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Óscar de la Borbolla

04/06/2018 - 12:00 am

El sentido común

Falta un poco de sentido común, me digo, lo mismo ante ciertas conductas de personas que me son familiares, como ante acciones y reacciones que observo en la vida pública. Pero ¿a qué me refiero cuando invoco al sentido común?, ¿de qué hablamos todos cuando lo mencionamos?

“En fin: ¿qué es A, qué es B, qué es C?, ¿qué es eso que llamas día, qué lo que llamas noche?”. Foto: Óscar de la Borbolla

A propósito del sentido común se han levantado toda clase de actas de defunción. La certeza universal de que ha desaparecido la comparto, y la sospecha de que nunca existió, la comparto también. Era, según se dijo desde hace siglos, el menos común de los sentidos. Sin embargo, aunque sea por nostalgia se suele invocar y, en ocasiones, uno parece tenerlo, y tenerlo muy claro, precisamente, cuando se lamenta su desaparición. Hoy me encuentro en esa circunstancia ante el espectáculo demencial que veo en todas direcciones y que parece reinar en todas partes.

Falta un poco de sentido común, me digo, lo mismo ante ciertas conductas de personas que me son familiares, como ante acciones y reacciones que observo en la vida pública. Pero ¿a qué me refiero cuando invoco al sentido común?, ¿de qué hablamos todos cuando lo mencionamos?

En la antigua Grecia había unos juicios llamados apofánticos, evidentes de suyo, que nadie en su sano juicio podía poner en duda; no pasaban de ser unas afirmaciones obvias, tales como: si es de día, no es de noche”, o “si hay sol es de día”… Estas perogrulladas tenían, no obstante, su encanto: eran, nada menos, el asiento del sentido común, pues acorde con esto se establecían otras obviedades como: si A es mayor que B, y B es mayor que C, entonces A es mayor que C. De la misma familia son las frases: “lo bueno es bueno”, o “si es bueno entonces nos conviene”, o “si nos hace mal no es bueno”, etcétera. Estas ideas formaban el famoso “sano juicio”, y apelar a ello tenía la intención de vivir en el ámbito del sentido común.

No estaba mal. Con esas bases ideológicas, o si se prefiere, con esa cosmovisión, era muy sencillo para una comunidad distinguir a los locos o descalificar los actos que fueran contra lo sano o el sentido común. Pero, qué ocurre cuando se comienza a preguntar: ¿qué es lo sano?, ¿para quienes es común lo común?, ¿qué es eso de “lo bueno”?, ¿para quiénes es bueno y para quienes no? En fin: ¿qué es A, qué es B, qué es C?, ¿qué es eso que llamas día, qué lo que llamas noche?

Pues evidentemente ocurre que lo apofántico, lo que no requiere explicación pues es claro para todos, deja de ser compartido y comienza la relatividad de todo, o sea, la extinción del sentido común y con ello el cada loco en su mecate.

No voy a discutir aquí, lo nefasto que fue el imperio de un sentido común que defendía con la hoguera sus dogmas, ni lo aberrante que resultó durante la Alemania nazi, para ellos, la “evidente” superioridad de la raza aria. Esto lo entendemos todos (forma parte del raquítico sentido común que aún algunos compartimos). Mi interés está puesto en iluminar someramente qué contenido tiene la expresión: sentido común. Pues está tan perdido que me encuentro en un estado de verdadera alarma, y pongo un ejemplo para terminar: estamos sufriendo las campañas electorales y todos, repito, todos los aspirantes hacen unos planteamientos tan alejados del sentido común que me dan miedo: no sé cuál de ellos dijo por radio (no lo sé ni me importa, porque para el caso podría ser cualquiera): “Voy a cumplir el sueño de cada mexicano…” Esta es una promesa que, francamente, ni el mismísimo Dios podría cumplir.

Twitter:
@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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