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Antonio Salgado Borge

22/07/2016 - 12:00 am

Humberto Moreira vs Sergio Aguayo

Cuando decidió demandar por difamación a Sergio Aguayo, Humberto Moreira cavó algunos metros adicionales en el fondo del barranco en el que, desde hace años, se encuentra atrapada su carrera política. Moreira parece no darse cuenta de que no pudo elegir momento más inoportuno para desatar su virulenta venganza contra uno de los analistas políticos […]

Humberto Moreira no pudo escoger adversario más formidable para desahogar su rabia. Sergio Aguayo representa para los mexicanos más informados y preocupados por su país una suerte de antítesis de Moreira. Foto: Especial
Humberto Moreira no pudo escoger adversario más formidable para desahogar su rabia. Sergio Aguayo representa para los mexicanos más informados y preocupados por su país una suerte de antítesis de Moreira. Foto: Especial

Cuando decidió demandar por difamación a Sergio Aguayo, Humberto Moreira cavó algunos metros adicionales en el fondo del barranco en el que, desde hace años, se encuentra atrapada su carrera política. Moreira parece no darse cuenta de que no pudo elegir momento más inoportuno para desatar su virulenta venganza contra uno de los analistas políticos más reconocidos y admirados en nuestro país. Y es que este exabrupto no alterará en lo más mínimo la carrera de Sergio Aguayo, académico y activista de una sola pieza; pero sí que podría terminar definiendo el futuro del político priísta.

Cualquier mexicano medianamente informado sabe que en nuestro país es difícil encontrar políticos en activo tan desprestigiados como Humberto Moreira. Ni el alejamiento de los reflectores del ex gobernador de Coahuila y ex presidente nacional del PRI, ni la feroz competencia que todos los días le hacen sus colegas, han detenido el aluvión de revelaciones que lo vinculan con los hechos y prácticas más condenables. A pesar de que Moreira no ha ocupado ningún cargo oficial desde 2012, la lista de acusaciones en su contra sigue creciendo. Y no parece que vaya a detenerse pronto. A los detalles de la escandalosa deuda pública de Coahuila se han sumado testimonios en cortes norteamericanas, acusaciones internacionales en su contra y la exhibición de operaciones irregulares en las cárceles de ese estado durante su administración.

En los últimos años, las críticas y condenas a Humberto Moreira han sido nutridas y continuas. Diversos medios –entre ellos SinEmbargo– han documentado a través de investigaciones periodísticas tramas verdaderamente indignantes. Lo que menos necesitaba el político coahuilense era abrirse un nuevo frente. ¿Qué pudo llevarlo a tomar una decisión tan desacertada? Sergio Aguayo tiene una hipótesis que apunta a una causa específica: “quiere intimidarme y desgastarme porque estoy dirigiendo, desde El Colegio de México, una investigación sobre la masacre de Allende, Coahuila del 2011 (los Zetas desaparecieron en ese y otros municipios a un número indeterminado de personas: el número más mencionado son 300). Incluyo una breve descripción de los objetivos de esa investigación que es auspiciada por la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), una dependencia del Estado mexicano”.

Humberto Moreira no pudo escoger adversario más formidable para desahogar su rabia. Sergio Aguayo representa para los mexicanos más informados y preocupados por su país una suerte de antítesis de Moreira. El doctor Aguayo es profesor en el Colegio de México y en la Universidad de Harvard. También ha escrito libros indispensables para entender la democracia mexicana, es columnista en el periódico Reforma, panelista en el programa Primer Plano y fue colaborador en la mesa de análisis político de Carmen Aristegui. Actualmente se dedica a estudiar y entender la violencia en México, uno de los temas fundamentales de nuestro tiempo. El reconocimiento del que goza en ámbitos académicos y periodísticos se debe exclusivamente una trayectoria congruente repleta de méritos.

Para hacer aún más radical su contraste con Humberto Moreira, Sergio Aguayo se ha dedicado, desde hace décadas, a denunciar la corrupción -incluida la del SNTE y Elba Esther Gordillo- y a construir democracia desde la sociedad civil. Con su participación en diversas organizaciones ha contribuido al empoderamiento de actores que pelean por causas justas y a la construcción de capital social positivo, uno de los temas que ha abordado frecuentemente en sus textos. Es decir, mientras que la carrera de Humberto Moreira parecer estar construida sobre los vicios de nuestra democracia, la de Sergio Aguayo ha prestado un servicio en la construcción de una democracia menos viciosa.

En el México del presidencialismo imperial hubiera sido muy probable que el desplante autoritario de Moreira -o su posible triunfo legal- cumplieran perfectamente con el objetivo intimidatorio mencionado en la hipótesis de Sergio Aguayo. Pero el país ha cambiado y esto no es tan sencillo en 2016. Prueba de ello es el respaldo externado a Aguayo por periodistas, académicos, activistas y ciudadanos, así como la cobertura que medios independientes han dado a sus declaraciones. Estas manifestaciones de solidaridad han llegado en el momento más complicado del sexenio, y representan para el Presidente y su partido un costo que no tendrían por qué absorber. Justo cuando la estrategia del gobierno federal se ha orientado a tapar presurosamente cualquier flanco abierto –en particular con el círculo rojo-, Moreira ha venido a generar un nuevo conflicto no presupuestado.

La embestida de Moreira luce aún más irracional y desesperada si consideramos que su partido se encuentra en un proceso de relanzamiento de imagen, consecuencia de las históricas derrotas electorales de este año. Con el fin de lavar la cara a los suyos desde el primer segundo de su encargo, Enrique Ochoa, el nuevo presidente del PRI, ha dicho hasta el cansancio que denunciará a los corruptos dentro y fuera de casa. Para redondear la estrategia, el propio Peña Nieto ha pedido disculpas –¡por algo que supuestamente no hizo!- y se ha despedido de su impresentable incondicional Virgilio Andrade, enviando así una señal de la tónica del discurso anticorrupción priista hacia 2018.

Sería ingenuo suponer que la corrupción al interior del PRI será castigada siguiendo criterios objetivos o sin importar el nivel de los personajes involucrados; sin embargo, después de tantos bombos y platillos, alguien tiene que caer para que no resulte más costoso este relanzamiento mercadológico que las inacciones previas. En este sentido, lo más probable es que los priistas terminen optando por sacrificar a personajes impresentables, como los Duarte y Roberto Borge, que representarán un mayor lastre electoral rumbo a 2018. Y, en caso de que alguien tuviera alguna duda de sus credenciales a estas alturas, Moreira parece empeñado en lograr que su nombre no sea olvidado al momento de redactar ese selecto listado.

Twitter: @asalgadoborge

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Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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