Alejandro Páez Varela

Los conspiradores

"Porque ese es el plan. Siempre lo ha sido. Los paleoliberales, como se les conoce, tienen años soñando con un Estados Unidos blanco y son los creadores de la filosofía que pugna por una monarquía donde los gerentes y dueños de las empresas tecnológicas, los que aparecieron con Trump en el Capitolio el día que asumió la Presidencia, sean la corte".

Alejandro Páez Varela

22/12/2025 - 12:08 am

https://www.youtube.com/watch?v=OuR90d894c8

1.

Pataleó. Blasfemó. Y de amar a Andrés Manuel López Obrador pasó a odiarlo. Lloró, o casi lloró en público. Habló mal de la Virgen de Guadalupe y luego se retrató junto a un estandarte guadalupano. Habló mal de México y de su Presidenta y prometió nunca rendirse. Y luego se rindió, pero ante un Presidente extranjero. Y volvió a patalear. Y blasfemó otra vez y acosó a mujeres desde su cuenta de X y ofendió a millones de mexicanos que son zurdos, llamándolos “mierda”. Atacó a las lesbianas, a los homosexuales, a los pobres, a mayorías y minorías. Se burló de los populistas y luego se dio cuenta de que para populistas, su amor imposible: Donald Trump.

Se rodeó de intelectuales, siempre hambrientos de apapachos, y a unos les dio de comer y a otros los hizo sus empleados. De hecho, creó toda una red de comunicadores, académicos, escritores, intelectuales y parásitos de las redes que se alimentan de él mientras hacen como que piensan. Y él conspiró contra México y usó su televisora para azuzar, para arengar, pensando que reuniría masas. Pero las masas lo conocen bien porque por años han lidiado con sus cobradores. Llámenlo “Tío Richi”, si quieren, pero es el mayor usurero del país y las masas saben quién es. Masas que él menosprecia y que tienen nombre y apellido. Masas que son individuos que piensan, que se organizan en familias y saben que su televisión es chatarra, que todo lo que hace y lo que vende es chatarra, como aquella licuadora que dejó de funcionar años atrás y les siguen cobrando.

El tipo lleva dos años escupiendo para arriba. Porque, llore o patalee, tendrá que pagar sus impuestos. Así conspire contra el país que le ha dado todo lo que es, tendrá que pagar lo que le debe. Y si quiere puede volver a pagar boletos caros para ir a Mar-a-Lago, que sus impuestos no van a ningún lado. Acá lo esperan. Acá lo estaban esperando la semana pasada mientras hacía turismo caro en la Casa Blanca.

2.

Se llama Curtis Guy Yarvin, pero durante años ocultó su identidad con el seudónimo “Mencius Moldbug”. Su mecenas es Peter Andreas Thiel, cofundador de PayPal junto con Elon Musk y uno de los principales financieros de la extrema derecha estadounidense. Yarvin está relacionado con Breitbart News y con su creador, Steve Bannon, y puede decirse que es uno de los ideólogos que alimentaron en Donald Trump la idea de fundar una Presidencia imperial.

Porque ese es el plan. Siempre lo ha sido. Los paleoliberales, como se les conoce, tienen años soñando con un Estados Unidos blanco y son los creadores de la filosofía que pugna por una monarquía donde los gerentes y dueños de las empresas tecnológicas, los que aparecieron con Trump en el Capitolio el día que asumió la Presidencia, sean la corte.

Es curioso cómo se cruzan los intereses de todos ellos y cómo el dinero termina por resolver sus diferencias. La ultraderecha estadounidense es profundamente antisemita, pero eso lo deja para después. Por ahora es aliada de los sionistas. Ya resolverán qué hacer, más adelante. Judíos radicales y ultraderechistas tienen por ahora más intereses que los unen. Son profundamente antimexicanos, creen en el antigualitarismo y en el inicio de una “Ilustración oscura”; los mueve la idea de las “razas superiores” y defienden la esclavitud, aunque sostienen que algunas “razas inferiores” son mejores que otras para ser esclavizadas.

Y conspiran. Siempre están conspirando. Ava Kofman cuenta que fue en 2013, en un artículo en el sitio de noticias TechCrunch, cuando se reveló que “Mencius Moldbug era el alias cibernético de un programador de cuarenta años de San Francisco llamado Curtis Yarvin”.

“Fundó una empresa a la que llamó Tlon, por el cuento de Borges ‘Tlön, Uqbar, Orbis Tertius’, en el que una sociedad secreta describe un elaborado mundo paralelo que comienza a superar la realidad. A medida que recaudaba dinero para su empresa emergente, Yarvin se convirtió en una especie de Maquiavelo para sus benefactores de las grandes tecnológicas, que compartían su visión de que el mundo estaría mejor si ellos estuvieran a cargo. Los inversores de Tlon incluían las empresas de capital de riesgo Andreessen Horowitz y Founders Fund, esta última fundada por el multimillonario Peter Thiel”, cuenta Kofman en un reportaje publicado en The New Yorker que se volvió viral en enero de 2025, hace casi un año.

La revista francesa Le Grand Continent contó, un día después de que Trump llegó al poder para un segundo mandato, que Yarvin se llama a sí mismo “el Sith Lord del pensamiento neorreaccionario”, sugiriendo que está trabajando para construir “un Imperio con ayuda de la ‘Fuerza Oscura’”, como el personaje de ficción Palpatine, que establece un Imperio galáctico tras un golpe de Estado en la serie de películas de La Guerra de las Galaxias.

“Esta crítica radical a la democracia y la invitación a crear un imperio-startup reaccionario desde las filas de los ingenieros informáticos de Silicon Valley podrían resultar risibles, si no tuvieran una influencia directa y creciente en la administración Trump, que desde ayer está al frente de la primera potencia mundial. Curtis Yarvin no sólo es un gurú de la techright y la altright —el sitio web Breitbart lo sitúa en lo más alto de su lista de influencias intelectuales—, sino que también es influyente con figuras de la administración Trump, como J. D. Vance, que lo cita regularmente”, agrega el texto de la publicación francesa.

Y The New Yorker sostiene: “En 2011, Yarvin dijo que Trump era una de las dos figuras que parecían ‘biológicamente aptas’ para ser monarca estadounidense. (El otro era Chris Christie). En 2022, recomendó que Trump, de ser reelegido, nombrara a Elon Musk para dirigir el poder ejecutivo. En un podcast con su amigo Michael Anton, ahora director de planificación de políticas del Departamento de Estado, Yarvin argumentó que las instituciones de la sociedad civil, como Harvard, tendrían que ser clausuradas”.

3.

En la primavera y el verano de 2008, cuando Donald Trump aún era demócrata registrado, “un bloguero anónimo conocido como Mencius Moldbug publicó un manifiesto serial bajo el título ‘Carta abierta a los progresistas de mente abierta’”, cuenta Ava Kofman.

“Escrita con la desafección burlona de un excreyente, la carta de ciento veinte mil palabras argumentaba que el igualitarismo, lejos de mejorar el mundo, era en realidad responsable de la mayoría de sus males. Que sus lectores bienpensantes pensaran lo contrario, sostenía Moldbug, se debía a la influencia de los medios de comunicación y la academia, que colaboraban, aunque inconscientemente, para perpetuar un consenso entre la izquierda liberal. A esta nefasta alianza le dio el nombre de ‘La Catedral’. Moldbug exigía nada menos que su destrucción y un reinicio total del orden social. Propuso ‘la liquidación de la democracia, la Constitución y el Estado de Derecho’, y la eventual transferencia del poder a un director ejecutivo (alguien como Steve Jobs o Marc Andreessen, sugirió), quien transformaría el gobierno en ‘una corporación ultrarrentable y fuertemente armada’”, agrega la autora.

Kofman dice que Curtis Guy Yarvin, con el seudónimo de Mencius Moldbug, pugnaba en 2008 por un nuevo régimen de extrema derecha que liquidara las escuelas públicas, destruyera las universidades, aboliera la prensa y encarcelara “a las ‘poblaciones descivilizadas’”. Y que también despidiera masivamente a los funcionarios públicos e interrumpiera las relaciones internacionales, incluyendo “las garantías de seguridad, la ayuda exterior y la inmigración masiva”.

Y 17 años después, Donald Trump cumpliría los deseos de Yarvin casi al pie de la letra.

Yarvin advertía en la “Carta abierta a los progresistas de mente abierta”: “Claramente, si resulta ser Hitler o Stalin, acabamos de recrear el nazismo o el estalinismo”. Pero veía como una debilidad que estos líderes dependieran del apoyo popular, dice Kofman. Confiaba más en las masas virtuales, creadas en Internet.

Lo que resulta impresionante es que Trump sea considerado una especie de héroe para una parte de los judíos. El Presidente de Estados Unidos está inspirado por un supremacista blanco, adorador de Hitler, y una parte de los judíos lo abraza por haber facilitado el genocidio en Gaza.

Y me resulta todavía más trágico que Enrique Krauze, judío, así como sus alumnos y los miembros de su clan se hayan aliado a Ricardo Salinas Pliego, cuyo padre, Hugo Salinas Price, es un antisemita. Y aplauden al dueño de TV Azteca porque paga un boleto de 100 mil dólares para cenar (junto a 850 personas más) con Donald Trump, un ultraderechista que si pudiera, los metería a todos en campos de concentración.

Y es francamente patético que Héctor Aguilar Camín, sus empleados y seguidores, hagan equipo con Salinas Pliego a sabiendas de que es un evasor de impuestos, un radical de derechas, un antisemita, un supremacista que piensa como Curtis Guy Yarvin, conocido con el seudónimo de Mencius Moldbug. Digo, se podrían haber quedado en la foto con Xóchitl Gálvez; de alguna manera se entendía, por el profundo odio que le tienen a López Obrador. ¿Pero hacer equipo con Salinas Pliego? ¿No es ya un nuevo nivel de decadencia? ¿Qué no se ven a sí mismos? ¿O la amargura nos transforma en eso, en el último tramo de nuestras vidas?

Salinas Pliego pasó de amar a López Obrador a odiarlo, sólo por el dinero. Habló mal de la Virgen de Guadalupe y luego se retrató junto a un estandarte guadalupano sólo porque pensó que eso le ayudaría en su cruzada para NO pagar los impuestos que debe. El muy vendepatrias habló mal de México y de su Presidenta y prometió nunca rendirse, pero luego se rindió ante un Presidente extranjero. Y atacó a las lesbianas, a los homosexuales, a los pobres, a mayorías y minorías.

¿No consideran a Salinas Pliego una piltrafa de ser humano? ¿De qué le sirvió a las mafias de Aguilar Camín y Krauze haberse llamado “liberales” si iban a terminar en el rebaño de una escoria supremacista?

Pero, bueno, cada quién.

La próxima vez que pague boletos caros para ir a Mar-a-Lago deberían pedirle que les financie los suyos también. De una vez deberían ir a besarle los pies a Trump, aunque sea de lejitos. De todas maneras los impuestos de Salinas Pliego no van a ningún lado. Acá lo esperan. Acá lo estaban esperando la semana pasada, mientras hacía turismo caro en la Casa Blanca.

Alejandro Páez Varela

Alejandro Páez Varela

Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

Lo dice el reportero