El día que México se chingó

Ramiro Padilla Atondo

19/12/2013 - 12:00 am

México se chingó el día que millones de mexicanos decidieron darle su voto al PRI. Regresarlo a los Pinos. Aunque en realidad nunca se fue. Mantuvo la mayoría de las gubernaturas que aportan recursos frescos a sus campañas.

México se chingó y se chinga todos los días, gracias a nuestra extraordinaria pasividad. A nuestra falta de respuesta ante robos tan descarados como este. Es que no hay nada que indigne a un mexicano ¡Nada! No lo indignan los castillos en Francia, al contrario, sueña con entrar a la política para hacer fortuna de manera fácil.

Porque en las cámaras de diputados (federales y estatales) votan por las reformas este tipo de ejemplares:

Con ese coeficiente intelectual las iniciativas han de parecer escritas en sánscrito o en albano. ¿Pero qué tal para cobrar y auto aumentarse el sueldo? Para eso se pintan solitos.

¿Y por qué lo hacen? Por falta de consecuencias. Saben los políticos que hagan lo que hagan no los van a poder culpar.

De vez en cuando soltarán un chivo expiatorio. Un sacrificio para apaciguar la ira de los dioses. Y ya. El mundo seguirá su marcha y ellos sus negocios que para eso entraron a la política, para hacer lana fácil.

¿O no fue la privatización de los bancos una buena idea? ¿O vender teléfonos de México? Cada que un presidente decide reformar algo es porque tiene un interés personal en ello. O va a hacer lana. No hay de otra. Que la mayoría esté más preocupada por la rosa de Guadalupe o la final del futbol, es gracias a nuestra vocación de nación  bananera.

Si Peña Nieto es uno de los cien pensadores globales ya deberían apartarme a mí una nominación para el premio Nobel de Física.

¿Cuánta lana de nuestros impuestos se habrá gastado para aparecer en la revista?

Porque la revista estadounidense dice que:

Peña Nieto fue incluido en el listado “por sacudir las instituciones moribundas de México”, así como por las reformas estructurales que emprendió en el primer año de su administración.

Si pues. Sacudirles la lana que les quedaba.

Y con el inmenso poder mediático, la disidencia desaparece en el clásico gritos y sombrerazos. Se te cuelga un sambenito y se acabó. Quitarte la imagen de revoltoso por ejercer tus derechos es imposible. Y los verdaderos rateros, esos, tienen licencia para robar. Nosotros se las dimos. Por eso México se chingó.

Al tiempo.

Ramiro Padilla Atondo

Ramiro Padilla Atondo. Ensenadense. Autor de los libros de cuentos A tres pasos de la línea, traducido al inglés; Esperando la muerte y la novela Días de Agosto. En ensayo ha publicado La verdad fraccionada y Poder, sociedad e imagen. Colabora para para los suplementos culturales Palabra del Vigía, Identidad del Mexicano y las revistas Espiral y Volante, también para los portales Grado cero de Guerrero, Camaleón político, Sdp noticias, El cuervo de orange y el portal 4vientos.

Lo dice el reportero