En una entrevista a modo para el canal Código Magenta, Ricardo Salinas Pliego aceptó (por fin) sus intenciones electorales como en confesionario a cielo abierto: "No es algo que yo esté buscando activamente [ser candidato a la Presidencia], pero […] si es necesario, pues haré lo que sea necesario”, confesó. Pero ahí mismo, acaso atormentado por la tirana conciencia o por alguna visita de los tres Fantasmas de la Navidad, el viejo Scrooge también delató un pesimismo revelador: “No estoy tan seguro de que estén dadas las condiciones para que yo pueda ser un candidato ganador", aseveró. Con ello, la entrevista engordó una moderada especulación —ceñida al círculo rojo y a sus micrófonos a sueldo— sobre la causa de tan sombría autoconfianza.
Lo primero que invade la mente del especulador congénito es aquella frase anónima atribuida a desde García Márquez hasta Joaquín Sabina: “Era un hombre tan pobre, que no tenía más que dinero". Ciertamente, cabría aceptar a regañadientes que en países desiguales los magnates ostentan capacidad de compra del mínimo poder político y mediático para al menos dar una última batalla en las inhóspitas urnas, donde la gente manda. Salinas Pliego, nada ingenuo en las bajas artes del dinero y las lealtades que éste compra, debe de saber algo que otros no. Excluyendo al amor, que en estos menesteres poco o nada importa, ¿acaso hay algo en el horizonte electoral de Ricardo, el ricachón, de precio inalcanzable? ¿O será, en cambio, que la alcancía está más perforada de lo sabido? Con ayuda de Dickens, es posible —y divertido— colmar vacíos.
El poder de la imaginación nos lleva a una fría oficina del Ajusco, aquella de donde alguna vez fue pateado en las posaderas José Ramón. Ahí la etérea figura del Fantasma de la Navidad Pasada —una fusión entre un niño y un anciano— irrumpe los sueños del viejo Scrooge, lo transporta en el tiempo y lo lleva frente al paredón de los recuerdos. La primera parada es en los registros de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), donde Hugo Salinas Price es vinculado con el fascismo circa 1964, cuando intenta fundar el extremista PNM bajo sospechas de espionaje extranjero en plena Guerra Fría. El espíritu lleva después al magnate al seno familiar, donde la frugalidad patriarcal extrema chocaba con el instinto de nepobaby de Ricardo, mismo que lo metía en líos constantes en el rígido Colegio Simón Bolívar, donde fue expulsado. La tercera parada es el área de importaciones de Grupo Elektra, donde el viejo Scrooge comenzó a trabajar en 1981 y donde, lejos de pedir mejores condiciones para los trabajadores, protestó por el raquítico sueldo —para sus pretensiones de vida— que le asignó el padre. Abrumado por el recuerdo del derrotero de la codicia tomado, el viejo Scrooge lucha con el fantasma hasta encontrarse de repente de vuelta en su oficina, donde cae en un profundo sueño hasta la llegada del segundo visitante.
El Fantasma de la Navidad Presente es el más jovial de los espíritus. Transporta al viejo Scrooge a un viaje revelador para mostrarle la alegría y la solidaridad de una vida humilde, pero honesta. La primera parada es “algún camioncito” urbano, donde lejos de la frustración y la envidia de ver sobrevolar helicópteros se respira la satisfacción del deber cumplido y se disfruta del genuino esfuerzo y no del privilegio legado, además con música de cumbia y no de orquesta infantil explotada por privados y financiada por gobiernos. La siguiente visita es por las bulliciosas calles de la Ciudad de México, donde la reducción de más de 13 millones de pobres por salarios más altos y nuevos programas sociales permite a las familias comprar un kilo más de tamales, invitar a un amigo sin planes de cena navideña, y colgar una piñata de Alito (PRI) para romperla a palos, a la Xóchitl Gálvez. Por último, el espíritu lleva al viejo Scrooge a una tienda Elektra, donde los flacos sueldos y las exiguas vacaciones llevan al doble turno laboral en plena Navidad. Casi al final del viaje compartido, el fantasma revela a dos niños demacrados que se esconden bajo su túnica: el niño “Ignorancia” y la niña “Necesidad”. Cerca ya de su partida, el espíritu advierte al viejo: “Cuídate de ambos y de todos los de su clase, pero sobre todo del varón, porque en la frente lleva escrita la Condenación, a menos que lo escrito se borre”. Intrigado, Scrooge pregunta si los menores “no tienen refugio ni salvación”, pero el fantasma sólo responde citando al propio magnate: “Yo no voy a pagar ni un rábano de impuestos… Si a usted le molesta mi yate, póngase a trabajar”, hasta desvanecer.
El Fantasma de la Navidad Futura es el más aterrador de los tres, ataviado con una túnica negra. El viaje inicia en el primer debate presidencial del 2030, donde el candidato puntero le recuerda al viejo Scrooge que en 2036 saldría de la presidencia a los 81 años de edad, un año más que Porfirio Díaz en 1911 y uno por debajo de Joe Biden en enero de 2024 y de Trump en 2028. Después, la parca figura lleva al viejo Scrooge a Buenos Aires, donde Javier y Karina Milei enfrentan múltiples juicios por presunto peculado, uno de ellos vinculado al portal argentino La Derecha Diario. De regreso a México, la huesuda apunta su dedo a un quiosco de periódicos donde las secciones de Negocios especulan con la venta parcial de Grupo Elektra por la acumulación de pasivos; las de Política publican encuestas que apuntan a la derrota de la ultraderecha, y en los Deportes queda confirmado el descenso del Mazatlán FC —ya sin subsidios—. Como última parada, el espíritu lleva al viejo a un cementerio abandonado donde yace una tumba cubierta de maleza que Scrooge remueve para leer la inscripción en la lápida mugrosa: AUDIENCIA DE AZTECA.
En ese instante, el viejo Scrooge mete la mano al bolsillo, saca su celular y tuitea enrabiado: “Me la sigues persinando, flaca muerta de hambre, te voy a demandar”. El fantasma, arrepentido por el tiempo perdido con quien creía un ser racional y razonable, desiste en su intento de redención, recordándole al autor y sus lectores que Dickens escribía alta ficción y que la realidad, en cambio, está dominada por cínicos mechacorta cuyo valor más preciado es el dinero heredado, pues sin él serían nada.





