Behind the letters

15/06/2013 - 12:00 am

Asistir a encuentros de escritores es como ser turista en la boca del tiburón, pero también es darle un respiro al trabajo creativo y llevarlo a dimensiones inimaginables: compartirlo con foráneos, sufrir los chubascos de nuevas ideas y conocer la excéntrica humanidad de los que andan detrás de la pluma o la tecla.

Dicen que todos tenemos un poco de poetas y locos. Me quedo con la primera opción. La falta de razón y el dominio del instinto conducen a los creadores a andarse por las ramas ante la presencia de extraños y regalarles rasguños en forma de mirada. ¿Quién es? ¿De dónde viene? ¿Qué escribe?

La curiosidad asesina al escritor o al aspirante a serlo. Las mesas de presentación son un desfile de letras que apenas se oye con un auditorio casi vacío que por segundos deprime, pero al siguiente instante se recuerda que la población nacional lee a lo mucho 2.9 libros al año. La normalidad regresa. Conocidos, amigos, perdidos y poetas próximos a leer son el público voluntario forzoso que se avienta la cabalgata literaria.

Durante ese trotar de palabras, se da una muestra cultural del autor o la carencia de ésta. Literatos de pacotilla que se dicen escritores y a la hora de presentar un libro no tienen idea de que trata, sabios que desmenuzan la composición de una obra y tejen la intertextualidad, el contexto, las figuras retóricas y el argumento de un ser hecho palabras.

Palabras que a la menor intersección son filtradas como un pase en el fútbol, la ignorancia es la amenaza, cual si fuera un examen escolar en vigor de hacer lucir al que sabe más y humillar al que desconoce un dato, olvida el argumento o confunde autores como aquel 2011 en la Feria Internacional del libro en Guadalajara. Los ataques siguen en pro de la intelectualidad, lanzamientos de la varita mágica del saber. ¿Qué fuerza ganará? Combate de saberes.

Detrás de las letras no sólo hay pluma, lápiz, computadora y borrador, sino también una telaraña de emociones que se ocultan en los textos, en las actitudes de los escritores enajenados de sus composiciones, diagnosticados implícitamente como casos clínicos que desatan escándalos dotados de discreción absoluta: intentos de suicidio en la alberca, llamadas telefónicas absurdas abogando por algo que ya no es, secretos que la distancia inspira y a los minutos se vuelve una minificción.

La sensibilidad y el egocentrismo son las alas de los que escriben una historia en pleno desencuentro de reflexiones a veces llevadas a la falta de entendimiento por el abuso de imágenes en las lecturas. Los aplausos son la reverencia absurda de recibir al silencio como invitado de honor, o bien dar gracias porque el poeta en turno haya concluido su presentación.

Por supuesto la crítica es la daga o el elixir para continuar delirando con las palabras o abandonar la escritura a la primera de cambios. Hay que ser fuertes y resistir los golpes,  borrar las cicatrices  y empezar de nuevo a escribir con mayor inspiración, circulando por nuestras axilas y volviendo invisible a las nalgas.

Cosas de escritores diría uno, yo creo que mucho más que eso, detrás de tanto intercambio de ideas, el instinto se adueña de la razón y motiva a la psique a crear historias o versos hasta el hartazgo, hasta que a la pluma se le acabe la tinta, hasta que las letras del teclado no se vean, hasta que el cerebro se quede vacio y la inspiración sea un mito para justificar la creación de una obra que el común denominador tiene que inventar su sentido.

@taciturnafeliz

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