Fiesta de cera

12/01/2013 - 12:01 am

Todos iban rumbo al sueño tijuanense que solo se da una vez al año. Forzosamente se vieron obligados a pasar por la casi amarilla Plaza Santa Cecilia y su exuberante contraste de ambientes: desde infinidad de bares para todos los gustos, con hoteles arriba o a un lado, hasta la espera del mariachi a ser contratado por alguien que no fuera solamente el reloj monumental de a gratis…

La fiesta sería cerca de ahí, en el lugar menos pensado. Tia Juana felizmente se arreglaba para recibirlos engalanada con una blusa blanca estilo rancherito, combinando con una falda larga de florecitas café y su rebozo negro ondulante que no alcanzaba a cubrir las canas acumuladas a lo largo de 118 años. Con las manos empalmadas ya estaba lista para recibir a los invitados, ahora a ella le tocaba ser la anfitriona. El primer invitado en llegar fue Sylvester Stallone, con sus guantes de box y saludando de beso a la más querida de la comarca y a la vez refugiado en su violenta terquedad de querer golpear a un ruso y su famosa frase doblada en sus películas -no duele-.

El salón se encontraba tapizado por paredes grises, iluminación tenue y musicalización programada dependiendo el personaje presente, ahora sería el turno de Vicente Fox con sus botas inseparables conversando con Miguel Hidalgo en medio del olor a cera y felicitándolo por su ardua lucha en la revolución mexicana, a lo que el héroe nacional frunció su entrecejo y comenzó a molestarse gritando -¡Sacrifíquenlo!- grito que a lo no muy lejos alcanzó a escuchar un azteca y acudió a colaborar con la causa recostando al ex presidente en una mesa, amarrándolo de sus extremidades y sacándole el corazón a sangre fría, en medio de la multitud y todo eso por su tremenda ignorancia.

En medio de sollozos infantiles, sus últimas palabras fueron: -¡Ya no lo vuelvo a hacer!- y Tia Juana tras ver muerto a un invitado suyo pretendió que no ocurrió nada y dijo:

-¡Que siga la fiesta!-

Del otro lado del salón, Madonna se encontraba exhibiendo sus senos en forma de pico en un traje oscuro y cabellos alborotados, en revelación a sus primeras señales de mujer a  Mahatma Gandhi, quien impresionado se quitó los lentes y peló los ojos para no perder de vista “esa obra de arte erótica”, olvidando sus ideales políticos indios y consumiendo discretamente lo que la cantante trataba de violentar años atrás: las normas impuestas en relación a la sexualidad un tanto reprimida en ese entonces.

Por supuesto que Emiliano Zapata no podía faltar. Al llegar a la fiesta se quitó el sombrero y se acomodó el bigote. -Hola Tía Juana. ¡Hola Rita tan guapa como siempre!, Hola Bill, ¿Cómo está Hillary? , Hola mi Luismi, ¡que piel tan suave! Hola Lolita, Hola Marilyn, Hola Eddie, Hola Damasio, Hola Pedrito, Hola Julia, ¿qué dice el mejor amigo?-.

Al terminar de saludar a todos se acercó con sus amigos de siempre, Drácula y Michael Jackson. Conversaron muy poco, bebieron mucho y cantaron Billie Jean con todas sus fuerzas. La capa negra de Drácula no les impidió aventarse a bailarla con los pasos originales.

Un poco más hacia el fondo, estaba Frida Kahlo con su andar folclórico que la caracteriza y esta vez acompañada del sol, Luis Miguel, olvidándose de Diego Rivera y refugiada en la discusión suave como la brisa del verano, como siempre la soñó, acerca de pertenecer al Partido Comunista Mexicano.

Mientras que en la pista de baile, animando al resto, se encontraba Perez Prado y sus ondas blanquidoradas a lo largo de sus brazos,  acompañado de su  orquesta cantando el ¡maaaaaaaaambo! e invitando a bailar a quien se dejara, en este caso la misericordiosa y dulce Princesa Diana, quien aprendía a moverse contoneando los hombros y caderas, rodeando al rey del Mambo y al mismo tiempo manteniendo el equilibrio para que no se le cayera la corona.

Atentos al baile y coqueteando estaban Elvis Presley y María Félix, tan glamorosos como siempre. Ni modo, parece que “¿Te acuerdas de Acapulco?” no fue suficiente para ella, Agustín Lara, parece que la preferencia a lo extranjero gana.

Verónica Castro se lamenta hipócritamente perdida en la mirada de fondo de botella de John Lenon y su Imagine all the people por la paz mundial en este mundo salvaje…

Y fue así que se alborotó la locura alucinante de la que nadie habla, en el punto de reunión: El museo de Cera de Tijuana, donde abundaron grandes ausentes, como algunos de los escritores más destacados y sin embargo logró atrapar algunos curiosos, ansiosos de asistir a la fiesta de cera.

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