
Pintura: Tomás Calvillo
Rendija:
Quien trabaja con humo y ceniza siempre estará prendiendo fuegos.
En ocasiones para entender las ambigüedades, usamos los extremos.
I
Una tristeza profunda emerge
del abrumado dominio tecnológico.
Una capa sutil del ser está herida,
ese dolor cada vez más punzante
advierte,
nos advierte
del desprendimiento de la retina del alma,
en medio del jolgorio cibernético.
II
La grosería de la psique
ensucia el espíritu
y tritura la imaginación,
la encadena
III
El campo minado se ha extendido
y se encuentra en la mente:
la esclavitud elegida de sus apegos
engrosa el cúmulo de tensiones,
y el espectáculo normalizado de la violencia
adquiere su carta de naturalización.
La pérdida de la proporción
en los andamiajes de la cotidianidad;
la sed insaciable que termina
por consumir el propio hábitat.
IV
La hondura de un silencio fértil perdura.
Es el lugar donde habita el aliento
esa respiración única de cada quien;
la huella digital de eternidad,
ante la armadura del tiempo
que se oxida.
V
Ese fuego del corazón
cuando logra alumbrar la conciencia
vence cualquier obstáculo
que pretenda interponerse
a su poder inmaculado de resurrección;
al saber distinguir la sustancia
de los accidentes
recupera el ritmo vital.
VI
El entendimiento
en sí mismo es un tesoro.
Cuando se pierde su coherencia
inicia el laberinto
y se destaza la palabra,
su hálito físico del más allá.





