Juan Carlos Monedero

Honduras: laboratorio para Donald Trump

"Lo que Donald Trump ha hecho en Honduras lo va a hacer en todas y cada una de las próximas elecciones en América Latina. Si el continente tarda demasiado en pararle los pies, habrá que repetir aquello de 'primero se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista no dije nada...'.

Juan Carlos Monedero

05/12/2025 - 12:03 am

trump
Donald Trump preparándose para responder preguntas de reporteros, en la Casa Blanca, en Washington, DC, Estados Unidos. Foto:Hu Yousong, Xinhua.

 Honduras es otra muesca en el revólver de esa organización para delinquir que es el gobierno de los EU. Trump quiere proscribir a toda la izquierda, por supuesto, también a la de dentro, y cada vez que acaban con un gobierno de izquierdas, brindan con Coca-Cola. Lo que ha hecho en Honduras, Trump lo ha vivido como un laboratorio para las próximas elecciones en el continente. Han vuelto a activar lo del “patio trasero”.

El gobierno de los EU es un gran lobby mafioso que cobra por sus gestiones. Circulan informaciones que dicen que los grupos empresariales hondureños fueron los que pagaron por el indulto al expresidente Juan Orlando Hernández, condenado en EU a 45 años de cárcel -y cinco de condicional- por traficar con 400 kilos de cocaína que terminaron en las calles norteamericanas. El indulto lo habría gestionado un abogado que, a la vez, es consultor de Salvador Nasralla, candidato del Partido Liberal. Qué triangulaciones han operado pertenece al mundo de la especulación, aunque es evidente que tanto el Partido Liberal como el Partido Nacional, al que pertenece el exnarcopresidente Hernández y Tito Asfura, para quien Trump pidió 48 horas antes de las elecciones el voto, coincidían en querer que no ganase la candidata de la izquierda, Rixi Moncada, a la que las encuestas señalaban como ganadora.

El resultado de las elecciones en Honduras es peligroso para la democracia en América Latina. En primer lugar, porque el hecho de que EU fomente al candidato de un partido que puso a un narcopresidente y que terminó finalmente preso en una cárcel norteamericana es una señal brutal de que para Trump, todo vale. EU te mete en la cárcel por narcotraficante, te indulta luego diciendo que el hecho de que haya droga en el país no es culpa del Presidente (¿eso valdría para Venezuela?), al tiempo que dice que va a tumbar al Presidente Maduro acusándole, sin pruebas, de ser jefe de un cártel. La conclusión es clara ¿a quién le importa nada la verdad?

Como si de un emperador romano se tratara, Trump subirá o bajará el pulgar a favor o en contra de una persona en virtud del cálculo económico que, como lobista, haga, sin consultarlo siquiera con asesores que sepan algo de geopolítica ni con economistas que calculen los efectos de sus decisiones. Ahí está la montaña rusa de los aranceles, el odio y la amistad con Kim Jon Un o con Lula o con Mamdani o soltar a un condenado por narco que es del mismo partido al que, supuestamente, quieres ayudar.

Esa condición zigzagueante no sólo marea a los líderes de otros países, sino que los aturde y los convierte en títeres. ¿Cómo es posible que EU suspenda el espacio aéreo de un país latinoamericano, como ha hecho en Venezuela, sin que el 100 por ciento de los demás países, sean de derechas o de izquierdas, digan que eso es una barbaridad que sigue dinamitando las más básicas reglas del derecho internacional?

A 48 horas de las elecciones, Trump amenazó a los hondureños si votaban a la candidata de la izquierda. En Honduras, EU no es cualquier país, pues las élites hondureñas durante años, con el partido liberal y el partido nacional, construyeron el marco de que lo mejor que le puede pasar a alguien de Honduras es irse a trabajar y a vivir a EU. Además, mandaron, según ha denunciado la candidata Rixi Moncada, más de un millón de mensajes personales a los teléfonos celulares de los hondureños amenazándoles con el cierre del envío de remesas de los trabajadores del país en EU si ganaba la izquierda. Cuando esos comportamientos se atribuyen a Rusia, se cierran en Europa incluso los canales televisivos o las redes sociales en las que participa el gobierno de Putin. En buena regla ¿no debiera América Latina prohibir los canales norteamericanos y las redes sociales en las que participe el gobierno de EU o empresarios que hayan financiado al Presidente Trump?

Se alertó desde el comienzo de que el conteo rápido, el llamado TREP, iba a estar manipulado, pues se hicieron públicos unos audios donde gente del partido nacional, del CNE y del ejército conspiraban para manipular esos datos. En cualquier caso, ninguna encuesta del entorno del gobierno detectó el resultado que hoy se presenta como válido (empate técnico de los dos partidos tradicionales y el tercer lugar, muy alejado, de la candidata de la izquierda). Esto generó una inicial consternación, porque las expectativas eran de una victoria holgada.  

Es importante resaltar que la maquinaria mediática hondureña, en manos de la derecha, fue preparando el escenario del indulto del narcopresidente Juan Orlando Hernández, virando la imagen que había en el país de un corrupto, asesino (murieron muchas personas en la represión de las protestas), nepotista y narco que se saltó la Constitución para reelegirse, hacia la de una víctima por la que sufría su devota familia. En esa reconstrucción, JOH parecía un creyente lleno de religiosidad y no lo que realmente es, un corrupto que, junto a sus familiares y amigos, se robaron el país, se involucraron en el narco, reprimieron al pueblo, vulneraron las leyes y financiaron la campaña electoral con dinero del Chapo Guzmán y del robo a la haciendo pública. El candidato de ese partido puede ser el próximo Presidente de Honduras.

Hemos dicho que el gobierno de EU es un negocio en el que participan las derechas de todos los países si pasan por caja. En Honduras, la agenda de Juan Orlando Hernández coincide con la del exembajador de EU Carlos Trujillo, incorporado a los grupos económicos vinculados a la congresista norteamericana María Elvira Salazar, la que dijo que cuando cayera Maduro, las petroleras norteamericanas iban a disfrutar de un festín. En qué dios creerá esta gente tan religiosa…

El caso de Honduras debe también hacer entender a la izquierda que una parte sustancial de las campañas electorales se juega en las redes. Si tiene cien veces menos seguidores en Instagram, Facebook o TikTok, es complicado llegar al votante más joven. De la misma manera, alcances espectaculares logrados durante este gobierno, como el millón de personas que han salido de la pobreza o las 900 mil personas que tienen luz y han salido de la pobreza energética o la creación de nuevos hospitales públicos, si no se comunican adecuadamente no se convierten en votos. La izquierda que no comunica es una izquierda que se marchita.

El evidente fraude que supone la injerencia norteamericana, los cientos de miles de votos contabilizados que no usaron el sistema biométrico y las irregularidades que mostrarán las actas electorales (en las más de 20 mil meses había interventores del partido LIBRE que fotografiaron el resultado electoral), no ocultan que tanto el Partido Liberal como el Partido Nacional han recibido un resultado alto que no se corresponde con lo que significan para el país. Es probable, por tanto, que una parte de los hondureños no haya evaluado positivamente la gestión de Xiomara Castro.  

Para algunos observadores, el gobierno de la izquierda habría mostrado debilidades a la hora de enfrentar las estructuras de poder del país (los 25 grupos económicos y las 10 familias), no habría avanzado lo suficiente en el trabajo de base en el partido LIBRE, no habría avanzado lo suficiente en la lucha contra la corrupción y no habría satisfecho las expectativas de algunos grupos, como el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras, que es la organización a la que pertenecía la activista Berta Cáceres, asesinada en 2016 por terratenientes, precisamente durante el Gobierno de Hernández.

Otro mensaje de las elecciones hondureñas es la necesidad de activar la renovación generacional para convocar a gente más joven. Se corre el riesgo de pensar que sucesos fundadores de movimientos (el 15M en España, la revolución ciudadana en Ecuador, la revuelta del agua en Cochabamba en Bolivia o el golpe de 2009 en Honduras) significan lo mismo para los que vinieron después. Y no es así. Además, en países jóvenes, si los van a representar mayores, es importante que la comunicación realmente exista. Hay que tener cuidado con los mitos fundacionales, tanto para derribarlos como para mantenerlos.

La renovación de los liderazgos se está demostrando una de las espadas de Damocles de los gobiernos de izquierda. Las renovaciones se han zanjado con catástrofes, divisiones, derrotas o fraudes en casi todos sitios, salvo México y Venezuela.

América Latina es un continente en disputa. Vemos que a veces gana la derecha y otras veces gana la izquierda. Pero hay un problema de fondo: cuando gana la derecha, se alinea absolutamente con el gobierno de los EU. Y cuando gana la izquierda, se pone invariablemente a la defensiva.

Lo que Donald Trump ha hecho en Honduras lo va a hacer en todas y cada una de las próximas elecciones en América Latina. Si el continente tarda demasiado en pararle los pies, habrá que repetir aquello de “primero se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista no dije nada, luego se llevaron a los socialistas, pero como yo no era socialista, no dije nada, luego se llevaron a los judíos… Hasta que vengan a por el siguiente".

Son tiempos de hacer buenos diagnósticos, que señalen el agotamiento de la vieja política, que entiendan lo que piensan y necesitan los pueblos y que se atrevan a ponerlo en marcha porque la alternativa va a ser, otra vez, socialismo o barbarie, o, de manera más evidente porque está llamando a la puerta, democracia o guerra.

Juan Carlos Monedero

Juan Carlos Monedero

Realizó estudios de licenciatura en Economía, Ciencias Políticas y Sociología. Es Doctor en Ciencias Políticas y profesor titular en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Hizo sus estudios de posgrado en la Universidad de Heidelberg (Alemania). Ha dado clases en diferentes universidades de Europa y América Latina y es profesor honorario en las universidades argentinas de Quilmes y Lanús. Ha asesorado a diferentes gobiernos latinoamericanos. Entre otros libros, ha publicado La transición contada a nuestros padres, El gobierno de las palabras, Nuevos disfraces del Leviatán, Dormíamos y despertamos, Curso urgente de política para gente decente (15 ediciones y publicado en cinco países), La izquierda que asaltó el algoritmo, El paciente cero eras tú y Política para tiempos de indiferencia (2024). Premio Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales de CLACSO en 2018. Ha sido ponente central en la conmemoración del Día Internacional de la Democracia en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York y en la 28 Sesión Regular del Consejo de Derechos Humanos en Ginebra. Tiene reconocidos tres sexenios de investigación. Es cofundador de Podemos, colabora en diferentes medios de comunicación y ha presentado durante cinco años el programa En la frontera en Público, donde tiene el blog Comiendo tierra.

Lo dice el reportero