Enrique Peña Nieto, el creador del Pacto por México que unificó al bloque conservador que ha sido derrotado de manera contundente en dos elecciones presidenciales seguidas, también regresa, pero a diferencia de Andrés Manuel López Obrador, quien en el video desde Palenque sobre su más reciente libro agitó la vida pública del país, el último presidente priista, un hombre al que le da flojera leer, no entusiasma a nadie y hasta les da penita a sus aduladores y beneficiarios que durante su sexenio se les hinchaban las manos de tanto aplaudirle.
Si tan orgullosos están del México antes de 2018, el de “la República democrática y libre que se nos ha arrebatado”, como dice Enrique Krauze, los jefes políticos e ideólogos de la derecha, que ya son abiertamente ultraderecha, deberían reivindicar a Peña Nieto, cuyas reformas “de segunda generación” siguen elogiando y doliéndose de que hayan sido ajustadas o desaparecidas junto con sus instituciones, precisamente porque ellos las colonizaron y usaron como fuente de enriquecimiento personal y faccioso.
Pero ni el PRI que encabeza Alejandro Moreno Cárdenas celebra que Peña Nieto regrese a México después de siete años de establecerse en España y de viajar a todo lujo por el mundo con el producto del saqueo en su Gobierno. Se avergüenza de su militante distinguido, tanto como de Carlos Salinas, siendo estos tres personajes lo mismo en corrupción. Pero tampoco se congratula el PAN, cuyos expresidentes Gustavo Madero y Ricardo Anaya eran sus grupis confesos y cuyos senadores y diputados gozaron de sobornos y moches como política de Estado.
Los empresarios nacionales, que tanto adularon a Peña Nieto por sus reformas y los contratos multimillonarios que obtuvieron, tampoco festejan su regreso. Callan. Y los medios y periodistas que se beneficiaron de los más de 60 mil millones de pesos sólo de publicidad oficial —y a los que también se les hincharon las manos de tantos aplaudirle— no le hacen fiesta tampoco, como cuando se le rendían, zalameros, como invitados al Palacio Nacional y a Los Pinos.
Tampoco los amantes de la mano dura se alegran del regreso a México de Peña Nieto, pese a que se volvió su referente cuando, el 3 y 4 de mayo de 2006 —hace casi 20 años— reprimió como Gobernador del Estado de México a los campesinos de San Salvador Atenco, cuyas mujeres fueron violadas, junto con la Policía Federal de Vicente Fox, en plena campaña presidencial. Esa misma política la aplicó como Presidente de la República en el desalojo violento de profesores del Zócalo, y en los asesinatos en Nochistlán, Oaxaca, para imponer la reforma educativa privatizadora del magnate Claudio X. González.
Tan irrelevante ha sido el regreso de Peña Nieto a México, dado a conocer por su biógrafo Mario Maldonado, autor de EPN: Confesiones desde el exilio, que hasta Televisa lo desdeña, pese a los negociazos que hizo con él desde que era Gobernador del Estado de México —incluida la boda con la actriz Angélica Rivera— y luego en un Presidencia de la República. Esta empresa mediática, que se acomodó a la Cuarta Transformación, hizo con él lo que con otras estrellas transitorias: Lo desechó.
Con Peña Nieto pasa lo que con Calderón y Salinas de Gortari: No pueden caminar por las calles de México sin ser repudiados. Ni con Vicente Fox pasa eso: Siendo una piltrafa moral, un traidor a la democracia, se le ve con lástima por su manifiesta decadencia.
No debería darle vergüenza a la derecha celebrar el regreso de Peña Nieto a México. Es corrupto, pero es su corrupto. Tampoco debería darle penita a todo el bloque conservador que Calderón, cómplice y amigo de éste desde el fraude de 2006, se coloque al frente a las movilizaciones contra Claudia Sheinbaum y la Cuarta Transformación. Es otro represor y ladrón, con todo y su narcotraficante Genaro García Luna en la cárcel en Estados Unidos, pero es su represor y su ladrón. No está mal que también inviten a Carlos Salinas de Gortari, a quien nadie debe escatimar su papel de constructor del PRIAN desde el fraude de 1988.
Una gran oportunidad de marchar de manera unitaria es la manifestación del próximo domingo 14 de diciembre, convocada desde el anonimato por la “generación zeta”, donde seguramente volverá a emerger como el gran líder Ricardo Salinas Pliego, el magnate deudor quien, de materializarse su proyecto, sería el primer aspirante presidencial en la historia en definirse de ultraderecha. Una maravilla.
Finalizo: Si en las calles la izquierda grita que “es un honor estar con Obrador”, en referencia al expresidente que recién puso a circular su libro número 21, que a la derecha no le dé vergüenza gritar que “es un honor estar con Peña hoy”. ¿Dónde quedó ese grito insurgente de “Peña, bombón, te quiero en mi colchón”? ¡Ánimo!





