
Ciudad de México, 16 de agosto (SinEmbargo).– Genéticamente, los ratones son cercanos, aunque no lo suficiente próximos como para causar problemas éticos graves. Asimismo, su pequeño tamaño y su rápido desarrollo lo convierten en una herramienta esencial para el laboratorio. No obstante, un estudio hecho hace unos meses puso en duda su utilidad para algunas enfermedades. Sin embargo, un nuevo estudio publicado por investigadores japoneses ofrece nuevos resultados en los que se afirma que los autores del primer estudio estaban equivocados.
Es así que un grupo de expertos de la Universidad de la Salud de Fujita, ofrece nuevos resultados en los que, a diferencia del de hace un año, se muestra una “correlación extraordinariamente significativa” entre los niveles de expresión de los genes de ratones y humanos en enfermedades inflamatorias, publicó la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America (PNAS).
Los científicos japoneses atribuyeron los resultados de la conclusión previa a que se utilizaron métodos inadecuados. De esta manera, citan como ejemplo la comparación de la respuesta genómica de humanos y ratones en la que se incluyeron genes que para una determinada enfermedad se veían alterados en una especie y no en la otra.

De acuerdo con los especialistas de la universidad nipona, esto pudo haber oscurecido las correlaciones entre las reacciones de los genes humanos y los de los ratones reduciéndola al mínimo. En este sentido, los autores hacen énfasis en la necesidad de centrarse en los genes y las vías moleculares que se afectan tanto en humanos como en ratones, dejando de lado aquellos espacios en los que la respuesta es distinta para cada especie, para poder obtener resultados útiles.
Durante varios años, el ratón ha sido la estrella para poner a prueba nuevos tratamientos cuyos efectos serían imposibles analizar en humanos por diversas causas que van desde la practicidad y la reducción de riesgos, hasta discusiones de índole ético. Las últimas tecnologías permiten incluso crear ratones humanizados, en los que alguno de sus genes fueron sustituidos por el de una persona para ver su función en la enfermedad. De esta manera es posible, por ejemplo, probar la eficacia de un fármaco dirigido a bloquear la proteína que produce un gen determinado y causa la enfermedad.
No obstante, en otros trabajos anteriores se reconoció también la necesidad de incluir mejoras en su uso. Un ejemplo claro de esto es que la mayor parte de los ratones que se utilizan en las investigaciones son muy jóvenes a pesar de que muchas de las enfermedades que interesan los científicos afectan a gente mayor, como el cáncer o la enfermedad cardiovascular. Por otra parte, mantener a los ratones durante el tiempo suficiente para que reúnan las condiciones necesarias para hacer una investigación que arroje resultados más apegados a las necesidades de los investigadores hará la investigación más cara. No obstante, el que exista este problema no quiere decir que no deba empezar a resolverse. Sin embargo, ambos trabajos reivindican el valor de los ratones para ayudar a combatir las enfermedades humanas.




