Los intérpretes nunca ensayaron en el Samperino; vamos, ni en el clavicordio y menos en un piano; ya no se diga en la marimba ni, para no hacerlo a un lado, el salterio cuyo nombre es parecido al Samperino, pero el salterio es de origen austríaco y el Samperino mexicano o, más bien, del universo.
Este armatoste y le llamo así porque en su interior no tiene ningún aparataje de cuerdas tensas, de maderas finas que se tañen unas a otras, ni conductos por donde salga algún tipo de aire o viento, transiten por sus ductos y que al salir emitan una nota. No, de ninguna manera, el aparato, por mejor llamarlo, es pura interioridad como la del ejecutante, como la de su corazón, como la de la Vía Láctea o Casiopea, dentro de la cual cada tecla o planeta, como los denominan, se encuentra tan distante una de otra.
De cualquier forma, se quiera o no, hay tal vez una ineluctable conexión entre las teclas desde la eternidad, pero por la mitad de la eternidad sí puedo apostar mi salario de un mes. Mas lo importante y lo que más hay que realzar es que una vez que el ejecutante termina, su espíritu, o como se le quiera llamar, ha cambiado, lo mismo que el de la dama, o viceversa, si la ejecutante fue ella.
La pareja se queda sola, no hay público, o ellos mismos son su público, en total soledad y silencio hasta que alguno intervenga el Samperino; por mi parte, como en las salas de cine, me salgo por la puerta de atrás. Subo unas escaleras de madera firmes que no provocan ni un rechinido; llego a la parte de arriba, que es un cuarto pequeño, como si allí debiera estar una cámara de proyección de películas. Pero sólo hay una ventanita un poco más grande que mi oreja izquierda, que es con la que escucho mejor. La coloco allí y luego de un breve tiempo empiezo a escuchar aquellas piezas bombeadas por el aire del corazón y que son tan lindas, aunque de pronto sean molto vivacce, que el alimento de mi vida es, precisamente, escuchar eso que se va a quedar en el olvido para siempre porque la pareja, cuando termina la melodía, sale tomada de las manos, con una refulgencia en los ojos que de seguro no es el de este sol que tenemos por aquí.
Lo anterior significa que un artista, de cualquier disciplina, transitará, de manera inevitable, por las distintas formas de su arte, en el ejemplo anterior los ejecutantes-creadores instantáneos tocan sonatas, preludios, oberturas o sinfonías que, en su caso, no se volverán a escuchar nunca. Cada uno de la pareja se llevará su pieza y la del otro, y cada uno tendrá su interpretación de ambas piezas. El que escucha desde la ventanita, desde luego, tendrá una inferencia muy particular y distinta a la de cada uno de los novios.
Cuando el escritor ejecuta su arte, por lo menos en mi caso, no sabe hacia dónde se dirigen los dedos que aplican el teclado. No pocas veces lo que pensaba un cuento se convirtió en novela breve o larga y hasta en una serie de poemas; en ocasiones he derivado hacia un ensayo literario o uno de tipo analítico, el cual debo reforzar consultando autoridades en la materia. Esto quiere decir que en la sección iré publicando lo que mi instrumento de teclado sin cuerdas, vacío, me vaya indicando y de acuerdo, desde luego, a mi estado de ánimo.




