
La relación entre la música y su poder curativo atrae muchas discusiones y más cuando se entra en temas escabrosos, como ¿en realidad la música puede mitigar un dolor agudo o hacernos más inteligentes?
En el estado de Montana, Estados Unidos, se encuentra el Chalice of Repose Project, (Cáliz del Reposo) organización que ofrece terapia musical a pacientes terminales. Fundada en 1973, la organización desató muchas polémicas al principio, pero a partir de los años ochenta, médicos reconocidos comenzaron a hacer públicas sus observaciones de cómo pacientes con altos niveles de consumo de calmantes que habían atendido al Chalice necesitaban cada vez menos los sedantes.
Desde hace más de 30 años se utiliza con éxito la musicotanatología. El proceso es que un músico toca su instrumento (la mayor de las veces un arpa) junto al paciente y “observando los movimientos del cuerpo y el estado mental del paciente ajusta la música a ellos”. Se utiliza el arpa por ser un instrumento de muchos sonidos y tonalidades suaves y cálidas. La música fluida aminora el dolor de los pacientes. Lo mismo sucede con el uso del canto Gregoriano en pacientes de cáncer terminal. Al ser música sin un ritmo específico (no métrica) es fácil acoplarla a la respiración del paciente. “No lo entendemos, pero funciona”, dicen los doctores.

A raíz del impacto mediático que tuvo el Efecto Mozart estudios más concienzudos se llevaron acabo, demostrando las partes “flacas” del efecto, que terminó como toda moda: pasando de largo. Al final de todo habrá que hacerle caso a Beethoven, quien dijo: “Dejo mi música para sanar al mundo”.
Recomendaciones
- Jordi Jauset, La terapia del sonido, ¿ciencia o dogma?, Madrid, Luciérnaga, 2009.
- Guillermo Dalia Cirujeda, Cómo ser feliz si eres músico o tienes uno cerca, Idea Books, 2008.





