Recordemos que otra manera de llamar al Mundo lengua era comarca y luego pasó a ser un arcaísmo de región. A la comarca pertenecían las cosas del mundo y su manera de relación tenía dos movimientos: la comarca yendo de manera permanente hacia las cosas y las cosas hacia la comarca. El doble movimiento implicaba una doble pertenencia: las cosas iban perteneciendo a la comarca y la comarca a las cosas. En estos ir yendo duales e ir perteneciendo duales ninguna de las partes llegaba nunca a “trascenderse”. Hoy, ciencia y técnica pretenden “trascender” a su objeto.
Antes de que hubiera palabra y diálogo, la forma de expresión del mundo era el silencio; si por un instante nos detenemos a pensar en aquel antiquísimo silencio casi podríamos escucharlo. Al, escuchar el silencio y ver el mundo sin hombres, faltaría la palabra, el habla, el diálogo. Era el instante previo a la aparición del “hombre”. Si las cosas eran en silencio, no podían nombrarse unas a otras, ni el tigre a la amapola, ni la amapola al viento. Sin tomar su parecer ni acordar jurídicamente el acto, la comarca y sus múltiples relaciones otorgaron a una cosa la palabra para nombrar las otras cosas. Esa cosa fue el homo non sapiens. La posibilidad de nombrar le fue otorgada; no la eligió él. Y entonces pudo escuchar el silencio y luego decir: amapola, río, leopardo, fuego, dios. Y surgió también para guardar memoria, para testimoniar el mundo y hacerlo Historia. Primero en lo horizontal y luego en la vertical, para ser palabra en diálogo y, con ello, gestar una cultura aquí y otra allá.
La doble pertenencia no se perdió porque una de las partes de la comarca pudiera nombrar las cosas y ser palabra en diálogo, y las demás siguieran expresándose en silencio. El autonombrado homo sapiens siguió perteneciendo a la comarca como ella a él, y siguió yendo a ella como ella a él. El hombre debió haber seguido utilizando de la comarca lo necesario para su función: la de nombrar; y la comarca seguirle ofreciendo lo que el hombre necesitara. Para llegar a escuchar, ver, nombrar y comprender (abrazar) este acontecimiento asombroso, el más importante desde que el una cosa pudo hablar, la memoria debía crecer, afinarse y reflexionar (filosofar, ir de una la meta-física a otra) hasta dar con el sentido último de la palabra y del papel del autodenominado hombre en la comarca. Ese camino ha implicado muchos siglos, vuelta en la que el “hombre” se extravió, se equivocó y olvidó lo que le fue otorgado de hecho de manera fáctica. La vuelta empezó con los filósofos griegos “arcaicos” y comenzó a desviarse con severidad, pasando por Platón, la Biblia, Galileo, Bacon, Descartes y Nietzsche. Y vino el extraviarse dentro del olvido del olvido.
Si Nietzsche pensó la muerte de Dios, su correlato inminente era darle la voluntad de poder a los “hombres”. El siglo XXI comienza y continuará bajo la subyugación, el todopoderismo del homo non sapiens, con base en la unión poderosa de ciencia y “hombre” contra la naturaleza. Es el predominio del sujeto (cosa que nombra) sometiendo y depredando al objeto (la comarca), bajo un miedo ancestral y la dominación del razonamiento calculador y matemático. Bajo la voluntad de poder está el olvido del olvido histórico y social de la aparición del “hombre” como palabra en diálogo, el testimoniador. Hoy, están la traición y el asesinato fácticos, de hecho, perpetrados por una cosa, una especie, la dizque humana, hacia las demás cosas de la comarca o mundo. Lo que subyace bajo los anuncios nietzscheanos es la autoaniquilación del homo non sapiens, la actitud suicida inconsciente, colectiva, pues en medida de que la Comarca se destruya, se destruye la cosa que la aniquila. ¿No en vano vuelven las pestes, nuevas enfermedades incurables (sida, múltiples herpes, virus), las hambrunas, la muerte ética y moral, las guerras, la violencia mundial, las tiranías cotidianas, el cinismo etcétera? Y faltar a la palabra.




