Meloni, han pedido que se trate bien a los compatriotas detenidos ilegalmente. Que se les repatríe. ¿Y ya? ¿De verdad?

Es la misma lógica del “Plan de Paz” de Trump y Netanyahu: se van a repartir como un gran negocio la tierra palestina, los culpables no recibirán ningún castigo, se romperá el suelo palestino en tres partes separadas, los negociantes harán sus grandes negocios, y las derechas de todo el mundo recibirán un claro mensaje: masacrar a tus adversarios, hacer un genocidio, es un buen negocio. 

Donald Trump indultó a los golpistas que asaltaron el Capitolio, de manera que el mensaje, de manera similar era: dar un golpe merece la pena porque la recompensa es infinitamente más alta que el probable castigo. Y si el golpe sale mal, luego te indulto.

Contra Hitler también protestaron los gobiernos de la época. Incluso enérgicamente. Hasta que Hitler bombardeó e invadió a esos países. Los gobernantes reciben muchas presiones para no molestar a los poderosos. Sólo hay una herramienta para que los buenos gobernantes hagan lo correcto: que haya millones de ciudadanos en las calles exigiendo que se tomen medidas eficaces. Y ahí se notará la diferencia de los buenos gobernantes que escuchen a su pueblo, y los que no escuchen y quieran seguir confundiéndolos diciendo una cosa pero haciendo la contraria para, en el fondo, no molestar ni a Israel ni a los EU.

Juan Carlos Monedero

Juan Carlos Monedero

Realizó estudios de licenciatura en Economía, Ciencias Políticas y Sociología. Es Doctor en Ciencias Políticas y profesor titular en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Hizo sus estudios de posgrado en la Universidad de Heidelberg (Alemania). Ha dado clases en diferentes universidades de Europa y América Latina y es profesor honorario en las universidades argentinas de Quilmes y Lanús. Ha asesorado a diferentes gobiernos latinoamericanos. Entre otros libros, ha publicado La transición contada a nuestros padres, El gobierno de las palabras, Nuevos disfraces del Leviatán, Dormíamos y despertamos, Curso urgente de política para gente decente (15 ediciones y publicado en cinco países), La izquierda que asaltó el algoritmo, El paciente cero eras tú y Política para tiempos de indiferencia (2024). Premio Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales de CLACSO en 2018. Ha sido ponente central en la conmemoración del Día Internacional de la Democracia en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York y en la 28 Sesión Regular del Consejo de Derechos Humanos en Ginebra. Tiene reconocidos tres sexenios de investigación. Es cofundador de Podemos, colabora en diferentes medios de comunicación y ha presentado durante cinco años el programa En la frontera en Público, donde tiene el blog Comiendo tierra.

Lo dice el reportero