
Ciudad de México, 29 junio (SinEmbargo).- En estos días, la señal de cable MAX, de HBO, ha decidido hacer un homenaje al jazz proyectando filmes dedicados al género, una serie en donde no podía faltar Bird, de Clint Eastwood con un Forest Whitaker genial en la encarnación de Charlie Parker.
Tampoco estuvo ausente la proverbial Round Midnight, película del francés Bertrand Tavernier que en 1986 recreó las vidas trágicas de Bud Powell y Lester Young en la figura del enorme saxofonista Dexter Gordon, quien protagonizaba el filme y tocaba junto a grandes figuras del jazz como Herbie Hancock, que se hizo a la sazón cargo del soundtrack.
Para muchos aficionados a la música nacidos en los ’60 y ’70, el filme fue de iniciación y entrada a un género imprescindible, en un viaje de ida a un universo musical estimulante e inagotable. Se trata de una película de culto que uno vuelve a ver con un placer agridulce.
Ya no ofrece la sorpresa deslumbrante de quien abre por primera vez la puerta del jazz, pero conserva la magia del bebop y de artistas que como Gordon y Thelonious Monk (autor de la pieza que da título a la cinta) transformaron para siempre nuestro modo de disfrutar la música.
Filmada entre París y Nueva York, inspirada en el libro La danza de los infieles, de Francis Paudras, la película de Tavernier es grande e inolvidable por muchas cosas, entre ellas sin duda la música de Hancock que, aun cuando fue considerada en su momento demasiado “amable” a la hora de pintar un estilo tan distorsionado y distorsionante como el bebop, persistió hasta nuestros días con una entereza prodigiosa.

Quien guste del jazz y no tenga en su discoteca el CD de Round Midnight carece de algo importante, a no dudarlo. Esto dicho con la convicción de que tanto disco como DVD se consigue sin problemas y por pocos centavos en las heroicas tiendas de música que aún quedan en nuestra ciudad.
El tema 1 es, precisamente “Round Midnight”, tarareada por ese mago del canto que es Bobby McFerrin, acotado aquí por el sugerente piano de HH, lo que ya es mucho decir (no siempre todo lo que hace Bobby tiene tanta belleza minimalista y honda).
Ahora bien, cuando el filme de Tavernier se convierte en una pieza única y extraordinaria es cuando caemos en la cuenta de la inmensidad despojada, como un paisaje de mar en medio de un desierto, que implica la interpretación de Dexter Gordon, que no se había puesto frente a una cámara en su vida.
Un rostro de bulldog asustadizo y frágil, la voz como de ultratumba, el cuerpo largo y baqueteado de un hombre al que no le quedan bien ni los trajes ni las corbatas y que sin embargo hasta sexy resulta cuando camina por una playa con el saco al hombro, mirando un horizonte que quiere atrapar sin remedio, para terminar de morirse de una buena vez por todas.
Su Dale Turner, triste, solitario y final quedó eternizado en aquel diálogo memorable que el músico viejo mantiene con su médico.
“¿Está cansado Dale?” Sí. Estoy cansado de todo, menos de la música. Debería descansar – ¿No puede dormir? Sí que duermo, pero, siempre tengo sueños – ¿Qué clase de sueños? Bueno, siempre son sobre música y el saxo. El sonido y una música que se expande, ya sabe lo que quiero decir, más y más. ¿Sabe? Ha habido noches, cuando he estado trabajando y tocando, que hacia el final de la noche he mirado la boquilla del saxoy estaba llena de sangre, pero no he notado nada. Mi vida es la música, mi amor es la música, 24 horas al día…”.
UNA PELÍCULA PARA DESCUBRIR A DEXTER GORDON
Lo importante además de Round Midnight es que esto recién empieza en lo que hace a justipreciar la calidad de un instrumentista como Dexter Gordon, Más bien, el filme es un pretexto invalorable para hacernos aficionados a su música y a su manera imposible de tocar el saxo.
Nació el 27 de febrero de 1923 en Los Ángeles. A los 13 comenzó a tocar el clarinete y en 1940, con apenas 17, inició una sociedad musical con Lionel Hampton, de cuya banda emigró en 1943.
Hizo sus primeras grabaciones en solitario largas como el líder de una sesión de quinteto con Nat “King” Cole como acompañante. Trabajó en Los Ángeles con Lee Young, Jesse Price, y con la Fletcher Henderson Orquesta.
En diciembre de 1944, luego de haber pasado una breve temporada junto a Louis Armstrong, se mudó a Nueva York para tocar en la orquesta de Billy Eckstine.

Sus grabaciones con Eckstine, Dizzy Gillespie, Fats Navarro, y otros pronto lo convirtieron una figura destacada del bebop. Regresó a California en el verano de 1946 y tocó con el baterista Cee Pee Johnson en Honolulu durante dos meses.
Las dificultades asociadas con su adicción a las drogas redujeron las actividades del saxofonista durante la década de 1950, pero estos problemas se habían resuelto en 1960 cuando se desempeñó como compositor y músico activo.
En septiembre de 1962, Gordon realizó un concierto en Londres y luego hizo una gira por Europa que tuvo tanto éxito que permaneció allí durante los próximos 15 años, haciendo viajes frecuentes a los Estados Unidos.
Se radicó en Copenhague (donde se hizo amigo de Torben Ulrich y posteriormente padrino de Larss Ulrich, el baterista de Metallica) se presentó en los principales festivales de jazz de Europa, enseñó y grabó prolíficamente. Antes de volver definitivamente a su país de origen en 1976, hizo una gira por Japón.
Ingresó al Salón de la Fama del Jazz en 1980 y fue nombrado “músico del año” por los lectores de la revista Down Beat en 1978 y 1980.
Como la estrella de Round Midnight, fue objeto de un renovado interés a finales de 1980. Recibió una postulación a un Oscar por su desempeño en el filme de Bertrand Tavernier.
Dueño de un estilo único en el que confluyen dosis equilibradas de frescura, fraseo, conciencia armónica y un sonido palpitante como pocos, fue la gran influencia para los dos saxofonistas más importantes de la generación posterior, John Coltrane y Sonny Rollins.
Murió el 24 de abril de 1990 a causa de una falla renal en un hospital de Filadelfia. Tenía 67 años.





