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Susan Crowley

17/06/2023 - 12:04 am

Lo que aprendí de Javier Álvarez

La última ocasión en que vi a Javier fue en los encuentros sobre cultura organizados por Alejandra Frausto. Antes de que AMLO ganara. Como muchos creadores, estuvo presente para defender la dignidad de los gremios dedicados al quehacer artístico y en especial a la investigación musical.

https://www.youtube.com/watch?v=hYZ5qPB0zc4

A Javier Álvarez lo conocí hace un montón de años, a principios de los noventa. Fue en Londres donde él vivía cursando un doctorado en Música. Nuestro encuentro, al menos para mí, sigue siendo memorable y no sé si llegué a demostrarle mi agradecimiento lo suficiente. Le debo un ritual iniciático difícil de igualar: en el Ronny Scott, Irakere interpretando su Misa Negra con Chucho Valdés al piano y Paquito D´Rivera en el sax y el clarinete. Una noche que considero una máster class y a Javier mi maestro y guía para poder abrir los oídos, la sensibilidad. Apreciar la fusión de ritmos latinos, afrocubanos emanados del Congo profundo con la fuerza sincopada del jazz, elegante, matemática, perfecta. Una verdadera misa si se quiere ver de modo metafórico, porque no siempre se dan estos momentos y un buen músico lo sabe. Javier lo sabía y sin hablar mucho ni ostentar su sobrado conocimiento, aportaba detalles que se convertían en claves para entrar a esa ceremonia.

En esa época tenía una abundante melena rizada, que le daba una personalidad muy especial; saludaba al personal del lugar como si fuera una extensión de su estudio. Obviamente era cliente asiduo. Los códigos entre músicos se dan con la mirada, con levantar el dedo meñique en dirección al sonido, con una ceja arqueada. Javier los dominaba y los hacía notar. Ese es el lenguaje del jazz y él estaba adentro de la ceremonia emprendida por Irakere, Valdés y D´Rivera.

Alumno y después amigo cercano de Mario Lavista, compositor especialista en música de concierto, electroacústica, multimedia y cine, fue miembro honorario de la Academia de Artes de México, Premio Nacional de Ciencias y Artes, miembro honorario de la Academia de Artes de México y Medalla Bellas Artes 2015. Javier vivió muchos años fuera de México, pero nunca hizo a un lado sus raíces y la música mexicana fue fundamento de su obra. A esos sonidos inigualables que sólo nos pueden evocar un paisaje nuestro, que nos llevan a Rulfo y sus narraciones, que nos hacen transitar al pasado en blanco y negro de la fotografía de Álvarez Bravo y Figueroa, los insufló de modernidad y nuevas tecnologías. La autenticidad de su obra exploró también los pasajes urbanos que son mezcla de lo que alguna vez existió y de esa contemporaneidad tan necesaria en nuestra música.

Evocaciones más allá de lo descriptivo y que revelan una sensación tras otra, que nos llevan a nuevas visualizaciones, ritmos, estados de consciencia, revelaciones de realidades paralelas, dimensiones inéditas, puertas que se abren a sonoridades desconocidas, momentáneas, frágiles y contundentes, efímeras, pero de una construcción rigurosa. Javier le permitió a nuestra tradición musical reelaborarse con un sólido lenguaje, que parte del amplio conocimiento de la historia de la música, al que una y otra vez rindió homenaje.

“Metro Nativitas, Metro Taxqueña y Metro Chabacano son estaciones que pertenecen a una de las líneas del vasto sistema del Metro de la Ciudad de México. Mis piezas, sin embargo, no buscan retratar ningún aspecto sónico o visual particular del Metro. Más bien, escucho estas piezas como cortos viajes cíclicos imaginarios a través de fugaces paisajes urbanos”. Así describió Javier una de sus obras más conocidas, Metro Chabacano (1988).

Temazcal, nos adentra en la tierra que sana a través de los cantos y danzas, de la sabiduría ancestral. Fascinante y al mismo tiempo liberadora de las energías. Escucharla es una especie de exorcismo en contra de la contaminación audiovisual en la que hoy estamos atrapados. Maracas y música electrónica se fusionan con un arpa. Una guitarra interviene con un contrabajo que ejecuta un pizzicato. A lo lejos se escuchan los tambores de bambú. El performance de Claire Edwards es muy interesante, dejo la liga: https://www.youtube.com/watch?v=MqidkMn1bSs&t=2s

El regreso de Javier a México fue muy significativo. Se dedicó enteramente a la enseñanza, un papel que como aquella noche del Ronny Scott le iba de maravilla. Porque el poder de un verdadero maestro es contagiar y “subir al carro de Elías”, como diría una maestra mía sobre la sabiduría compartida, a cada uno de sus pupilos. Hacer sentir que el otro tiene todo que dar, y como maestro saber que tu verdadera labor de enseñanza es aprender de los otros, en este caso de nuestros alumnos. Javier se convirtió en director de la escuela superior de artes de Yucatán, y pasó años formando nuevas generaciones de músicos y produciendo obras de una calidad increíble que, no son las más interpretadas, pero que cada vez que se escuchan roban el alma.

Su encuentro con Guillermo del Toro fue otra de sus grandes aportaciones. Esta vez en el cine. Juntos lograron cuajar un proyecto cinematográfico en el que la música es tan importante como lo visual. Ahí Javier demostró que, si bien la vista es más rápida y aparentemente más efectiva que el oído, este puede vestir una imagen y crear una narrativa mucho más profunda. En cada escena de Cronos, la música plantea un sentido, hace cuerpo que arropa los movimientos de la cámara, los pasos de los personajes, sus sentimientos. Lo mismo el clavecín que evoca la antigüedad donde se gesta la maldición, el don, el misterio mezclado con ritmos de tango, vals, música norteña, una marimba que podría ser el cliché mexicano convertido en pulsión. Magistral. De una exigencia que no permite fallas, igual que nos traslada a la modernidad, traduce las inteligencias tanto de Del Toro como de Álvarez, su agudeza y sentido del humor macabro, sí, porque es profundo, certero y capaz de hilar un sarcasmo detrás del otro sin despeinarse.

“Un portal a otro universo donde no hay un muro que divida lo real de lo imaginario” dice Del Toro. La música estableció un umbral para los oídos que imprime sensaciones inéditas que permiten a las imágenes danzar, entrar, salir, con un ritmo impecable. El reto para Álvarez, traducir la psique de Del Toro. Resultó un encuentro de logros y de cariño. Nominado al Ariel, Álvarez demostró que la buena música siempre hará más grande una película, y no necesariamente lo contrario, “Javier le dio a Cronos una hermosa voz con su música y su generosidad. Su enorme corazón, talento y sentido del humor son inolvidables”, declaró Del Toro.

La última ocasión en que vi a Javier fue en los encuentros sobre cultura organizados por Alejandra Frausto. Antes de que AMLO ganara. Como muchos creadores, estuvo presente para defender la dignidad de los gremios dedicados al quehacer artístico y en especial a la investigación musical. Alejados por este Gobierno, que ha sostenido tener otras prioridades, muchos de ellos, valiosos y dedicados por completo a difundir y educar a través de la música, han peleado su derecho de recibir apoyos para desarrollar sus proyectos que a fin de cuentas derraman cultura a todos.

Pero si hay tanta música que agradecer a Javier, todavía tengo algo más que le deberé para el resto de mi vida. Fui víctima de su humor negro. Con absoluta seriedad me invitó unos tacos. Como mexicana pretensiosa pensé, qué mal gusto ¿invitarme a comer tacos en Londres? Cruzamos un par de calles del  SOHO. Entramos al barrio chino con sus restaurantes típicos nada antojables. Los patos laqueados colgando de las vitrinas empañadas de grasa. Javier me hizo pasar al que menos prometía. Una mujer que parecía de la mafia china y a la que saludó con un beso en cada mejilla. Mesa con mantel de plástico con decoraciones de quimeras, una cerveza helada, deliciosa. Compartimos los más exquisitos tacos de mi vida. Crispy Pekin duck, que tampoco conocía, y que de no ser por Javier jamás me hubiera atrevido a probar.

Querido Javier nos harás falta.

Dejo aquí una liga a la página de Javier en la que podrás encontrar algunas de sus obras que merece la pena escuchar y ver.

https://temazcal.co.uk/

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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