Leopoldo Maldonado

Ecos de censura en la “tierra de la libertad”

"La libertad de prensa, la libertad de disentir y la libertad académica, pilares de cualquier democracia, están bajo el asedio del proyecto político trumpista. Se trata de una ofensiva grave no sólo por su magnitud sino por su origen. Nunca en la historia reciente un Presidente estadounidense había desplegado semejante virulencia contra medios y universidades."

Leopoldo Maldonado

19/09/2025 - 12:01 am

Donald Trump, respondiendo preguntas de los periodistas en la Casa Blanca, en Washington DC, el pasado 11 de septiembre. Foto: Hu Yousong, Xinhua

La ofensiva de Donald Trump contra los medios de comunicación, periodistas, universidades y voces críticas en Estados Unidos ha escalado a un nivel inédito. El Presidente de la (aún) nación más poderosa del mundo demandó por 15 mil millones de dólares al New York Times y a la editorial Penguin Random House, acusándolos de difamación por publicar investigaciones y libros críticos sobre su figura. A ello se suma la presión sobre instituciones académicas acusadas de antisemitismo por sus críticas a Israel. La cereza en el pastel fue la suspensión indefinida del programa del reconocido Jimmy Kimmel por presiones directas de la Comisión Federal de Comunicaciones. 

El caso más recientemente conocido de ataque a la libertad académica es el de la Universidad de Berkeley en California, que entregó al gobierno una lista con 160 nombres —entre ellos la reconocida filósofa Judith Butler— señalados en supuestas indagatorias por “antisemitismo”. Vale la pena resaltar que la instrumentalización política del antisemitismo es, además, reconocida por la propia comunidad judía estadounidense. De acuerdo con una encuesta difundida por el Los Angeles Times, el 72 por ciento de los judíos en ese país considera que Trump utiliza ese tema como pretexto para sancionar universidades incómodas

En el caso de la demanda por 15 mil millones de dólares contra el New York Times, Penguin Random House y periodistas -presentada por Trump en cortes federales de Florida- busca acabar con uno de los medios más importante de aquel país y del mundo. El hecho de que el Presidente demande sin bases, y para desgastar a medios y periodistas, es grave. Pero más grave es la pretensión económica, que en caso de concretarse, acabaría con cualquier empresa mediática del tamaño que sea. 

Suma a la evidencia de retroceso democrático el reciente y escandaloso caso de Jimmy Kimmel. A la manera de cualquier autocracia hecha y derecha, el presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones amenazó públicamente a la empresa ABC por los comentarios sarcásticos de Kimmel en torno al asesinato de Charlie Kirk. Pisoteando el más elemental entendimiento de la libertad de expresión, la mordacidad fue el detonante para acabar con un programa que ha sido persistente en su crítica al Presidente estadounidense. De hecho, el anuncio del cierre del programa fue celebrado por Trump en sus redes sociales.

La libertad de prensa, la libertad de disentir y la libertad académica, pilares de cualquier democracia, están bajo el asedio del proyecto político trumpista. Se trata de una ofensiva grave no sólo por su magnitud sino por su origen. Nunca en la historia reciente un Presidente estadounidense había desplegado semejante virulencia contra medios y universidades. La referencia más reciente la encontramos hace 70 años, cuando el macartismo de los años cincuenta, encabezado por el Senador Joseph McCarthy, persiguió a artistas e intelectuales bajo la sospecha de comunismo (hoy tradúzcase como “wokismo”/ “antisemitismo”/ “izquierda radical”). 

En aquella época de censura y autocensura, Charles Chaplin, Bertolt Brecht, decenas de guionistas de Hollywood y académicos quedaron en las llamadas “listas negras” reducidos al ostracismo. Hoy, el paralelismo resulta inevitable. Las acusaciones de antisemitismo contra quienes denuncian el genocidio en Gaza parecen usarse como pretexto para castigar la disidencia, sembrar miedo y la subsecuente autocensura. Caracterizar las críticas contra el gobierno como “discurso de odio” es, paradójicamente, la justificación para usar el poder del Estado para presionar medios y periodistas al grado de censurarles. 

Estados Unidos enfrenta un dilema de fondo. La nación que otrora se jactara de ser el modelo de las democracias liberales ahora es escenario de persecución a la crítica pública. En esta situación se marca una disyuntiva entre proteger el pensamiento disidente, o abrir la puerta a una época de demandas millonarias y “listas negras”. El primer camino fortalece su democracia; el segundo revive los fantasmas del macartismo y erosiona su pretendida autoridad moral frente al mundo.

En América Latina conocemos bien lo que significa cuando el poder convierte la censura en política de Estado. Por eso, mirar hacia el norte hoy no es mero voyeurismo, sino una advertencia para todo el mundo en plena regresión democrática global. La libertad de prensa y la libertad académica nunca son conquistas definitivas. Se defienden todos los días frente a todos los gobiernos, incluso ante aquellos que se jactan de vivir en “la tierra de la libertad”.

Leopoldo Maldonado

Leopoldo Maldonado

Es Director Regional de ARTICLE 19 Oficina para México y Centroamérica. Maestro en Derechos Humanos y abogado por la Universidad Iberoamericana. Es integrante del Comité Consultivo del Repositorio de Documentación sobre Desapariciones en México. Durante 15 años ha trabajado como activista y defensor de derechos humanos defendiendo migrantes, personas indígenas, periodistas y víctimas de violaciones graves a derechos humanos.

Lo dice el reportero