La escritora Norma Lazo habló con SinEmbargo sobre su más reciente novela, un thriller policiaco situado en la Ciudad de México de 1942 y protagonizado por la agente del Servicio Secreto Ana Terán que está a la caza de asesinos.
Ciudad de México, 18 de octubre (SinEmbargo).–Es 1942. La Ciudad de México vive entre apagones programados cuando la desaparición de una joven desembocará en un terrible hallazgo: los restos de varias mujeres sin identificar enterradas en el jardín de la casa de un sobresaliente alumno de posgrado. La agente del servicio secreto mexicano Ana Terán remediará la situación al dar con el asesino, sólo para darse cuenta que aún hay otro monstruo acechando en la ciudad.
Norma Lazo escribe este potente thriller titulado La visible oscuridad (Lumen) y explica en entrevista con SinEmbargo cómo “la novela está inspirada en un caso real: el de Gregorio Cárdenas, pero a mí más que interesarme por Gregorio Cárdenas, que ya es un personaje demasiado, demasiado, recurrido, demasiado visitado, a mí lo que me interesó fue que uno de los agentes que lo apresaron fuera mujer”.
Lazo platicó cómo en ese sentido Ana Terán está inspirada abiertamente en un agente del servicio secreto mexicana llamada Ana María Dorantes, “de la cual no pude obtener ningún tipo de información porque no hay ningún registro del paso de las mujeres por el servicio secreto mexicano”. Terán tendrá a lo largo de esta historia otros aliados como el veterano reportero Haghenbeck y el novel fotógrafo Manuel “el Pollo” Artigas, también inspirado en el mítico fotorreportero de la fuente policiaca Enrique Metinides.
“Me pareció hiper peculiar, interesante y apasionante ver a una mujer haciendo este trabajo en aquella época. Estamos ante la persecución de un feminicida en una época donde no existía esa concepción del feminicidio y también en una época donde las mujeres tenían dos destinos, aparentemente según el cine mexicano: O eran las perdidas rumberas o eran las madrecitas santas y en medio de eso no había absolutamente nada y para mí fue muy atractivo imaginarme a esta mujer y todo lo que tuvo que haber pasado en un medio manejado y desempeñado particularmente por hombres. De ahí es donde surge la necesidad de contar esta historia”, ahondó Norma Lazo.
Además de Ana Terán hay otra agente en la historia llamada Leticia Ordoñez que es completamente ficticia. No obstante, la autora aclaró que más que buscar visibilizar a las mujeres del servicio secreto mexicano, “a mí lo que se me hacía apasionante era imaginarme cómo pudo ser para ella estar haciendo esto, estar entrando al jardín de Gregorio Cárdenas y encontrar cuerpos de mujeres completamente violentados, desde un odio y una perversidad escalofriante y cómo ella pudo haber enfrentado eso, cómo pudo haberlo percibido”.
“Es algo chocante hasta la fecha, nunca nos vamos a acostumbrar a eso, quiero pensar, es terrible. Pero imagínate en aquella época, donde el cuerpo humano era algo completamente oculto, reprimido… bueno, le querían poner calzones a Diana la cazadora, ya con eso. Entonces, fue un ejercicio de imaginarme cómo fue la vida de esta mujer que debió haber tenido unas características muy distintas de lo que se esperaba de una mujer en aquella época”.
Precisamente sobre aquella época, la primera mitad del siglo XX mexicano, cuando el Presidente era Manuel Ávila Camacho, el último de los generales de la Revolución en gobernar, con un mandato alejado de las políticas izquierdistas de Lázaro Cárdenas, Norma Lazo coincidió que se trató de “una época riquísima”.
“Están sucediendo muchas cosas, la Revolución mexicana acaba de pasar, es un hecho muy reciente; está la Segunda Guerra Mundial, están los apagones que se programaban en la ciudad por temor a que nos bombardearan las potencias del Eje, nos encontramos que es la época de oro del cine, son como tantos ingredientes tan ricos en ese entonces que para mí fue un dulce poder meterme a esto a imaginar, y no solo imaginar porque tuve que ver películas, estuve revisando algunos libros, por ahí una una amiga historiadora que tiene un manejo del archivo historiográfico mucho mejor que yo me ayudó con la búsqueda de estas mujeres que fue donde ya ahí solté la toalla y dije, ‘bueno, no hay nada de ellas, me las voy a me las voy a a inventar’”.





