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Ricardo Ravelo

25/01/2019 - 12:07 am

El poder de la mafia

La lucha del gobierno de Andrés Manuel López Obrador contra la corrupción será muy larga y, como ya se ve, nada fácil.

Andrés Manuel López Obrador. Foto: Cuartoscuro.

La lucha del gobierno de Andrés Manuel López Obrador contra la corrupción será muy larga y, como ya se ve, nada fácil.

La corrupción en México opera por sistema. Y los beneficiados del Estado fallido no quieren que la rueda de la corrupción se detenga.

El sistema es mafioso.

Todo está construido para que los empresarios, profesionistas, políticos y la sociedad civil se ajusten a las reglas del sistema si quieren participar en alguna actividad, ganar un contrato, conseguir un empleo importante u obtener un beneficio legítimo. Todo tiene un costo en el sistema de la corrupción.

Así se construyó el sistema y así ha operado siempre, de tal manera que para los presidentes resultaba más cómodo no alterar las reglas del juego. No se atrevían a quitar ni un sólo tornillo del complejo entramado porque así funcionaba a la perfección para sus intereses tanto personales como de cúpula. Las promesas de abatir la corrupción eran parte de un discurso falso, mentira vil.

En los gobiernos priistas y panistas resultó impensable convertirse en relojeros del sistema quitándole todos los engranajes a la maquinaria para volverlos a colocar en su lugar. Nadie se atrevió a tocar esa compleja máquina de corrupción que instaló el sistema mecánico de robar.

Es por ello que resulta encomiable la decisión de Andrés Manuel López Obrador de atacar la corrupción en Pemex y en todas las áreas del gobierno. Empezó por el robo de combustibles –Los Huachicoleros –pero limpiar las corruptelas de Pemex puede llevar el sexenio completo y no alcanzará  el tiempo para sanear a la paraestatal de la podredumbre.

El robo de gasolinas es un negocio muy viejo, ahora parece novedad porque ha atraído los reflectores nacionales e internacionales, más todavía después de la tragedia de Tlahuelilpan, Hidalgo, tierra del narco y del huachicol.

La corrupción en Pemex tiene una larga historia. Algunos apuntes:  Se sabe que después de la nacionalización de la industria petrolera y particularmente desde el sexenio de Miguel Alemán se comenzaron a construir las bases del sistema político corrupto.

Se otorgó una concesión de televisión para crear Telesistema  Mexicano con Emilio Azcárraga Milmo, Rómulo O´Frarril y Guillermo González Camarena –este es el antecedente de Televisa –porque el sistema político necesitaba proyectar sus bondades a la sociedad, construirse una imagen casi impoluta, posicionarse en cada rincón de la República y, mediante el entretenimiento, mantenían a buena parte de la sociedad en una especia de sueño del que, hasta ahora, les ha costado trabajo despertar.

Así construyó el PRI su hegemonía. Hubo desarrollo en el país, nadie lo duda, pero también se desató una corrupción atroz que con el tiempo se volvió sistemática y sigue impune.

Ya desde entonces la industria petrolera, orgullo de México, era un negocio muy rentable para el poder político. Nadie puede calcularlo, pero desde que México se convirtió en un país poderoso en la exportación de petróleo el saqueo a la empresa paraestatal rebasó todos los límites, insondable la profundidad.

Decenas de buques-tanques cargados con hidrocarburos se vendían en el mercado internacional y gran parte de esas ganancias iban a parar a los bolsillos de los presidentes en turno. Así amasó gran fortuna …Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Cada uno de ellos tuvo un nicho de corrupción para explotar en Pemex:

López Portillo, por ejemplo, cobijó a su amigo y hombre de confianzas, Jorge Díaz Serrano, apresado en 1983. Fue el primer golpe que asestó la Renovación Moral que impulsó Miguel de la Madrid, una medida política que se impuso como necesaria ante el desastroso gobierno de su antecesor.

Díaz Serrano fue acusado, siendo senador de la República, de un fraude de 5 mil millones de pesos, entre otras causas, se le atribuyó el incremento indebido de los precios de varios buques que, para el servicio de Pemex, se mandaron a construir a Holanda y Noruega.

Díaz Serrano era el operador del presidente López Portillo en Pemex: manejaba dos líneas de negocios: la del gobierno y la estrictamente personal del presidente, quien se enriqueció con la venta al extranjero del petróleo crudo robado a Pemex, así como de los barcos construidos en el extranjero, cuyos costos fueron inflados, de acuerdo con la acusación de esa época.

Con Miguel de la Madrid pasó lo mismo y con Carlos Salinas de Gortari empezaron las maniobras para privatizar a la empresa, pero el sexenio sólo alcanzó para dividirla en cuatro subsidiarias, es decir, la dejó lista para empezar a privatizar sus principales actividades, como la extracción de crudo, la refinación, la exploración, entre otras.

Salinas encarceló a Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, el poderoso líder petrolero, pero impuso a Carlos Romero Deschamps, tan corrupto como “La Quina”, quien tiene una larga historia negra por sus corruptelas y sus antecedentes en el robo de combustibles, según informes de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad, con cuantiosas y extrañas inversiones en paraísos fiscales, particularmente en Islas Caimán.

Romero Deschapms es una posición de Carlos Salinas en el sindicato petrolero y a él le debe no sólo el cargo desde 1989 sino la impunidad de la que todavía goza. Es intocable hasta para el propio López obrador, quien recientemente dijo que su gobierno no cuenta con antecedentes para incriminar al líder petrolero. Como si su riqueza descomunal no fuera un elemento sospechoso para investigarlo.

En el gobierno de Ernesto Zedillo la corrupción se disparó con algunos proyectos, entre ellos, la reconfiguración de las principales refinerías de Pemex –Cadereyta, Tula, Minatitlán, Madero, entre otras –cuya modernización terminaron en un fiasco.

Como ya se dijo en la colaboración de la semana pasada, la modernización de las refinerías se realizó para incrementar la producción de gasolinas, refinar los petrolíferos pesados y evitar las importaciones de combustibles.

Pero al término del sexenio, el país cayó en un grave problema de producción que impactó el abasto de gasolinas y se abrió la puerta a la importación, sobre todo de Estados Unidos.

Con Vicente Fox y Felipe Calderón el robo de combustibles comenzó a ser una grave amenaza para la seguridad del país y no menos grave para la economía. Se mermaron las finanzas de Pemex y se incrementaron las fortunas de altos funcionarios de la empresa, de los políticos del régimen y las del crimen organizado, boyante y poderoso.

Desde los gobiernos de Fox y Calderón comenzó a ser visible la presencia del crimen organizado en Pemex. Desde entonces surgieron personajes como Francisco Colorado Cessa, dueño de la empresa ADT-Petroservicios, una compañía especializada en tareas de remediación ecológica.

Pero el controvertido “Pancho” Colorado –financiero de campañas políticas en Veracruz –no era un simple empresario y contratista de Pemex: fue el representante de la mafia dentro de la paraestatal. Por largos años al empresario se le relacionó con el cártel de Los Zetas, otrora brazo armado del cártel del Golfo.

Colorado, según sus antecedentes, era una pieza clave del lavado de dinero del narcotráfico. Su debilidad eran los caballos de carrera, los que compraba con dinero sucio y luego los utilizaba en justas nacionales e internacionales donde se apostaban millones de dólares, según cuentan algunos de sus amigos más allegados.

Se afirma que Colorado solía apostar sumas millonarias en dólares con Heriberto Lazcano Lazcano, fundador de Los Zetas; Ismael Zambada García, “El Mayo”, miembro del cártel de Sinaloa, entre otros, porque –según decía — “eran los únicos que le aguantaban los putazos de dinero” que a él le gustaba perder y ganar en las carreras.

El empresario gozó de impunidad hasta que tuvo que entregarse en Estados Unidos porque se le perseguía por cargos de lavado de dinero y delincuencia organizada. Estuvo preso en Texas y cuando purgaba una pena de veinte años murió de un infarto.

El cártel de Los Zetas fue el primero que estuvo relacionado con el robo de combustibles en México. Desde Tamaulipas hasta Hidalgo ese grupo criminal se dedicaba a la ordeña de ductos, al trasiego de combustibles robados, a la adulteración de gasolinas y sus altos mandos estaban –y siguen — coludidos con funcionarios  –parte de la estructura de protección de esa actividad criminal.

Casi con el mismo poder, el cártel de Los Caballeros Templarios también se incorporó al robo y trasiego de combustibles y fue más allá: en Michoacán se metió fuerte con la minería, tanto, que todavía cobran cuotas fijas a los empresarios del ramo. Otros productores, como los de aguacate, también sufren los embates del grupo criminal que opera también en Guerrero y Jalisco.

Boyante en los últimos seis años, el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) incorporó el huachicol a su portafolio de actividades criminales, lo que le permitió ampliar sus dominios hacia Veracruz, Puebla, Hidalgo, entre otros estados, donde el robo de gasolinas opera al amparo de gobernadores, alcaldes y policías.

El Cartel del Golfo –tercero más importante en el organigrama nacional –tiene entre sus veinte actividades criminales la venta de gasolina robada. También roban en Pemex combustóleo –conocido como Fuel Oil –y se usa como combustible para las plantas de energía eléctrica, barcos, calderas y hornos. El control del robo en Pemex lo tiene el narcotráfico que, además, también domina el mercado del solvente L, muy demandado en las tintorerías.

Las organizaciones criminales dedicadas al robo de combustibles están conformadas por personas comunes y corrientes que operan en campo; esta sería una estructura menor, pues la jerarquía está dentro de Pemex y la protección, según se sabe, dependía de la presidencia de la República.

Se trata de un cártel que, como ocurre con los que están dedicados al narcotráfico, nacieron con apoyos políticos y operan con total protección en todo el país.

Según las dimensiones de este negocio, el crimen organizado, sin dudas, tiene el control en Pemex. No será nada fácil destruir estas redes que se extienden hacia los mercados internacionales, pues detrás de estos grupos criminales están las empresas trasnacionales que detonaron el aumento de los precios de las gasolinas y con ello el boyante mercado negro de combustibles robados.

¿Hasta dónde llegará el combate a la corrupción? ¿Se podrá combatir a tal grado que sea posible sanear Pemex? Como ya se dijo, la corrupción opera al más alto nivel porque es un sistema y detrás de este sistema opera una bien aceitada maquinaria –hombres del PRI, PAN, empresas y mafiosos –que no dejaron ni dejarán sus negocios ilegales.

Para ellos el sistema corrupto funciona muy bien y sirve a sus intereses. Todo lo compran con dinero y lo disponen en forma ilimitada.

La de López Obrador es una lucha contra la corrupción y es evidente que sus acciones se están topando con mafiosos dispuestos a matar. Es la acción de la justicia contra el dinero, la corrupción sin medida. La historia, ese implacable molino triturador, sostiene que en esta batalla nadie gana y nadie pierde. Poder y mafia siempre se han puesto de acuerdo.

Ricardo Ravelo
Ricardo Ravelo Galó es periodista desde hace 30 años y se ha especializado en temas relacionados con el crimen organizado y la seguridad nacional. Fue premio nacional de periodismo en 2008 por sus reportajes sobre narcotráfico en el semanario Proceso, donde cubrió la fuente policiaca durante quince años. En 2013 recibió el premio Rodolfo Walsh durante la Semana Negra de Guijón, España, por su libro de no ficción Narcomex. Es autor, entre otros libros, de Los Narcoabogados, Osiel: vida y tragedia de un capo, Los Zetas: la franquicia criminal y En manos del narco.

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