Mario Campa

Los riesgos de la economía global en 2026

"Al morir el año, el consenso financiero espera que la inflación en los mercados desarrollados caiga en 2026. No obstante, por ese mismo anticipo de expectativas, cualquier desviación tomaría por sorpresa a los portafolios invertidos en bonos, con pérdidas sustanciales".

Mario Campa

24/12/2025 - 12:05 am

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Contra pronóstico, el 2025 fue un año aceptable para la economía mundial. En un informe publicado en octubre, el Fondo Monetario Internacional proyectó que el crecimiento se desacelerará del 3.3 por ciento en 2024 al 3.2 por ciento en 2025 y al 3.1 por ciento en 2026, con las economías avanzadas creciendo alrededor del 1.5 por ciento y el resto apenas encima del 4 por ciento. Dadas las circunstancias, encabezadas por los bandazos de política pública de Trump, evitar la catástrofe como el torero los cuernos arroja en el ocaso de 12 meses convulsos un saldo positivo. Sin embargo, las perspectivas para 2026 siguen siendo sombrías, mientras el mundo se adapta a un panorama marcado por un mayor proteccionismo y una subestimada fragmentación. Puestos los riesgos en la balanza, los llamados “negativos” dominan hoy día la conversación.

El enfriamiento del consumo en Estados Unidos o de las exportaciones en China es el mayor riesgo inminente. En Estados Unidos, la tasa de desempleo continuó al alza en noviembre y tocó 4.6 por ciento desde 4.2 por ciento hace un año; mientras, las búsquedas en Google de “ayuda con mi hipoteca” y “deuda de tarjeta de crédito” alcanzaron niveles no vistos desde la crisis financiera del 2008-09, y la confianza del consumidor registra niveles históricamente bajos. En China, la otra cara de lo que durante décadas fue la misma moneda, las ventas al exterior desafiaron expectativas y crecieron más de cinco por ciento en los primeros meses del año, atribuible a que los menores envíos a Estados Unidos encontraron compradores en otras naciones, aunque esta táctica como solución de largo plazo está aún a prueba. Si bien la catástrofe fue evitada en 2025, cualquier deterioro en los pilares que sostienen las economías de las superpotencias, de materializarse sin una rápida contención de los gobiernos, contagiaría al resto del mundo, sonando alarmas de recesión y desatando espíritus animales destructivos.

Un riesgo subestimado es el repunte de la inflación en los Estados Unidos, Japón y Europa. Al morir el año, el consenso financiero espera que la inflación en los mercados desarrollados caiga en 2026. No obstante, por ese mismo anticipo de expectativas, cualquier desviación tomaría por sorpresa a los portafolios invertidos en bonos, con pérdidas sustanciales. Además, restaría parque fiscal a los gobiernos y desalentaría el consumo y la inversión en favor del ahorro, mismo que enfría hasta el más caliente motor económico. Ciertamente, los aranceles de Trump no crearon una espiral inflacionaria por una amalgama de: (1) una demanda agregada débil, (2) acuerdos diplomáticos, (3) un reparto de daños entre consumidores y empresas, y (4) el agotamiento de inventarios y (5) el recurso de compras adelantadas; sin embargo, cualquier rebrote de la inflación pondría en aprietos a los bancos centrales y generaría desconfianza en un consumidor hoy día a la defensiva, en especial en Estados Unidos.

Un riesgo con potencial de “cisne negro” (black swan) es el estallido de la debatible burbuja de activos vinculados a la inteligencia artificial. En el argot financiero, este tipo de eventos son extremadamente improbables e impredecibles, con un impacto masivo y disruptivo en los mercados explicable una vez que ha ocurrido, como la crisis inmobiliaria de 2008 o la pandemia de COVID-19. En la actualidad, buena parte de los rendimientos bursátiles está encadenada a las expectativas de ganancias que podría generar la inteligencia artificial bajo distintas aplicaciones comerciales, como los chatbots, humanoides o robotaxis. Como antes en la burbuja del internet, muchas empresas fracasarán, pero ciertamente otras triunfarán. A diferencia del antecedente de inicios de siglo, la monetización hoy día es más tangible y acelerada; en cambio, proliferan los fraudes y la especulación, y ese combo invita a mantener una guardia alta.

Otros riesgos menos obvios podrían desprenderse de un deterioro geopolítico ajeno al ámbito comercial. Durante el 2025, la crisis en Medio Oriente tensó los mercados de materias primas. Antes, la invasión rusa a Ucrania impuso costos globales. Ahora, con Trump al mando del tablero mundial, el mayor activismo de Washington en favor de gobiernos y candidatos de ultraderecha podría socavar un orden mundial ya menguado. Si fuera el caso, un periodo de incertidumbre sistémica seguido de una lenta recomposición de las cadenas de suministro podría desestabilizar a la economía mundial. Si bien no es parte de un escenario base, es decir del más probable, sólo hace falta que una retahíla de agresiones o malos entendidos se acumule para descolocar a empresas y naciones en un ambiente de globalización en repliegue.

En este como en cualquier otro año, frotar la bola de cristal es un ejercicio fútil si de apuestas se trata, aunque puede resultar lucrativo para la planeación. Identificar la balanza de riesgos, en este caso más sesgada al lado negativo —al de menor crecimiento—, podría prescribir políticas concretas, como una postura más relajada del Banco de México en la forma de tasas de interés más tolerables para consumidores e inversionistas. Tener un repertorio de gasto de inmediata ejecución en la esfera fiscal también sería aconsejable, por poner otro ejemplo.

En síntesis, un 2025 de claroscuros queda atrás seguido de un 2026 que no pinta para flan. La economía global navega con más nubarrones que ayer. Aunque siempre existe la posibilidad de que se disipen, el mal presagio ya obliga a cualquier capitán de barco a tomar precauciones que pueden imponer costos de corto plazo, pero evitan la fatalidad en un horizonte dilatado. Un diagnóstico por escenarios con planes de contingencia estratificados para capear el temporal permitiría a la economía mexicana surcar mejor los mares de incertidumbre. Con el Poseidón de Washington en el papelón de señor de unas aguas convulsas, nunca se sabe.

Mario Campa

Mario Campa

Mario A. Campa Molina es economista político e industrial, graduado del MPA de la Universidad de Columbia (2013-2015). Colabora como columnista y panelista en diversos medios y es editor contribuyente en español de la revista de ideas Phenomenal World, del Jain Family Institute (NY). Tiene experiencia laboral en el sector financiero, energético, público y académico.

Lo dice el reportero