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Tomás Calvillo Unna

20/12/2023 - 12:04 am

El biombo del dolor: la intoxicación virtual

“Qué es lo que se aproxima, Qué es lo que está detrás. Las conversaciones continúan”.

“El abrazo”. Pintura: Tomás Calvillo Unna

Rendija: Qué carajo pasa, vemos las imágenes de lo sucedido en Salvatierra, horas antes de la criminal agresión que acabó con la vida de 11 personas, mujeres y hombres y dañó a otras más que sufrieron heridas. Qué diablos pasa con la clase política de este país, empezando por el Presidente y todos los Partidos Políticos. No pueden, al menos, compartir un acto público de solidaridad con las víctimas y dedicar simbólicamente un día de silencio y oración para abrazar y compartir el dolor de familiares y prójimos de aquellos que sufren por la pérdida violenta de sus seres queridos. Un día para bajar el switch a México, detener el país y decir todos, ¡ya basta! Un día para reconocerse como seres humanos, eso que nombran humanismo.

 

I

Y a pesar de todo

lo que pretendemos saber,

ignoramos quiénes somos;

no tenemos ni la menor idea

de que hacemos aquí.

La cotidianidad cada vez

es más aberrante,

en su implacable estertóreo

de imágenes

suele olvidar ese tronar de dedos,

del ya nos fuimos;

su especialidad es

la anestesia cultural,

en medio de maravillas

que poco ayudan

a entender

de que se trata este viaje,

en un universo tan vasto

que pareciera no tener

ni principio ni fin.

Un grano de arena

en el océano del universo;

la mota de Sagan

en la imagen presidida

por el fulgor del sol.

Aquí las múltiples dimensiones

que podemos percibir

y no obstante,

la propensión a encerrarnos.

La química viva,

un pleonasmo existencial,

que nos reta día a día

desde su insistente poder creativo;

la elasticidad de sus fórmulas,

la morfología de la vida;

mientras escribimos nuestros nombres

en el muro derruido del tiempo

II

La IA, el sudor de la abstracción;

las celdas invisibles de la razón.

La natural adicción del conocimiento.

El espectáculo del lenguaje.

Una costosa juerga

del ego civilizatorio.

Su obsesión de dominio,

su instinto imperial:

la tentación de la eternidad.

El alma extraviada

en el laberinto de sus reflejos:

el hueco, su contundencia.

La mutación,

ese salto mortal,

que la historia concibe

en su continua finitud.

El tenso sentido de la presencia

al umbral de su revelación.

La densa bruma

de la desvinculación del ser.

La ausencia del poder,

ese extraño soplo de inutilidad

de su quehacer,

a pesar, en ocasiones,

de sus bombos y platillos

de su buscada magnificencia.

El exceso inherente

a la concreción de las fantasías.

La disputa por la imagen,

la atención de la representación.

La torcedura del pragmatismo,

la competencia interminable

por prender y apagar las luces.

La puerta de la imaginación

se quedó abierta,

su lugar

lo comienza a ocupar la pesadilla.

III

Esta calma,

acaso es un presagio.

Se retira el frío;

por momentos,

las nubes aparentan estar inmóviles.

Hay una frescura

que nos llama,

a volver,

a aprender,

a mirar

a prepararse.

La pequeña esfera blanca del sol asoma

en los linderos de ese gris continente

que se extiende sobre nosotros.

Qué es lo que se aproxima,

Qué es lo que está detrás.

Las conversaciones continúan,

pero sabemos que algo más

se acerca

No podemos determinar aún qué es.

Retorna lo que nombramos

formalidad del día,

sus sorpresas y rutinas;

estos instantes

permiten recordar algo

que aún desconocemos:

la paradoja

serena nuestro ánimo.

La luz impregna cada poro;

el umbral del resplandor

esta aquí dentro; nuestros cuerpos

también son relámpagos.

 

Pd. Para Eva Gutierrez y Adan Martínez. Conversaban en el jardín y sus palabras

parecían ser las olas del mar a orillas del mundo;

 

te abrazo y te cuido

como tú sabes abrazarme y cuidarme –

se dijeron,

cuando llegó la noche

y cubrió sus cuerpos

con la sabana de estrellas.

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