Tomás Calvillo Unna

La persiana rota del paisaje

"Esta suprema verdad de la conciencia que reconoce su presencia pasajera, no alcanza para discernir cuál es su destino".

Tomás Calvillo Unna

26/02/2025 - 12:04 am

La persiana rota del paisaje
"La Persiana Rota del Paisaje". Pintura: Tomás Calvillo Unna

Exordio

El alma hacinada en el cieno
como un llavero perdido
en las minucias
de cada día,
al irrumpir la pesadilla
en el cristal de la conciencia.
El corazón,

una bolsa arrugada de deseos
aquejado por el consumo

de inverosímiles estímulos;
emociones inconclusas
que nos anudan
en el torrente de la sangre.

El abismo inútil
de la abstinencia

en un mundo embriagado de sí mismo.
Los gritos sofocados de la imaginación,
su divagación estéril del consumo.
La mueca del orden
en su dominio consumado
de antemano.
La segregación del afecto
su pureza calcinada por la soberbia
de las tajadas obligadas
del ritual de la ganancia.
Esa explotación
en la inútil competencia
de adquirir un nombre,
y evitar el cruel anonimato de la mudez
de no estar presentes,

en las escenas de un automatismo lacerante:

la similitud estrujada
del instinto biológico desdoblado,
en una cultura de la cantidad
abrumada y a la vez ausente
en las lágrimas consumidas

de la soledad de cada quien.
Ese temblor que proviene
de la invisible piel
que los poros advierten;
su orfandad nombrada migración
aquí y en el mas allá.
La precipitación,
su naturaleza inconclusa y herida
por las grapas del inconsciente.

I

Esta suprema verdad de la conciencia
que reconoce su presencia pasajera,
no alcanza para discernir cuál es su destino.
En esa incertidumbre se expresa
su desorientación continua
y el dolor que acompaña,

cuando la violencia misma encuentra su refugio

en la confusión que abrigan

sus vaivenes en el minado camino de su origen.

II

Atrapada la conversación
en ese apego ignorado;
el olvido existencial es ya una rutina;
es el mundo en su girar absorto

por la inmensidad que lo acoge y pierde.
Y ahí estamos adheridos
a esa metafísica incertidumbre;

la incógnita
que buscamos ignorar
una y otra vez
de mil maneras,

desde las más crueles: las guerras,
hasta las más sublimes
en las ciencias y las artes.

III

Las aves,

desde las copas de los árboles,

saben

que la luz del amanecer es un privilegio:
con sus cantos diseñan las rutas de vuelo;
son ya el oráculo de las horas.

IV

La neblina,

ese antifaz pasajero del paisaje,
sincrética sabiduría del clima
convierte nuestra memoria en estacas,
a lo largo del río de lo inevitable
y su acordeón de sucesos.

Tiene la destreza de vaciar el tiempo
al retornar a un juego de la infancia
y lograr concluirlo, para saber entonces
que las cargas del presente se resuelven

sin crujir alguno.

V

La neblina a veces es canija
y en un instante
y sin previo aviso
nos convierte en fantasmas,
si bien nos va,
o en puras sombras,
incluso siluetas
de lo que alguna vez fuimos
o creímos que fuimos;
y sin hacer el menor ruido
nos desaparece
dejándonos solos
con el peso de la vida,
y el eco lejano de una risa

VI

Esta vez
viene a aconsejar,

desciende por las laderas de las montañas

que nos hospedan.
Quisiera resguardarnos
con su húmedo manto de presagios.
Prudente, sin el palpitar del viento
y con la hondura de su silencio,
nos circunda a su sola presencia;
es la afirmación que esperábamos;
la primera en sonreír
ha sido la solitaria palmera
que asoma su gentileza en la curva.

Rendija

La confusión de quienes somos domina la pesada atmósfera y cancela la imaginación generosa, de la silenciosa mayoría que lucha por encontrar los caminos de la paz compartida, como oxígeno vital para una nación que deambula. Reconciliarse y reconciliar con la palabra sería una buena señal y un primer y decidido paso para renovar el hálito de la República.

La intoxicación fugaz del poder enceguece. La amenaza externa se presenta si somos débiles internamente.

Heredamos asimetrías estructurales profundas, que en el ámbito político derivaron en el narco poder y en el ropaje de una cultura del machista, asentada en la crueldad exponencial y en la subordinación ideológica, reducida a consignas.

Tal vez el fantasma de Calles, sea uno de los espectros que rondan el Templo de las decisiones; y de ser así, el deslinde, la sana distancia, no se resuelve por esa estructural incongruencia y fractura republicana, por decir lo menos, a la que asistimos… Y ciertamente, la historia no se repite, aunque sea sabia en sus lecciones.

Tomás Calvillo Unna

Tomás Calvillo Unna

Lo dice el reportero