
En estos días Klaus Schwab ha anunciado que dejará su cargo como presidente del Consejo de Administración del Foro Económico Mundial, del que es fundador. Aunque su retiro no se completará sino hasta 2027, sin duda el anuncio tiene un gran significado.
Más allá de la probada capacidad de Schwab para la gestión pública de uno de los foros más influyentes del mundo, habría que referirse, como parte de su legado, a dos libros en lo que expone y define la noción de la Cuarta Revolución Industrial.
En ellos, él discute el arribo de una serie de tecnologías innovadoras destinadas a cambiar exponencialmente la forma en que se crea riqueza. La Primera Revolución Industrial fue la que ocurrió en Gran Bretaña en los siglos XVIII y XIX, y de ahí se esparció al mundo, afectando significativamente a países como la India. La Segunda Revolución Industrial ocurrió, fundamentalmente, a principios del siglo XX. De ahí nació, por ejemplo, el fordismo, como una nueva forma de producción en masa. La Tercera Revolución Industrial comenzó en la década de los 60s del siglo pasado, y fue la que nos trajo la computadora y el mundo digital del Internet.
La Cuarta Revolución Industrial se funda en los logros de las otras tres revoluciones y comenzó más o menos a inicios del siglo XXI.
Esta revolución se funda en el desarrollo y convergencia de nuevas tecnologías, entre las que se encuentran la inteligencia artificial, la secuenciación de genes, la nanotecnología, la computación cuántica, el Internet de las cosas, los nuevos materiales, las cadenas de bloques, y muchas más. De acuerdo con Schwab, lo característico de esta revolución es que todas estas tecnologías van a interactuar a lo largo de los dominios digital, físico y biológico.
Estas tecnologías ya están teniendo un impacto en la vida de muchas personas en el planeta, incluido nuestro país. No obstante, todavía no se toma en cuenta de manera estratégica en los planes de Gobierno ni, en general, por los diversos actores de nuestra economía.
Por ejemplo, no existe una meditación de su impacto en el Plan México, a pesar de que afectará de gran manera a las industrias mexicanas.
Esta revolución está destinada a cambiar la manera en que se gestionan las empresas de todo tipo. Aunque varios de los nuevos CEOs en México y el mundo ya se han entrenado en el impacto de la Cuarta Revolución Industrial, aún no se toma conciencia generalizada de la forma en que transformará no sólo las formas existentes de creación de riqueza, sino la forma en que vivimos.
Quizás sería un buen momento para que empresarios, gobernantes, educadores y sociedad civil en general nos detuviéramos un momento para pensar las consecuencias económicas, políticas, sociales y éticas de esta revolución tecnológica. Después de todo, va a determinar, querámoslo o no, al nuevo México que ya se empieza a configurar.





