Mario Campa

México toma distancia de China

"Si algo enseñó la pandemia es que la sana distancia puede ayudar a reducir riesgos de contagio, aunque presenta inconvenientes de largo plazo. En el mejor caso, los aranceles contentarán a Washington, aumentarán la cuota de mercado de las importaciones mexicanas en Estados Unidos, blindarán a la industria automotriz y generarán recaudación para dinamizar el Plan México. En el peor, excluirán a México del futuro epicentro de la economía global".

Mario Campa

17/12/2025 - 12:05 am

En la política como en las relaciones humanas, la elección entre inconvenientes es un acto inexorable. La guerra comercial abierta por Trump lo ejemplifica. El Congreso mexicano aprobó el miércoles una legislación que incrementará, o impondrá por primera vez, aranceles a las importaciones de más de mil 400 bienes procedentes de países sin acuerdo comercial con México, y China acapara reflectores. Los aranceles que entrarán en vigor en enero abarcan más de una docena de sectores, desde autopartes y vehículos ligeros hasta textiles y aluminio, y oscilan entre el cinco y el 50 por ciento. Para bien o para mal, se trata del mayor cambio en la política comercial del país en lo que va de siglo.

El vuelco drástico responde a cuatro motivaciones perceptibles. En primer lugar, a la revisión programada del TMEC para 2026 en medio del mayor proteccionismo estadounidense desde la Gran Depresión, que tiene como efecto indeseado la presión de Washington para que México eleve el contenido regional y desaliente las exportaciones chinas que buscan burlar los aranceles prohibitivos por la puerta trasera. En segundo, al déficit comercial de casi 15 a 1 de México con China. En tercero, a una recaudación adicional estimada por Hacienda de casi 52 mil millones de pesos en una coyuntura de espacio fiscal acotado y endeudamiento creciente. Y, por último, a un relanzamiento de la política industrial bajo el paraguas del Plan México que pretende sustituir importaciones asiáticas y proteger el empleo en sectores vulnerables. Todo sugiere que la decisión obedeció a un análisis multifactorial.

La medida, necesaria para mantener la estabilidad macroeconómica, conlleva riesgos. La inflación es uno, si bien moderado: por un lado, un aumento de impuestos reprime la demanda agregada, y por otro los nuevos aranceles de hasta 50 por ciento a los automóviles chinos podrían incentivar el retorno de autos chuecos o bien encarecer por menor competencia los modelos de las armadoras tradicionales. Un riesgo mayor es la dependencia comercial que México no podrá sacudirse en décadas: ahora mismo, 85 de cada 100 dólares de exportaciones van a los Estados Unidos, y la tendencia es alcista. Por último, una tercera amenaza de cuidado es la irritación previsible de China.

Conforme a lo esperado, el gobierno de China manifestó desacuerdo. Un portavoz del Ministerio de Comercio instó el jueves a México a "corregir sus prácticas erróneas de unilateralismo y proteccionismo lo antes posible". Como antecedente, el Ministerio de Comercio inició a finales de septiembre una investigación sobre barreras comerciales y de inversión contra México, misma que está en marcha. Bajo aviso no hay engaño.

China está lejos de ser una blanca paloma del comercio internacional. Es la máxima historia de éxito y desarrollo de las últimas cuatro décadas, pero también encarna muchas de las amenazas vigentes de la economía global. ¿Cómo frenar la desindustrialización que China provoca en las naciones desarrolladas? ¿Cómo competir con sus generosos subsidios industriales, la subvaluación intencional del yuan y su poder asimétrico para fijar precios? ¿Cómo lograr soberanía en el Sur Global sin reproducir dependencias de antaño? ¿Cómo romper con el extractivismo que promueve y que condena al subdesarrollo a ventajas comparativas fijas y de escaso valor agregado?

México tenía un arsenal limitado de políticas para nivelar una cancha dispareja. De los aranceles ya se habló. La segunda opción son los controles de capital. Por poner sólo un ejemplo, China obliga a las multinacionales interesadas en invertir en el país a conformar empresas conjuntas con empresarios o gobiernos locales. Una razón histórica de peso es que el partido comunista chino desconfiaba de la corrupción del poder judicial. Si México fuera más selectivo con la Inversión Extranjera Directa, empresas como BYD podrían haber entrado al mercado nacional por la puerta grande. Sin embargo, cualquier control de capital habría tenido poco impacto de corto plazo en el déficit comercial, hoy bajo la lupa de Trump.

Una opción más realista era competir con sansón a las patadas. El economista Dani Rodrik calculaba hace una década que al menos dos puntos porcentuales de crecimiento del PIB chino eran atribuibles a la subvaluación del yuan, misma que Trump critica. Cuando China ingresó a la OMC, la organización limitó sus subsidios directos a la exportación e impuso un recorte general de aranceles. Para preservar su modelo orientado a la exportación, China devaluó por estrategia: una moneda débil en casa tiene el mismo efecto económico que un subsidio a las exportaciones combinado con un impuesto a las importaciones. México olvidó ese detalle. Si el Banxico no hubiera mantenido la política monetaria en territorio restrictivo durante años, otro gallo hubiera cantado. Al mantener tasas de interés elevadas en relación a la inflación y a otros países, el banco central incentivó la llegada de capitales de corta madurez en busca de retornos fáciles y poco productivos. La postura, ajena al poder ejecutivo, causó como efecto indeseable una superapreciación del peso en relación al yuan, engordando el déficit comercial de México. Los errores de política monetaria cuestan.

Con esta camisa de fuerza, el gobierno federal optó por nuevos aranceles. La historia de China en el siglo XIX, humillada por el colonialismo británico, hacen suponer que tomará nota de cualquier ofensa comercial. Un antecedente regional relevante es el de Canadá, que en octubre del 2024 aranceló con el 100 por ciento a los automóviles chinos y el 25 por ciento al acero y aluminio, para en marzo del 2025 ser contraatacada por China con represalias a bienes agrícolas y marítimos. La respuesta a México podría venir en una magnitud similar. En cualquier escenario, las relaciones se enfriarían.

Si algo enseñó la pandemia es que la sana distancia puede ayudar a reducir riesgos de contagio, aunque presenta inconvenientes de largo plazo. En el mejor caso, los aranceles contentarán a Washington, aumentarán la cuota de mercado de las importaciones mexicanas en Estados Unidos, blindarán a la industria automotriz y generarán recaudación para dinamizar el Plan México. En el peor, excluirán a México del futuro epicentro de la economía global (Asia), acentuarán la dependencia en las tecnologías y el capital del Norte Global, no protegerán a industrias nacientes sino a intereses enquistados, y abrirán a Trump el apetito de más medallas en la forma de concesiones.

Con un nuevo orden mundial en ciernes, hoy cabe un lamento: pobre México, tan lejos de China y tan cerca de Estados Unidos. Pero mañana, las desventajas de la hiperglobalización serán más evidentes para quien tenga ojos para ver. Es una lección, por las malas, de soberanía elemental.

Mario Campa

Mario Campa

Mario A. Campa Molina es economista político e industrial, graduado del MPA de la Universidad de Columbia (2013-2015). Colabora como columnista y panelista en diversos medios y es editor contribuyente en español de la revista de ideas Phenomenal World, del Jain Family Institute (NY). Tiene experiencia laboral en el sector financiero, energético, público y académico.

Lo dice el reportero