Un genocidio no se para, porque un genocidio, cuando se enuncia, es porque ya ha sido. Pueden pararse las muertes, las bombas, la hambruna. Pero el genocidio ya ha sido y tiene culpables. A un culpable de genocidio no se le puede dar un Premio Nobel de la Paz porque es volver a matar a los muertos y porque si los ángeles votan líder al demonio, dios o los dioses deben cambiar de pueblo. Estamos en un momento de la historia donde los canallas ponen el ojo y Estados Unidos (EU) pone las balas. Y el resto del mundo mira.
La acumulación de estupideces de Trump no se acaba. El escritor Don Winslow, famoso por su novela, El poder del perro, decía de Trump esta semana en X:
“Está asustado. Es viejo. Su salud es pésima. No está en condiciones mentales óptimas. Es débil. Los líderes mundiales se ríen de él. No puede terminar una frase. Está cansado todo el tiempo. Se queda dormido a menudo durante las reuniones informativas. No puede recordar datos básicos. No tengas miedo de este niño patético”. Ese mismo día, el periodista Aaron Rupar hacía notar que cuando le preguntaba un periodista a Trump si iba a suspender la más antigua Ley liberal, el habeas corpus, esto es, el derecho constitucional a pasar a disposición judicial en un plazo máximo cuando eres detenido, reconocía que no sabía de lo que le estaban hablando y le pasaba la pelota a su portavoz. Trump es un ignorante. Los ignorantes rompen más cosas que los malvados.
Dice el profesor Sachs que Venezuela, que era el país demonizado por Occidente, va a ser la verdadera piedra en el zapato de los EU, hasta el punto de ser quien marque el declive final de la hegemonía norteamericana. Algunos venimos hace tiempo diciendo que los sucesivos intentos fracasados de Bush, Obama, Biden y Trump de hundir a Venezuela son una señal de que lo viejo, aunque no termina de marcharse, ya no sirve. Ni bloqueo ni estrangulamiento económico ni mercenarios ni ataques cibernéticos ni sabotajes electorales ni intentos de magnicidio tumbaron a Hugo Chávez ni han tumbado a Nicolás Maduro. El país ha hecho de la necesidad virtud y ha encontrado un nuevo rumbo económico, nuevos socios, nuevos aliados militares, nuevas líneas financieras de crédito… Y como la dignidad se contagia y los rebeldes se encuentran en el camino, también le han salido respondones a Washington Obrador, Sheinbaum, Petro, Lula, Xiomara Castro… hasta el Presidente de Canadá. América del Sur ya no obedece a EU y eso es una señal de decadencia que puede tener tres finales trágicos.
Hemos visto imágenes de unos fascistas entrando en el Capitolio. Hemos visto imágenes de migrantes recibiendo en California a pedradas a las fuerzas del ICE, el Immigration and Customs Enforcement, es decir, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas. Funcionarios federales de seguridad autorizados por el Gobierno de Estados Unidos para portar armas de fuego, realizar detenciones, ejercer órdenes de registro y de deportación, y usar la fuerza en el cumplimiento de la Ley (o de lo que ellos interpreten que es la Ley). Y que están incendiando el país. También hemos visto al ejército desalojar a los sintecho en ciudades gobernadas por los demócratas. También hemos visto imágenes de un influencer extremista asesinado de un disparo en el cuello disparado por otro influencer extremista. También a políticos demócratas detenidos, asesinados y agredidos. Y cómo olvidar las imágenes brutales de la policía reprimiendo a manifestantes y a migrantes. Son imágenes de guerra civil.
Hemos visto imágenes de la devastación de Gaza, del bombardeo de centrales nucleares en Irán, del asedio bélico a Venezuela, de la voladura con misiles de pequeñas lanchas con civiles, de muerte y destrucción en Ucrania. Son imágenes de guerra mundial.
Hemos visto imágenes de, al menos, dos intentos de asesinato de Donald Trump, de alguien que le acertó en una oreja, de otro que fue detenido en el campo de golf de Trump en West Palm Beach, Florida, antes de que disparara. Mucha gente odia al Presidente de los EU. Son imágenes de guerra contra Donald Trump.
¿Qué va a pasar con el Presidente de los EU? El futuro nunca está escrito, pero siempre hemos identificado tendencias. Es verdad que hoy las brújulas están desmagnetizadas por la novedosa influencia desmesurada que tienen algunos personajes de la política en un mundo donde las reglas ya no se respetan.
Pero al igual que consumir en doscientos años el petróleo que la tierra tardó cientos de millones de años en producirse genera una respuesta seguramente brutal del planeta, quebrar en menos de dos años el equilibrio en el que se movía el mundo, puede tener consecuencias inesperadas.
La salida natural de la errática política del Presidente Donald Trump perfila tres escenarios: una guerra civil en EU; en segundo lugar, una guerra contra él mismo-es decir, una ruptura básica de los mecanismos de reproducción económica dentro de los propios EU que desemboque en un magnicidio, un accidente -¡que parezca un accidente!-, una supuesta enfermedad fulminante o una destitución- o, el peor de los escenarios, con una guerra mundial. Los tres teatros son posibles. ¿Por qué? Por la ausencia de lógica en el comportamiento de Trump.
Hay algo muy importante: la necedad de Trump se le vuelve en contra porque no es que está produciendo abusos, sino que está yendo contra los “usos”. Ahí es donde se rompen los países. Ha salido diciendo que le parece mal que cante un “extranjero” en el Super Bowl, refiriéndose al portorriqueño Bud Bunny. No sabe que Puerto Rico es un Estado asociado a los EU y que los ciudadanos de Puerto Rico tienen la ciudadanía norteamericana. Ya confundió la Declaración de Independencia de EU (de 1776) con la guerra de la Independencia, un siglo más tarde. Tampoco sabe que asustar al capitalismo con una política zigzagueante de aranceles genera zozobra. Pese a que se ha jactado de que los aranceles y las amenazas bélicas son las que están construyendo la paz en el mundo. ¿Qué paz Trump?
Trump ignora o le da lo mismo lanzar un misil sobre una lancha y asesinar a sus tripulantes, aunque sea un delito porque en caso de que fueran delincuentes, cosa que ni siquiera sabemos, merecen un juicio justo. Si le das el botón rojo a un ignorante, ¿te extrañas de que pueda apretarlo?
Trump está asustando a los que entendieron que era mejor alguien enérgico y con determinación que un partido, el demócrata, que era más de lo mismo. Está pasando en muchos sitios: la ciudadanía prefiere machacarse un dedo con el martillo antes que seguir soportando la mediocridad de una izquierda que sólo lo es en el nombre. Trump hizo promesas que convencieron incluso a los migrantes, como que no iban a pagar impuestos por las horas extras, o a los pacifistas, como que él iba a acabar con las guerras en curso. Mentiras que los desesperados quisieron creer porque la alternativa ya había agotado su caudal de credibilidad. Pero el que cree a un mentiroso no es antepasado de nadie.
Trump es un Presidente de los EU que para celebrar su cumpleaños, y a mayor gloria de él mismo, organiza un desfile militar como hacían los romanos tras derrotar a los bárbaros. Por supuesto, este ejercicio de megalomanía ha sido pagado con los impuestos de los norteamericanos. Igual que los insomnes cuentan ovejitas para dormirse, Trump cuenta tanques para trasladar sus pesadillas a la humanidad. Si Nerón tocaba la lira mientras Roma ardía, Trump prende fuego al planeta y juega al golf como si dirigir su país fuera algo no menos complicado que jugar al golf en sus posesiones.
El Departamento del Tesoro norteamericano ha mostrado borradores de un diseño para una moneda conmemorativa de $1 que incluiría la imagen de Trump enfrentando la bandera de EU y la frase “fight, fight, fight”, a pelear, a pelear, a pelear. Los emperadores romanos hacían acuñar moneda para equipararse con los dioses.
Trump está enfrentando también de manera creciente a los jueces honestos, a los periodistas honestos y a los universitarios honestos, aunque sean tres corporaciones que no han destacado en los tiempos recientes por su valentía en el mundo occidental. La Asociación Estadounidense de Profesores Universitarios defiende que el Gobierno de Trump ha criminalizado “cualquier expresión en apoyo a los derechos humanos del pueblo palestino o que critique las acciones militares de Israel en Gaza”, al tiempo que ha estado persiguiendo a estudiantes y académicos extranjeros propalestinos con el fin de deportarlos. La política contra los migrantes, que ha afectado a la construcción, la hostelería, el sector agrícola, la limpieza ha empezado también a afectar a la universidad, que necesita de los estudiantes migrantes para sobrevivir.
La querella presentada por la Asociación de Profesores Universitarios ha tenido el apoyo de un Juez federal, William Young, del Distrito de Massachusetts, que fue nombrado por el entonces Presidente de Estados Unidos Ronald Reagan. Este Juez ha manifestado que:
“Este caso plantea de manera clara la cuestión de si las personas no ciudadanas que residen legalmente aquí, en Estados Unidos, tienen, de hecho, los mismos derechos de libertad de expresión que el resto de nosotros. El tribunal responde a este planteo de orden constitucional de manera inequívoca: 'Sí, los tienen'”.
Los grupos de apoyo a Donald Trump la han emprendido contra este Juez. Disentir en EU empieza a pagarse muy caro, algo que vale ya no sólo para los migrantes. Y recordemos que todo lo que se hace a la gente de otra nacionalidad, se termina haciendo igualmente a los propios.
En conclusión, EU está desestabilizando su propio país, llenándolo de zozobra e incertidumbre. Las intervenciones del ejército en ciudades y estados donde gobierna el Partido Demócrata, la detención de cargos políticos de ese partido, el insulto constante a los demócratas en las intervenciones públicas, recientemente llamándolos “mosquitos” en una reunión con marinos -donde, por cierto, apenas había negros-, cuando se sabe que a los mosquitos lo que se hace es aplastarlos, la falta de empatía con Biden, aquejado de un cáncer presumiblemente mortal, el insulto constante a Obama, las amenazas al probable nuevo Alcalde de Nueva York, el demócrata Zohran Mamdani, son todos elementos de confrontación que están pasado la línea e invitan a la violencia. La propia debilidad de Trump, como se ha visto con el caso Epstein, le lleva a radicalizar sus posturas, abriendo una espita que no se puede saber dónde termina. Y por eso su empeño en ganar el Premio Nobel de la Paz para distraernos.
Su agresividad internacional está llenando el planeta de minas, no de banderas blancas. El Plan Trump para Palestina sólo es un plan para mayor gloria de Netanyahu y de las constructoras que se enriquecerán haciendo finalmente el resort de lujo que Trump anunció. Y Netanyahu no será castigado. ¿Qué nos van a decir nuestros gobernantes si Netanyahu queda impune de un genocidio?
En Ucrania, nada se resuelve sino todo lo contrario. ¿No está acaso más cerca una confrontación de la Unión Europea con Rusia, alentada por Trump y para la que demasiados militares alemanes están rezando con nostalgia del Reich?
Volando lanchitas con misiles en el Caribe, asesinando así a ciudadanos no sabemos si colombianos o venezolanos o de otras nacionalidades, bloqueando ilegalmente a un país, organizando operaciones con falsa bandera para justificar una agresión que les autorice a aumentar la presión sobre Venezuela, no hacen sino echar más leña al fuego. Igual cuando autoriza a Netanyahu a que detenga en aguas internacionales, en un acto de piratería, a decenas de ciudadanos de otros países que pretendían abrir un corredor humanitario.
La pregunta es: ¿desencadenará alguna de estas acciones una respuesta de otro país que desencadena su vez una guerra? ¿Y no habrá una carnicería cuando los migrantes sigan enfrentando al ICE para evitar deportaciones? ¿Qué pasará entonces si el ejército o la policía masacra a migrantes? ¿Y qué pasará cuando los países aliados de EU digan basta, algo que puede pasar con Canadá, México, Panamá, Brasil, Corea del Sur, Arabia Saudí, Qatar…
Por eso, en términos de elección racional, es decir, en términos de conseguir objetivos virtuosos a un precio que entiendan razonable, la desaparición de Trump puede ser vista por algunos actores políticos como una salida favorable, nada ajena a la historia de los EU. Sería deseable su destitución, como ocurrió con Nixon, pero la historia de los EU no es siempre tan amable. No es algo que deseemos desde fuera. No somos como ellos, pero es algo que los propios norteamericanos han usado en no pocos momentos de su historia. Cuando les sobró Lincoln o Kennedy, solventaron a su manera.
Aunque en caso de magnicidio, tampoco sabríamos cómo respondería esa turba que apoya a Trump y que entró en el Capitolio intentando un golpe de Estado. El impeachment, la destitución, sería lo más saludable para la humanidad.
Que cada cual ordene en virtud del interés para la moral y el planeta qué escenario es más deseable. Porque lo que es evidente es que vamos a alguno de estos tres. Y si el mundo le sigue el juego, los diferentes países, finalmente, tendrán que romper con esa lógica y se lamentarán: por qué no lo hicimos antes…
El culpable de que Calígula nombrara Senador a su caballo no fue Calígula, sino los senadores que le siguieron el juego. Algunos quieren a Trump Premio Nobel de la Paz.





