Primera: Uno de los hijos pródigos de la ultraderecha global deviene oveja negra de la familia. Aun con el resultado electoral del domingo favorable a Milei, el modelo económico no arroja resultados convincentes. La inflación cayó, pero no cede a tasa interanual de un dígito y en cambio repunta en comparativo mensual. La manufactura cierra plantas y lastra capacidad holgada. El desempleo alcanzó el nivel más alto en cuatro años y el capital huye del país. El PIB del segundo trimestre cayó 0.1 por ciento en clave trimestral y hay pistas de que podría hilar otro periodo contractivo. A pesar de una recuperación parcial de los activos financieros tras la elección, la economía real no levanta. Al restar el ruido del salvavidas que Trump amenazaba con pinchar, una coacción para el votante, el rey queda desnudo hacia el exterior.
Segunda: Trump mete una zancadilla a su relato de austeridad y nacionalismo, pero salva el pellejo. El Tesoro estadounidense rescató al peso argentino mediante la venta de dólares y una línea de canje por hasta 20 mil millones, además de un préstamo equivalente con Wall Street, sujeto a un acuerdo sobre el colateral. Por si fuera poco, Trump irritó a los ganaderos estadounidenses con la promesa de importación de carne argentina. A cambio del salvataje, Bessent exigió cortar lazos con China y un acceso preferencial al uranio y a las telecomunicaciones. Sin recato, Trump declaró que “Argentina está muriendo” para sofocar protestas. Además, la Casa Blanca condicionó la continuidad del oxígeno a una victoria electoral de La Libertad Avanza. Con el triunfo de Milei y la apreciación del peso, Trump salva cara.
Tercera: Los bancos foráneos frotan sus manos. Milei está convertido en un genuino “bobo de Wall Street”, en un sujeto de ordeña. Días antes de la elección, en un acto estimulante para los surrealistas, la Casa Rosada recibió al tiburón Jamie Dimon, CEO de JP Morgan, en el Museo de Arte Decorativo en Buenos Aires. El banco Morgan Stanley ventiló su escepticismo de que la banda cambiaria “lleve a un equilibrio de cuenta corriente”, y cree que flotar el peso es inevitable. Entretanto, la consejera editorial del Financial Times Gillian Tett advirtió que “lo que está ocurriendo [con el salvataje] es una forma descarada de imperialismo financiero”. Si bien el riesgo sistémico aminora con el resultado favorable, los fundamentales no están para jolgorios.
Cuarta: El Fondo Monetario Internacional sufre un nuevo golpe de legitimidad. Argentina debe casi 57 mil millones de dólares al FMI. Con el 35 por ciento de la cartera, es de calle el cliente número uno, seguido de Ucrania con apenas 8.7 por ciento del total. En abril, Milei acordó un nuevo préstamo por 20 mil millones para estabilizar la economía. Meses después, las reservas internacionales cayeron a niveles desaconsejables por las elecciones y la sobrevaluación del peso. Con el resultado electoral adverso en la Provincia de Buenos Aires, las averías de la motosierra ganaron escrutinio. Ciertamente, con las ganancias en el Congreso, Milei compra tiempo para implementar reformas dictadas o respaldas por el FMI. Pero si los espaldarazos extranjeros no estabilizan la economía y en cambio las reformas sobreprometen, la erosión de confianza crecerá.
Quinta: José Antonio Kast y Johannes Kaiser ganan y pierden validez externa. Los más xenófobos de la nueva generación ultraderechista en América Latina libran una feroz batalla con la candidata de izquierdas Jeanette Jara de cara a la primera vuelta electoral del 16 de noviembre en Chile. Ambos elogiaron antes a Milei, pero hoy ponen tierra de por medio. En un intento de desmarque tras los escándalos de corrupción y la derrota en la Provincia de Buenos Aires, Kast marcó distancia: "Nosotros tenemos una gran diferencia con Argentina, tenemos un Banco Central independiente, tenemos ciertas instituciones que están bastante más sanas [...] tenemos una buena relación con los medios de comunicación masiva", sentenció en una entrevista con La Nación. Antes, tras el escándalo de la criptomoneda LIBRA, Kaiser declaró: “Yo no soy Milei ni soy Bukele”. Ciertamente, Chile y Argentina divergen en muchos aspectos. Ninguna raya de cebra es idéntica. Pero las raíces del árbol genealógico de los ultras serán más cuestionadas. En Chile y otros países de la región, el temor a las injerencias de Washington será un disuasivo del voto nacionalista. Sin embargo, como cruz de la moneda, el voto pro-yanqui saliva por ultras “conectados”.
Sexta: Los países con estabilidad política ganan atractivo de inversión. Argentina será seductor de corto plazo para los especuladores que apuestan a un rebote poselectoral tras enormes descuentos a los activos financieros, pero las tensiones sociales y económicas persisten. En un ambiente electoral agitado en América del Sur y de protestas callejeras en Ecuador y Perú, además de un alza de 10 por ciento adicionales a las tarifas de importación de Estados Unidos a Canadá, los fundamentales de México lucen sólidos. Si Claudia Sheinbaum logra elevar la inversión pública y generar derramas y sinergias para la inversión privada, las estrellas desalineadas por Trump podrían reacomodarse.
En suma, las elecciones intermedias fueron una medición de aceite en el argot del automovilismo, tanto para Milei como para la ultraderecha regional. Por el diseño legislativo argentino, las ganancias netas de La Libertad Avanza eran previsibles, como se dijo aquí en Sin Embargo hace una semana. Y así fue: Milei sumó y los parientes lejanos de MAGA descorcharon champán. No obstante, Macri y Milei sangraron juntos más de 13 puntos del voto total por diputados en sólo dos años, apenas sumando el 41 por ciento de las simpatías. Sólo el salvavidas de Estados Unidos, que hizo de una potencial crisis financiera un plebiscito, mantuvo a Milei a flote. Hacia el exterior, quedan más dudas que certezas. La debilidad proyectada pesará con el paso de los días. Pasada la tormenta, el daño está consumado.





