Aún a riesgo de quedar como una amargada y de, como dice mi padre, tener una visión distorsionada y triste del amor diré que no me gusta el día de San Valentín.
La gente se siente con el derecho de restregarte su pareja en la cara, las tiendas se llenan de objetos rosados y rojos con corazones y lazos, las discotecas y restaurantes triplican sus precios y toda la ciudad tiene un regustillo a sentimiento falso y desesperación.
¿Cómo un día dedicado al amor puede parecer tan horrible? Personalmente me parece que es la fecha: el 14 de febrero es todavía invierno (bueno, no en el Hemisferio Sur), parece que recién se han terminado las Navidades - “¿Otra vez? ¡Pero si ya te dije que te quería hace un mes!” – pero, sobre todo, porque conmemora la MUERTE de San Valentín, ¿qué sentido tiene eso?. Según la tradición católica, este sacerdote desobedeció la orden del emperador Claudio II de prohibir las bodas de los jóvenes soldados para que estos no se desconcentraran en la batalla y casaba a los enamorados en secreto. Cuando lo descubrieron, por supuesto, lo encarcelaron y lo torturaron.
Así que en teoría, deberíamos celebrar San Valentín huyendo de casa y casándonos. ¿Qué? No hay valor, ¿no? Comprar una caja de bombones con forma de corazón es mucho más fácil, ¡qué comparación!.
Tenían que ser los paganos
Sin embargo, la celebración es más antigua y tiene origen pagano. Concretamente en las festividades romanas del mes de febrero de Lupercalia - conocida como la “fiesta de la licencia sexual” - y Juno Februata, durante la cual se introducían los nombres de los adolescentes en una jarra y ellos mismos extraían los trocitos de papel al azar. Los muchachos y muchachas escogidos se unían en juegos eróticos durante las festividades y continuaban como pareja sexual durante el resto del año. Sin corazones, ni flores ni mamarrachadas. Sexo con túnicas y diademas, mi favorito.
Claro, después de la conversión del imperio romano al cristianismo por Constantino todas las festividades paganas fueron sustituidas por las de la nueva religión y éstas no fueron la excepción. De hecho, apuesto a que fueron la prioridad y el primer obispo nada más pisar el poder romano gritó “¡hay que eliminar Lupercalia!”. Aunque luego les costó más de cien años hacerlo. Normal…
Así que las sustituyeron por la celebración de la muerte de San Valentín que, coincidentemente, había sido ejecutado ese mes y había casado parejas cuando estaba prohibido. Así que sustituyeron el sexo por el amor. Perfecto. Gracias.
Invento estadounidense
Por supuesto he hecho aquí un resumen muy simple de la historia, pero les animo a que busquen más información. Yo voy a dar un salto de unos mil quinientos años. Concretamente hasta 1847 cuando Esther Howland recibió en su casa de Nueva Inglaterra una tarjeta de San Valentín de una amiga en Europa. Le gustó tanto el gesto que comenzó a fabricarlas de forma artesanal y a venderlas. Y así se empieza a comercializar el día de San Valentín. Perfecto. Gracias.
Así que la industria vio un filón: ¡el amor vende y nosotros sin saberlo! Y desde entonces los meses de febrero llenan los almacenes de las tiendas de cosas rosadas y rojas, ositos, chocolates, collares de corazones (y del símbolo de infinito que fue muy “in” el año pasado); también se nos llenan los televisores de anuncios de perfumes, escapadas románticas… Y hasta portales de citas como Match.com o Meetic reconocieron el año pasado un incremento del 6% de inscripciones Premium respecto al resto del año.
Toda una industria para poner el amor al alcance de la mano y con sólo una módica compra puedes demostrar a tu pareja todo lo que sientes por ella. Porque ¿sientes algo por ella no?
- ¿Cómo se te ocurre vivir sin estar enamorada? – pregunta el día de San Valentín.
- Ehhh... – contesto.
- ¿Cómo se te ocurre estar con alguien y no decirle que le quieres?
- Ehhh… - contesta un muchacho agobiado.
Eso es lo peor del día de San Valentín, no el hecho de que haya un día para celebrar el amor entre dos personas – el amor es algo que olvidamos muy fácilmente – es molesto que haya un día donde personas que no se quieren en absoluto pretendan hacerlo y se hagan regalos de plástico para un amor de plástico.
¿Y DESPUÉS? ¿A DÓNDE VAN TODOS ESOS OSITOS Y CORAZONCITOS QUE NADIE HA COMPRADO?
¿Al mismo lugar que los amores rotos y las ilusiones perdidas? ¿Se guardan para el año que viene? El portal “Ecologistas en acción” hizo un estudio del impacto ambiental de todos los productos que se fabrican para San Valentín que no se deben perder: Interesante, el mal amor contamina.
Y deben ser muchos porque ¿cuánta gente enamorada y feliz existe en el mundo? Si la comparamos con los que acaban de romper una relación, los que no han tenido sexo en meses, los que están con una persona sólo porque sí o no saben si la relación está lo suficientemente consolidada como para regalar una tarjeta de corazón (¡una tarjeta con un corazón!)… No, no creo que haya mucha.
Lo bueno es que la gente se ha dado cuenta de ello y ahora hay muchas formas de celebrarlo: puedes ilusionarte con tu pareja y retomar el romance, cumplir una fantasía o probar algunos de estos juegos que explicó Diego: También la puedes pasar con tus amigos y ver la nueva temporada de Juegos de Tronos. Otra buena opción es celebrarlo a la manera original y buscar una pareja sexual esporádica para esa noche. Visto así, San Valentín no está tan mal. Algo divertido que hacer mientras esperamos la primavera porque, como dijo el actor y comediante estadounidense Jim Gaffigan “sin el día de San Valentín, Febrero sería… bueno, Enero”.




