Cuando EU invadió Irak desplegó 150 mil soldados. En las costas de Venezuela hay 4 mil 500 marines. No es lo mismo el desembarco de Normandía real, que tuvo lugar un 6 de junio de 1944, que Salvar al soldado Ryan de Spielberg, pese a que el desembarco de la película nos hace sentir las balas rozándonos y gracias a la película, la gente piensa que la derrota de los nazis empezó en Normandía y no en Stalingrado, donde el 4 de agosto de 1943 el VI ejército de Hitler se rindió ante los soviéticos.
A los norteamericanos les gusta mucho reinventar la historia en las películas. Ahí está la batalla de El Álamo, con John Wayne, o George Bush que pidió a los guionistas de Top Gun que le ayudaran a escenificar el fin de la invasión de Irak, con aquella imagen del Presidente norteamericano que parecía que se estaba bajando de un avión que había pilotado él, con el casco en el brazo y paseándose sobre un portaaviones. Luego se sabría que ese portaaviones estaba en la costa de los EU. Todo era un montaje. ¿Cómo el despliegue militar en la costa de Venezuela?
¿Y qué interés tiene Donald Trump en escenificar ahora una supuesta invasión de Venezuela? ¿Es una más de las cortinas de humo típicas de los gobiernos norteamericanos? ¿Está Trump practicando lo que algunos autores llaman “ejercicio del caos” buscando distraer más que lograr?
A Donald Trump no le va bien. En ninguno de los principales asuntos en los que se concentró en la campaña le va bien. Y no está logrando hacer a América Grande de nuevo. EU enfrenta la pérdida del control de las materias primas y los recursos energéticos. Invadió Irak y Libia pero terminó perdiendo el control de esos territorios. Los norteamericanos se preguntan para qué están manteniendo 800 bases militares en el mundo si luego no pueden robarse el petróleo ni los minerales de las tierras raras ni los recursos que necesitan para mantener el modo de vida norteamericano, del que cada vez disfrutan menos norteamericanos.
Tampoco le va bien con el control del dólar como moneda de reserva mundial ni como moneda de intercambio global. El control tecnológico está siendo disputado por China e, incluso, por actores tecnológicos de otros países, pese a que Trump ha inyectado miles de millones de dólares para que Palantir se convierta en el gendarme cibernético mundial, alimentado por las demás grandes empresas tecnológicas.
EU se está quedando solo en demasiadas votaciones internacionales. De hecho, los países que le acompañan para intentar representar una “coalición internacional” cada vez son menos y, en el caso de Europa, los líderes europeos que se arrodillan ante Donald Trump están perdiendo a una velocidad vertiginosa la credibilidad ante sus votantes. Esta falta de apoyos internacionales debilita fuertemente la hegemonía geopolítica de la que disfrutó EU en los últimos 50 años. Algo que se constata claramente en el apoyo de Trump al genocidio palestino.
La persecución a los inmigrantes tampoco le ha salido como pensaba, generando problemas internos al faltarles mano de obra para ocupar determinados puestos, les ha causado objeciones judiciales internas y también el enfrentamiento con los países de América Latina, cuyos dirigentes ven cómo se va minando la confianza en el poderosos vecino del norte.
Añadamos el caso Epstein, el pedófilo cuya lista de invitados a su isla se convirtió en uno de los asuntos repetidos de la campaña de Trump, alimentando a sus conspiranoicos votantes con acusaciones al partido demócrata. Pues resulta que el que aparece en muchas fotos con Epstein es Trump y quien elogió al “suicidado” Epstein fue Trump.
La justificación para intervenir en Venezuela ha sido recuperar una mentira que ya se había gastado, según la cual Nicolás Maduro era el jefe de un supuesto Cártel de los Soles, un cuento que dormía en un cajón sin mayor interés. Tan es así que intentaron inventarse otro cártel, el tren de Aragua, que sólo ha servido para mandar a gente sin juicio a la cárcel de El Salvador gerenciada por Bukele. Marco Rubio decidió subir a 50 millones de dólares la recompensa por quien diera información sobre el “paradero” del Presidente Maduro, algo que es ridículo y que sólo servía para preparar mediáticamente el señalamiento del Presidente venezolano como traficante de drogas. Y de la misma manera, Trump habría autorizado al ejército a intervenir en la guerra contra las drogas fuera de su territorio. Otra manera de intentar sortear la prohibición internacional de una intervención militar.
Este giro sólo expresa el fracaso de las anteriores administraciones norteamericanas de tumbar al Gobierno de Nicolás Maduro buscando un “cambio de régimen” poniendo en su lugar a un gobierno de la derecha venezolana. Como esto ha fracasado, entra una segunda estrategia: acusar al gobierno de ser un narco-gobierno -lo que hicieron con Noriega en Panamá sin prueba alguna- o de manera parecida a la acusación de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak. El objetivo es claro: intentar desestabilizar, de una manera u otra, a Venezuela, y quedarse con su petróleo.
Esta acusación de connivencia al Gobierno de Venezuela con la producción y tráfico de drogas ha sido negada por las propias autoridades norteamericanas, así como por Pino Arlacci, funcionarios de Naciones Unidas que ha negado en un reciente informe cualquier colaboración del Gobierno de Venezuela en el tráfico de drogas.
En ese artículo publicado en L’antidiplomatico, el que fuera Secretario General Adjunto de las Naciones Unidas y Director Ejecutivo de la UNODC, el programa de las Naciones Unidas contra las drogas y la delincuencia, afirma que:
“La colaboración del Gobierno venezolano en la lucha contra el narcotráfico fue de las mejores del continente sudamericano, igualada sólo al impecable de Cuba. Un hecho que hoy, en la delirante narrativa trumpista del 'narcoestado de Venezuela', suena como una calumnia geopolíticamente motivada”.
Y continúa citando el Informe de la UNODC, del programa de las Naciones Unidas contra las drogas y la delincuencia, 2025:
El documento sólo confirma los 30 informes anuales anteriores, que no hablan del narcotráfico venezolano porque esto no existe. Sólo el 5 por ciento de las drogas colombianas pasan por Venezuela. Para poner esta cifra en perspectiva: en 2018, mientras 210 toneladas de cocaína atravesaban Venezuela, se producían o comercializaban de Colombia 2 mil 370 toneladas, diez veces más, y mil 400 toneladas de Guatemala.
Sí, usted lee bien: Guatemala es un corredor de drogas siete veces más importante de lo que debería ser el temible "narcoestado" bolivariano. Pero nadie habla de ello porque Guatemala está históricamente seca, sino que produce el 0,01 por ciento del total global de la única droga antinatural que interesa a Trump: el petróleo.
Y lo mismo ocurriría con Ecuador, gobernado por la derecha, “con el 57 por ciento de los contenedores de plátanos de Guayaquil rumbo a Amberes cargados de cocaína”, o en Colombia, donde hay siete enclaves militares norteamericanos y se produce el 70 por ciento de la cocaína mundial, correspondiendo el restante 30 por ciento a Perú y Bolivia.
El Informe Europeo sobre Drogas 2025 no menciona ni una sola vez a Venezuela ni como productor de droga ni como lugar de tránsito del narcotráfico internacional.
La principal causa de muerte de los estadounidenses menores de 45 años es la sobredosis de fentanilo, una droga que, como analgésico, es 100 veces más potente que la morfina y 50 veces más potente que la heroína. Aunque, a menudo, no es fentanilo lo que causa las muertes, sino fentanilo adulterado o fentanilo mezclado en otras drogas que se compran en la dark web, en la internet oscura. Bueno, salvo en la Argentina de Milei, donde lo importante no es dónde las compran sino las comisiones que se lleva la hermana del Presidente. Es prácticamente imposible encontrar ningún lugar en el mundo donde gobierne la derecha y no existan familiares enriqueciéndose robando.
El fentanilo es una solución a la prohibición de otras drogas. La prohibición nunca ha solventado nada. A diferencia de la heroína, no necesita el cultivo de ninguna planta. Se sintetiza en laboratorios. Más facilidades para los narcos.
Recordaba la periodistas mexicana Sasi Alejandre la publicación de un libro del colaborador de la revista Rolling Stone, Seth Harp, titulado El cártel de Fort Bragg. Tráfico de drogas y asesinato en Fort Bragg. La cadena HBO acaba de anunciar que van a hacer una serie con este tema.
Cuenta Harp en ese trabajo cómo hace cinco años aparecieron asesinados en un campo en los alrededores del campamento dos militares que, se terminaría sabiendo, colaboraban con un cártel de la droga mexicano, los Zetas, además de que habían amenazado con escribir un libro acerca de los crímenes que se habían cometido por los militares del fuerte. Fort Bragg es un fuerte en Carolina del Norte donde se forman la Fuerza Delta, la unidad de élite de los EU, y que, quizá por eso mismo, tiene enormes cifras de fallecimiento de soldados.
Las cifras de soldados muertos en años anteriores demostrarían que la principal causa de muerte de los soldados no es en combate ni por homicidio. Detrás de las muertes por suicidio y accidentes, que son las principales, estaría la muerte por sobredosis. 109 soldados vinculados a Fort Bragg murieron entre 2020 y 2021, que es la investigación referida en el libro y difundida en la revista Rolling Stone. Cuando peleas por un ideal, no necesitas drogarte. Cuando estás participando en una guerra sin legitimidad, como en Vietnam o Afganistán o lo que hacen los cárteles en su guerra contra gobiernos como el de Colombia o México, sólo lo soportas evadiéndote para no ver en el espejo el rostro del asesino en que te has convertido.
El autor del libro, el periodista Seth Harp, que también es veterano de la guerra de Irak, ha venido publicando una serie de reportajes en la revista Rolling Stone sobre Fort Bragg, que finalmente han tomado forma de libro. Ahí demuestra la enorme vinculación de soldados y oficiales de la élite militar, de las fuerzas especiales de los Boinas Verdes y de la Fuerza Delta, no sólo con el consumo, sino con el tráfico de drogas y el contacto con los cárteles de la droga mexicanos. Los Boinas Verdes, sigue el trabajo, han entrenado a las fuerzas de seguridad en Colombia, en El Salvador y en Honduras, y la Fuerza Delta colaboró en la muerte de Pablo Escobar y la detención del Chapo Guzmán.
EU, que puede fotografiar el rostro a un inmigrante ilegal que quiere cruzar la frontera ¿no puede frenar el consumo, distribución y blanqueo del dinero proveniente de las drogas en su propio país? ¿Cómo es que puede desplegar aviones, portaaviones, submarinos y todo tipo de tropas en el Caribe y no es capaz de hacer lo mismo en sus costas, que es donde, de venir de fuera, desembarcan las drogas. Porque esto es mera física: hay un país y unas fronteras externas, en el caso de EU, marítimas y terrestres. ¿No sería más sensato acercar la vigilancia a donde van a estar físicamente las drogas entrando en el país? Pero a Donald Trump no le interesa solventar el asunto de las drogas, algo que pasaría por su legalización, porque se hundiría el sistema bancario norteamericano, los jóvenes drogados igual dedicaban esas energías a pelear contra Washington y se perdía todo un entramado económico con el que se financian una parte de las tropelías de los EU contra quienes les molestan en cualquier lugar del mundo.
A no ser que los motivos sean otros. Aún está en la memoria de todos las armas de destrucción masiva que, falsamente, estaban en Irak.
Y también nos acordamos del Irangate, donde EU comerciaba con heroína de Irán para comprar armas para la Contra que luchaba contra el Gobierno sandinista de Nicaragua.
No hay que echar en saco roto las amenazas norteamericanas. Pero que el grupo anfibio tuviera que suspender las maniobras por mal tiempo, le hace a uno preguntarse si es que se les iba a mojar el iPhone con la tormenta. Luego decidieron mandar un submarino nuclear, rompiendo todos los tratados regionales contra el uso de armas nucleares en América Latina. Mucho ruido y, con bastante probabilidad, pocas nueces.
Claro que hay cárteles de la droga. El más importante está en EU. Mickey Mouse está doblado por el fentanilo en una calle de Disneylandia. Y bien haría el Presidente de los EU de poner atención en su propio territorio, que es donde está el problema. Y si quiere mandar portaaviones y submarinos, que los mande al Pacífico, que es donde se trafica con drogas, o que les ponga ruedas y los introduzca en el sistema bancario norteamericano. Y verá qué fácil se termina el negocio de la droga.
Mientras, prefiere amenazar a Venezuela, no buscando una invasión, algo que con un ejército de 400 mil efectivos y una milicia de más de cuatro millones de personas es inimaginable, sino intentando generar zozobra interna, esperando poder comprar a alguien en el ejército para que intente una asonada, como está pidiendo María Corina Machado, la opositora incapaz de ganar unas elecciones.
Si Netanyahu se saliera con la suya, lo que ha hecho a los palestinos será un modelo para lo que podría hacer la derecha latinoamericana y europea con la izquierda. Y si EU intentara una invasión de Venezuela, como están pidiendo las derechas venezolanas, colombianas, argentinas, ecuatorianas o mexicanas, el paso siguiente sería el control del Amazonas y la incorporación, de facto, de nuevo territorio mexicano y colombiano. Llily Téllez celebraría ver a los marines invadiendo el norte de México.
Así que los que apoyan a Trump fuera de los EEUU ¿no se están ganando el epíteto de traidores en sus propios países?





