
“Esto no se va a dar en México. Hay mucho apoyo popular al Gobierno porque estamos cumpliendo”, afirmó, convencida, la Presidenta Sheinbaum, refiriéndose a la derrota de la izquierda chilena el pasado domingo.
Suena, sorpresiva, esa declaración, porque en otras derrotas o fraudes electorales, como los ocurridos Ecuador o Venezuela, ha evitado hacer este tipo valoraciones que dejan mal parada a la izquierda chilena.
Y es que de acuerdo con su dicho, los progresistas chilenos no habrían cumplido sus promesas electorales y la verdad, es que la izquierda chilena ha dado muestra de ser una izquierda madura e institucionalizada y eso no parece gustar a la más radical de Latinoamérica.
La expresión de Sheinbaum es por lo demás una autovaloración optimista del desempeño de su Gobierno, muy segura de sí misma, de lo contrario, llamaría a sus correligionarios a redoblar esfuerzos para que no suceda en México la derrota de Chile.
Sin embargo, ese optimismo, quizá no radica en el buen desempeño, sino en la captura de las instituciones de la transición democrática que dan una ventaja que no tuvo, ni buscaría tenerla, la izquierda chilena, por institucionalidad democrática.
Para comprobarlo basta leer a Jeannette Jara, la candidata presidencial de la coalición “Unidad por Chile”, sobre su derrota en segunda vuelta ante el republicano José Antonio Kast.
“Hoy día la democracia habló fuerte y claro… -comenzó diciendo la también exministra del Trabajo para cerrar con cortesía democrática- Hace pocos minutos me comuniqué con el Presidente electo José Antonio Kast para desearle éxito por el bien de Chile y de todas las personas que viven en nuestro país. Lo hice porque estoy convencida de que nuestra democracia se fortalece cuando respetamos la voluntad ciudadana, especialmente en los momentos difíciles, porque es la derrota donde más se aprende”.
En clave de juego democrático, la reflexión de la Presidenta Sheinbaum tendría que estar basada en la indispensable “incertidumbre democrática”, en la voz de las urnas.
Pero en el imaginario de Palacio Nacional no parece existir incertidumbre cuando tiene una visión más bolivariana que chilena; más cerca de Petro y Maduro que de Boric y Lula.
El optimismo de la Presidenta Sheinbaum está anclado en la idea de la invencibilidad de la coalición gobernante que tiene una estructura clientelar operando y están ganadas las instituciones electorales, lo que, en un escenario competitivo, como el que se prefigura para 2027, podría significar la diferencia entre ganadores y perdedores a nivel de los distritos electorales federales y los 16 gobiernos estatales y los cientos municipales.
Eso, sin contar, con lo que pueda favorecer la nueva Ley Electoral diseñada no en el consenso, sino en clave de partido hegemónico, como lo hacía el PRI, bajo el principio de: “quien hace la Ley, hace la trampa”.
Sin embargo, en política electoral nada es definitivo, los humores públicos son veleidosos como los vimos en este año en varios países latinoamericanos, donde liderazgos y partidos como los de Evo Morales, Rafael Correa o Cristina Kirchner, han sido derrotados ampliamente por candidatos de centro derecha y esta avalancha de derrotas podría tener algún efecto domino en el comportamiento electoral mexicano.
La evidencia permite formular esta hipótesis cuando existe un bajo rendimiento en salud y materia de seguridad, déficit en la lucha contra corrupción y una inquietante inestabilidad por un bajo crecimiento económico.
Y, también, juega, el factor psicológico sobre todo cuando se ve un final de ciclo político y la evidencia lo indica contundentemente en Ecuador, Bolivia, Argentina, Honduras, Chile.
Y en eso, será importante, el trabajo de la oposición en un caldo de cultivo favorable para aprovechar los pasivos de los gobiernos de la 4T y lo que puedan aprender de los triunfos opositores en otros países para aumentar sus posibilidades de éxito electoral.
Además, no hay que olvidar que en la elección de diputados federales en 2024 la oposición toda junta obtuvo el 44 por ciento de la votación emitida y hoy, las condiciones para hacer un contra relato esperanzador.
También, es de tomar en cuenta la presencia activa de Trump en la escena electoral latinoamericana como lo reclama Xiomara Castro, Presidenta de Honduras, que desconoce los resultados electorales bajo el argumento que el Presidente estadounidense se metió, opinando, en la elección presidencial.
También, también la izquierda peronista en la elección del Poder Legislativo argentino algunos analistas vieron que Trump había sido decisivo en el resultado cuando condicionó un préstamo de 20 mil millones de dólares a que triunfara la coalición de la Libertad Avanza.
Y este tipo de coacción del voto probablemente podríamos verla en el corto plazo Brasil, Colombia en 2026 y en el mediano plazo México en 2027, por razones estratégicas y será, muy importante, seguir las presiones previas a las negociaciones del T-MEC porque podría ser el insumo en la atmósfera electoral.
Estados unidos, en esa negociación, buscará equilibrar su balanza comercial con México, lo que podría significar vender menos o un mayor incremento de los aranceles estadounidenses.
En esas condiciones adversas, las narrativas de justicia social podrían llegar a un punto insostenible que atizaría la inconformidad y aumentaría el riesgo de una mayor conflictividad social y política terminando por complicar los márgenes de actuación del Gobierno.
Claro, también, será importante lo que haga la oposición partidaria especialmente si se fragmenta por no tener una bandera política común y cada uno de sus partidos iría por lo suyo y los partidos de nueva creación, especialmente, Somos México, tendrá que cumplir con el derecho de admisión con el mismo o el nuevo umbral electoral de la nueva legislación electoral.
En definitiva, el varapalo electoral en serie al progresismo latinoamericano lo ha dejado mal parado y frente a los comicios que vienen en los siguientes años son todo un desafío para izquierdas y derechas, y las elecciones intermedias de 2027 no serán fáciles para el oficialismo por el marcado desgaste en el ejercicio de gobernar, o sea, aun con todo eso o por eso, podríamos tenerlas en México con incertidumbre como lo fueron las chilenas.





