I
Hay que esperar
a dar vuelta en la esquina,
los pasos tienen su ritmo
lentos o rápidos,
no se detienen.
Al llegar, sabremos…
cuántos signos de interrogación
y admiración se intercalan,
y puntos y aparte y
puntos suspensivos…
II
La pausa del viento es la memoria;
la potestad de lo invisible
se expresa en la contundencia,
cuando con su esplendor
reduce a cenizas temores y prejuicios,
y advierte de la verdad insondable
de la creatividad nombrada
resurrección.
Ajena a creencias, discursos
doctrinas y demás herramientas,
adheridas a los entretelones
de la ingeniería de la mente.
Los espejismos se esfuman
y el oasis del saber emerge.
La naturaleza de su certeza
se nombra paz interior.
III
La determinación del tiempo
suele ocultar sus conclusiones,
hasta haber olvidado
nuestros nombres.
Este ejercicio
es un don,
asimilarlo
es un acto de devoción.
Sólo requiere soltar ataduras:
los nombrados apegos,
pequeños, medianos
o desproporcionados.
IV
No deja de ser una incógnita
este inhalar y exhalar
donde nos reconocemos.
Rendija
Si tan sólo retornaran a la palabra, a su encarnación permanente y con ella, y en ella, en lugar de levantar muros convocarán a compartir las mesas para asumir los problemas y dialogar en búsqueda de alternativas.
La palabra es capaz de abrir los caminos en donde menos se espera.
Las vallas fueron un tiro por la culata, no tardaron en convertirse en enormes pizarras para expresar consignas; espejos rotos de un país confundido.
Por qué no hablar y dialogar con toda la Nación, por sectores, regiones, localidades, organizaciones, partidos y compartir la sabiduría común en este periodo turbulento por el que atraviesa el mundo. Respirar juntos para encontrar las mejores respuestas y lograr romper aquellos grilletes de complicidades, muchas de ellas heredadas, y fortalecer así a México dentro y fuera.
