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Susan Crowley

24/06/2023 - 12:04 am

Cómo Kokoschka mató a Alma Mahler

La “novia del viento”, como se le conoce, vivió varios affaires más antes de encontrar a Franz Werfel, con quien pudo huir de la Europa nazi, estableciéndose en Los Ángeles. A la muerte del poeta se mudó a Nueva York consagrando su vida a reivindicar la obra y la memoria de Mahler que había sido proscrita por el antisemitismo en Austria y Alemania.

Hay algo que me perturba profundamente de Alma Mahler. Es su rostro gélido, una boca que más parece una oscura cueva llena de afilados dientes. Maquillada como una actriz de cabaré, las cejas marcadas en prominente arco. Inexpresiva. Se diría que más bien grotesca con formas gigantes nada voluptuosas, pechos desafiantes. Sus genitales se exhiben sin pudor. Alma tiene piel de oso, está cubierta de plumas. La exagerada sexualidad que muestra está lejos de la pudorosa sensualidad de las mujeres de su época.

Oskar Kokoschka fue el creador de esta burda réplica de la viuda de Mahler. Quizá la primera sexdoll de la historia a escala real. Especie de quimera, figura misteriosa, más bien fetiche en la que volcó la rabia, el odio, la frustración. A fin de cuentas, una pasión capaz de llevar a su botarga a un palco de la ópera de Viena, sentarla a la mesa, presumirla en las reuniones y causar envidia entre los hombres. Una muñeca diseñada para reemplazar el abandono y la desgracia de no ser amado.

Kokoschka fue uno de los más célebres artistas del siglo XX, genio de la pintura. Loco, apasionado y perdidamente enamorado de la mujer más asediada de Europa, Alma Schlinder-Mahler. La también perturbadora Alma en cuerpo y alma, era una mujer gigante de pechos prominentes, con un rostro expresivo, mirada inteligente, cargada de testosterona que resultaba atractiva a quien la tuviera enfrente.

Nació en Viena, donde creció en un ambiente de intelectuales, entre famosos que visitaban la casa familiar. En el centro del Imperio austrohúngaro a finales del siglo XIX y principios del XX. Atmósfera en la que, como diría Robert Musil, el escritor de El hombre sin atributos, se mostró el nivel más alto de cultura jamás visto. A tal grado que su caída sería igualmente estrepitosa. La república de Kakania, como también se llamó a la Viena envuelta en los festejos de conmemoración del septuagésimo jubileo del emperador. Una idea descabellada que se gestó al borde de la caída. El tácito fin de un imperio vacío y decadente cuya extensión abarcó a prácticamente toda la Europa del este y en la que Viena concentró lo más importante de aquella Babilonia.

Una urbe en la que vivieron los miembros de la Sezessión Vienesade la que el padrastro de Alma, Carl Moll, formaba parte. Gustav Klimt, Egon Schiele, Otto Wagner y Koloman Moser; músicos como Gustav Mahler y sus seguidores, Arnold Schöemberg, Alban Berg y Anton Webern; escritores como Thomas Mann, Robert Musil, Stefan Zweig, Karl Kraus, German Broch y Joseph Roth; el padre del psioanálisis Sigmund Freud, el dramaturgo Hugo von Hofmannsthal, o el filósofo Ludwig Wittgestein, solo por mencionar algo del talento que circulaba por los salones, los cafés y los parques.

En las muchas y muy variadas biografías que se han escrito sobre Alma se destaca su capacidad intelectual y su apasionada forma de conversar. Conocía el lenguaje del arte desde pequeña, era compositora. Retó lo establecido en una época en la que el género femenino solía ser pasivo, conveniente, amable y discreto. Esta mujer no es de su época, más bien hizo época. Nada suave, poco sutil en su manera de hablar, afirman sus contemporáneos. Alma causó su primer abismo emocional cuando tenía 16. Fue a Gustav Klimt, de 34, quien precisamente la inmortalizó en su famoso cuadro El Beso. Más tarde sería el amor de gigantes de la cultura del siglo XX, el compositor Gustav Mahler, el arquitecto fundador de la Bauhaus, Walter Gropius, el escritor y poeta Franz Werfel y, por supuesto, el pintor Oskar Kokoschka.

Todos perdieron la cabeza por Alma. La amaron a muerte, lograron conquistarla, pero también quisieron atrapar a su alma, eso sí que no pudieron. Le costó la vida a Mahler que, al enterarse de su infidelidad con Gropius, llegó al punto final de su desgracia. Es verdad que él también estuvo a punto de arruinarle la vida. No sería justo hablar de misoginia, pero el compositor era un genio y quienes vivían a su lado debían renunciar a todo para acompañarlo en sus obsesivas batallas. A un ser como Alma era absurdo exigirle un sacrificio de ese tamaño. Sin embargo, ella cedió. Se retiró de su no tan prometedora carrera (hay que reconocer que no fue una gran compositora), y se dedicó a ser la copista y lectora de la música del artista. Se quedó a su lado hasta el final para después vivir un romance tormentoso con Oskar Kokoschka, al que igual dejaría por Walter Gropius.

La novia del viento es una de las obras en la que el pintor consagró su amor por ella. Representa el abrazo infinito en el que Alma queda atrapada entre las telas de estridentes colores; tentáculos con los que el amante apresa a su amada a quien está decidido a consumir. Pasión, celos, violencia, opresión, peleas y reconciliaciones. Pulsiones todas que son representadas en esta obra maestra. Pero en la vida real, Alma decidió abandonar al artista de quien terminó exhausta. Tuvo un aborto voluntario que destrozó cualquier posibilidad de reencuentro. Huyó y lo abandonó. Fue entonces cuando él decidió sustituir a la femme fatale por ese títere gigante al que podría manipular a su antojo. Aún queda la carta con las exhaustivas especificaciones para el fabricante. Una ex machina que le daría satisfacción, a la que podría dominar y manipular a su antojo y que jamás lo dejaría.

Aquí la historia pasa de tragedia a casi una farsa llena de anécdotas. Kokoschka jamás quedó satisfecho con el resultado. Había pedido que tuviera la boca abierta con un orificio redondo y en vez de eso tenía unos labios en rictus severo. Le había mandado a confeccionar un vestuario tan sofisticado como el que solía usar la real. Jamás logró que la muñeca vistiera con el porte de Alma. Lo peor, el maniquí no hablaba, no inspiraba ningún sentimiento, solo lo miraba con frialdad.

Decepcionado por el resultado decidió “asesinar” a Alma. Reunió a sus íntimos, se emborrachó y bañó el cuerpo inanimado con vino tinto, le cortó la cabeza y después la tiró en el patio junto a la basura. Durante varios días se habló de un cuerpo decapitado y ensangrentado en el domicilio del artista. La policía llevó a cabo interrogatorios sobre el asunto y Kokoschka tuvo que demostrar que todo había sido un juego perverso. Dicen que al revelar que era Alma el motivo de sus desdichas todos lo compadecían y entendían su locura.

La “novia del viento”, como se le conoce, vivió varios affaires más antes de encontrar a Franz Werfel, con quien pudo huir de la Europa nazi, estableciéndose en Los Ángeles. A la muerte del poeta se mudó a Nueva York consagrando su vida a reivindicar la obra y la memoria de Mahler que había sido proscrita por el antisemitismo en Austria y Alemania.

Alma Mahler, la verdadera, fue una mujer bella, inteligente, libre. Retó a una sociedad ceñida con leyes anquilosadas, que no consideraba al género femenino sino apenas una figura de ornato. Hizo lo que se le dio la gana. Vivió de un amor a otro. Pasó a la historia como la gran acompañante de los hombres más importantes de su época y la que los abandonó. El papel de musa a la manera más clásica, la última salonnière, que hizo de la cultura una fiesta de arte, literatura y música y lo mejor de todo, amor fatal de tan grandes genios convirtiéndose en figura legendaria. La otra, la muñeca, vive encerrada entre los muros del museo Leopold de Viena.

@Suscrowley

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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