EU y sus amigos de la derecha latinoamericana necesitan guerras para sobrevivir. Ojalá nadie caiga en provocaciones. Sería el aliento que está suplicando.
Cuando los demócratas de Roosevelt le ganaron por cuarta vez a los republicanos, se inventaron el Comité de Actividades Antiamericanas, que veía comunistas y subversivos por todos lados. Como no podían encarcelar a Espartaco ni a Kirk Douglas, encarcelaron a Howard Fasst, que era el autor de la novela sobre el esclavo más famoso de la historia.
Fasst había reunido dinero para convertir un viejo edificio en Toulouse en un hospital para exilados republicanos españoles y eso le pareció intolerable al nazi McCarthy, que se parece tanto a los neonazis que estos días asedian al Presidente Maduro en Venezuela, al Presidente Petro en Colombia y a la Presidenta Sheinbaum en México. Porque no nos engañemos: o ganan los pueblos o ganan los Salinas Pliego, los Calderón, los Milei y los Trump. En las trincheras sólo hay dos lados.
El grado de contradicción que tiene ahora mismo el capitalismo está tan enredado que estos personajes de corazón golpista están dispuestos a quemar las naves. No sé si somos conscientes de que el uno por ciento de la población mundial, donde están los que firmarían una invasión norteamericana en México o en Venezuela, se han quedado con el 60 por ciento de la riqueza mundial que se ha generado en todo el mundo desde 2020, esto es, en los últimos cinco años. Tienen dinero, pero quieren más. Y les sobran los presidentes que quieren la riqueza de los países para repartirlo entre sus dueños, que es el pueblo.
Decía Marx que lo que caracteriza al capitalismo son sus contradicciones. No sabemos cuándo, pero recurrentemente revienta y esos momentos son cuando históricamente la renta se trasvasa de las mayorías a las minoría o cuando suceden las revoluciones. El capitalismo norteamericano está haciendo agua y las soluciones son drásticas. De momento, está claro quién va a hacer negocio en Gaza: el yerno de Trump, los capitales que le hicieron Presidente y Tony Blair.
La derecha mexicana y la colombiana están como la derecha norteamericana cuando ganaba y ganaba Roosevelt. Y Trump se ha dado cuenta de que es más fácil tuitear que gobernar. Por eso mandan portaaviones, contratan consultoras para movilizar a la generación Z, quitan visas, azuzan a sus medios contra los presidentes, rezan para que haya catástrofes, y confían en que Trump reviente todo y ellos recojan las migajas.
Es importante entender que Donald Trump quiere regresar al pasado intentando recuperar ocho grandes controles que tenía EU y que, o bien ya no tiene o los pretende controlar desde una evidente debilidad. Y que es lo que explica el enfado con los países que le dificultan volver a ser el más guapo en la ciudad. El enfado con Venezuela, Colombia o México recuerda el enfado que en tuvieron con Cuba en los 60, con Chile en los 70 o con Nicaragua en los 80.
Estos lugares de disputa serían los siguientes. Primero, el control de las rutas marítimas, que es por donde discurre más del 80 por ciento del comercio mundial y tiene en los puertos sus atractores. EU ha visto con muy malos ojos el puerto de Chancay y presionó con todo para que Panamá sacara a China del país.
En segundo lugar, el control del comercio mundial, con la desbordante competencia de China y que parece imposible de frenar. En tercer lugar, el control de los recursos energéticos, donde aparece Venezuela como el país del mundo con más reservas de petróleo reconocidas. Ya escuchamos a Trump decir que era una lástina no haber tumbado a Maduro y ahora el petróleo les saldría gratis.
En cuarto lugar, y que va a suponer una pelea a cuchillo entre los dientes, el control tecnológico, con una lucha desesperada por controlar la IA y el mercado de semiconductores vinculado a la primacía militar. Acaban de nombrar tenientes-coroneles del ejército norteamericano a ejecutivos de Palantir, de Meta y de Open IA. Atención: nuevos oficiales del ejército norteamericano que salen directamente de las empresas tecnológicas. Palantir, dirigida por Alex Karp, una persona con ideas fascistas, está concentrando toda la inteligencia política militar norteamericana, al tiempo que recibe jugosos contratos con la CIA y el FBI.
En quinto lugar está el control de la moneda de reserva internacional, que es el dólar desde 1945, así como del sistema financiero internacional (FMI, CIADI, mecanismo Swift). Uno de los primeros enfados de EU con Chávez fue precisamente que planteara usar otras monedas en el intercambio internacional de petróleo. En sexto lugar está el control de las armas y del curso de las guerras, que explica las más de 200 intervenciones norteamericanas entre 1950 y 2025, cuyos últimos episodios son el genocidio en Gaza, el asedio a Venezuela y la voladura con misiles de pequeñas lanchas en el Caribe).
Séptimo, el control de la diplomacia global. Como venimos contando, EU se está quedando mayoritariamente sola en importantes votaciones en Naciones Unidas, entre ellas en asuntos relacionados con Cuba y Venezuela, al tiempo que constata que su antaño obediente “patrio trasero” ya no le obedece. En octavo lugar, el control de la hegemonía cultural, que perdió con el auge de otras culturas, como la latina -muy evidente en la música y la literatura- (cómo no recordar el enfado de Trump con que Bud Bunny interviniera en la Super Bowl, negándole incluso la nacionalidad norteamericana pese a ser boricua, portorriqueño. Igual ocurrió con el nombramiento del Papa Francisco y luego de León XIV o con la soledad de Trump con asuntos como el negacionismo climático o la concesión del Premio Nobel “de la paz” a una enemiga de los derechos humanos como la venezolana María Corina Machado).
Es en este desesperado intento de mantener la primacía en estos ámbitos está llevando a que una parte del establishment norteamericano dé por perdida la batalla contra China y proponga concentrar sus esfuerzos en lo que Monroe llamó en 1823 su “patio trasero”.
Y es aquí donde cobra toda su fuerza el ataque permanente contra la soberanía de Venezuela, primero con Hugo Chávez, y ahora con Nicolás Maduro, a donde se suman las controversias con la Colombia de Gustavo Petro, el México de Claudia Sheinbaum, el Brasil de Lula Da Silva e, incluso, el Canadá de Mark Carney o la España de Pedro Sánchez. Venezuela sigue siendo el villano universal porque la recuperación de su soberanía con Chávez y su mantenimiento con Maduro es un firme obstáculo para la recuperación de la hegemonía global que ha perdido EU.
Y, por cierto, no hay que descartar que María Corina Machado haya engañado otra vez a Trump diciéndole que si acercaba muchos barcos armados hasta los dientes a las costas de Venezuela, se iba a levantar el pueblo y los militares. Eso no va a ocurrir, e intervenir en Venezuela multiplicaría la soledad norteamericana.
Estamos en 2026 y Venezuela puede ser para EU el detonante del fin de su hegemonía. Trump, salvo el apoyo de las oligarquías latinoamericanas que están en la oposición (y prefieren una invasión norteamericana a estar fuera del poder), o de países fracturados como Argentina o El Salvador, no tiene apoyos para hacer sonar sus tambores de guerra. El comunicado de la CELAC firmado en Santa Marta lo deja claro: América Latina no quiere guerra.
Al tiempo, Trump sabe que pocos llorarían su desaparición. No sabemos a dónde llegará la desestabilización interna que crece con sus ataques a los lugares donde gobiernan los demócratas -el último, el Nueva York del nuevo Alcalde Zohran Mamdani-, y con la cacería de migrantes o de personas de origen migrantes que está prendiendo fuego al país. Está llevando a demasiada gente al precipicio. Ojalá nadie caiga en la provocación: porque lo único que puede salvar a Trump y sus amigos es la violencia.
Al Presidente norteamericano le pasa como al dictador que retrató García Márquez: no tiene quién le escriba o, quien lo hace, le manda cartas sólo para mentirle. Marco Rubio le prometió el apoyo de los gobiernos latinoamericanos y le dio por hecho que Maduro estaba a punto de caer. En ese entorno le dijeron también que Petro iba a caer y, como si fuera un descerebrado, le presentaron un plan con el Presidente Petro y el Presidente Maduro vestidos de naranja con Inteligencia Artificial como presos de Guantánamo. Para que el perro de Pávlov autoritario salivara. Son idiotas hablándole a idiotas.
Desde México, Salinas Pliego y Calderón se desesperan. Querrían su guerra, pero EU ya tiene bastante con lamerse sus heridas
Las bestias heridas dan zarpazos y si te alcanzan, te hacen daño. Pero esos intentos desesperados son los que acaban con sus últimos alientos.





