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Tomás Calvillo Unna

13/12/2023 - 12:05 am

El surco del aliento

“El mediodía, su turquesa espalda .El ascenso y descenso de anhelos, sueños, convicciones”.

“Amanecer en Xilitla”. Fotografía Tomás Calvillo Unna

Rendija: Comprender y compartir, son dos de las principales materias para ser profesionales y alcanzar el grado como seres humanos.

La tesis: Saber acompañarnos.

 

I

Esa lluvia, al oírse,

pellizca

arribita de los codos,

y salpica un poco

la trémula imagen

que resta del sueño

al que nos aferramos;

esculca

nuestros estados de ánimo,

y se desboca, en ocasiones,

con rumores:

las montañas se abren,

ya no es la carretera

si no el mar,

el océano,

o quien sabe que sea.

Como un cometa suelto

la imagen

parpadea.

La humedad de las nubes

a pecho tierra nos envuelve;

y de pronto,

la seda gris y plata

se desprende

Prontitud

la vida y sus promontorios,

que al doblar las rodillas

se revela.

Acaso

esta frescura de la mañana

anuncia

el desprendimiento nocturno,

ese hábito

para saber despedirse,

cuando la oscuridad

de fuera y dentro

sea una sola.

II

El nombre propio

es un puerto al que arribamos

y del que partimos:

Manantial

Ojo de Agua

Cueva;

los signos vitales

en su lugar.

Unas cuantas gotas

en el parabrisas,

poros de luz;

el incendio que el cielo guarda.

Las nubes confirman su estrategia,

aliadas del aire

emprenden su partida

que también es arribo.

Cuidan la sombra y su estirpe;

el tenue azul,

las rodajas blancas del aliento,

el girasol oculto del invierno,

la canela encendida de la pasión,

III

Sin duda,

a estas horas,

la tierra está ardiente.

Los árboles verdes,

en su abanico de tonalidades

se entrelazan con el viento,

agitan los márgenes,

como si quisieran

sembrarse de nuevo.

Su savia más verde apunta,

su afán de alcanzar

el ondular de las montañas,

queriendo ser rio,

en la encrucijada de su vientre,

mientras la espiral de las aves

confirma una promesa,

que cada uno lleva

escrita como destino.

IV

El mediodía,

su turquesa espalda.

El ascenso

y descenso de anhelos,

sueños, convicciones.

La cintura donde reposa la orquídea.

Las palmeras que pregonan su altura.

El vaivén que encuentra su rumbo.

La eternidad que se anuda

en el nacimiento y la muerte.

V

La dimensión de su pronunciación,

explica esta civilización del olvido;

permeada

de angustia enmascarada,

cuyo poder

es una trágica fantasía.

La flecha de su búsqueda

apunta,

la palabra abismo.

La velocidad nos derrotó,

aunque es cierto,

la partida aún no termina.

Proseguimos con

las escaramuzas de los minutos

en las minucias del horario,

al cumplir las tareas encomendadas

y asumidas,

sin olvidar el milagro,

silenciado y oculto

que aún palpita.

El tiempo que no tiene tiempo:

el espacio donde anida la conciencia:

el fuego que se cuida

y no se consume;

arde,

solo arde.

 

 

Pd. La raíz de la fe se encuentra en la incertidumbre que habitamos. Se recuerda afuera, adentro se confirma. La cultura: las nupcias entre la imaginación y la realidad.

El ser biológico (temporal) intrínsecamente adherido al tejido espiritual (atemporal): la historia se origina en esa vinculación de búsqueda e intersección que el lenguaje aprende y expresa en nuestro instante de inmensidad; serena intensidad, el balance buscado.

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