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Hilda García

12/10/2012 - 12:00 am

Que dice mi mamá que siempre no

¿Recuerda cuando de niños decíamos en la escuela, si es que alguien nos cambiaba un plan, “Que dice mi mamá que siempre no?”? Pues pareciera que durante este sexenio sufrimos del síndrome del “Que dice mi mamá que siempre no”. Una tarde de junio tenemos al hijo del Chapo… al día siguiente, que siempre no. […]

¿Recuerda cuando de niños decíamos en la escuela, si es que alguien nos cambiaba un plan, “Que dice mi mamá que siempre no?”? Pues pareciera que durante este sexenio sufrimos del síndrome del “Que dice mi mamá que siempre no”.

Una tarde de junio tenemos al hijo del Chapo… al día siguiente, que siempre no. Un día anuncia el gobierno que mataron a dos sicarios en las afueras del Tec de Monterrey y dos días después… ay disculpen, que dice mi mamá que siempre no, eran dos estudiantes. Esto, por mencionar tan sólo algunos de los ejemplos que recordamos, pero que se han vuelto emblemáticos para que el sospechosismo mexicano cobre tal dimensión que la sociedad de nuestro país se mofa de las autoridades en chistes, redes sociales y bromas cotidianas.

Minutos después de que la Secretaría de Marina nos anunciaba que había “fuertes indicios” de que Heriberto Lazcano Lazcano, “El Lazca”, había sido abatido durante un combate en Coahuila, los tuiteros ya hacían bromas con el hashtag #fuertesindicios.

Lo peor es que ahí no terminó la broma, pues como momentos después ya circulaba el rumor de que el cuerpo del líder de Los Zetas ya había sido recuperado por un comando que había entrado a la funeraria, “El Lazca” salía de la nota periodística para convertirse en un zombie, en un personaje de película de terror, en materia de reportaje para El Alarma pues el muerto se había escapado.

Permítanme tomar el típico cliché de alguna revista del corazón que dice que para que una relación funcione se necesitan tres elementos clave: confianza, comunicación e inteligencia. No se preocupe, esta columna no tratará de resolver los problemas que tiene (tenemos) con la pareja, sino sobre nuestro gobierno que termina.

Desde que inició el sexenio de Felipe Calderón, la base fue la desconfianza. Después del gran vacío informativo por parte de la autoridad electoral, desde el 2006, un buen porcentaje de los votantes desconocía el resultado. No importaba cuántos comunicados, conferencias y mensajes trataban de dar los funcionarios. La desconfianza quedó sembrada y el Presidente tuvo que tomar posesión en medio de gritos, sombrerazos y empujones.

La confianza como tal, podría definirse como la expectativa que tenemos como personas o como sociedad de las acciones de otras personas o de las instituciones y organizaciones.

El problema es que a la falta de confianza se añadieron la falta de comunicación y de inteligencia para construir una estrategia que permitiera conocer, dialogar y corregir las políticas que conforman el combate (recordemos que no la llamamos guerra) contra las drogas.

En medio de nuestro sentimiento de vulnerabilidad y de inseguridad (hay quienes hablan de que son sólo percepciones, y bueno, las percepciones se modifican con inteligencia y comunicación) se mezcla la de la debilidad total de las instituciones mexicanas.

Ha faltado toda una estrategia que fortalezca la institución electoral, la presidencia, los partidos políticos, las cámaras, el Ejército o la misma Marina y, sobre todo, el sistema de justicia. Incluso hemos dejado de creer en muchos de los medios de comunicación y de la Iglesia como instituciones.

Y es que al conocerse, por ejemplo, del operativo Rápido y Furioso, el Presidente no puede ir a una entrevista en el mismo Estados Unidos y decir que se enteró por la prensa sin siquiera mostrar que ya está investigando o que su gobierno tomaría alguna acción. Tampoco puede lanzarse a dar su veredicto sobre la muerte del cantante Michael Jackson, de quien todavía no se daba el resultado del forense y el discurso presidencial ya lo daba por muerto a causa de las drogas.

No importa que tan positivos sean los números en el Sistema Nacional de Salud, no importa si nos quieren vender la idea de que la economía está en números negros, se generaron empleos o que Pemex localizó un nuevo yacimiento petrolero que nos convertirá en una potencia económica. Tampoco importa que México dé cifras récord en el turismo a nuestro país cuando se escucha más de las alertas del Departamento de Estado de Estados Unidos para que sus ciudadanos no viajen a 17 entidades de nuestro país. El sospechosismo se ha convertido en la práctica común de la sociedad mexicana. Y es que, ¿cómo no va a ser así si un día nos anuncian una noticia importante y a los dos días no era verdad?

Nuestra sociedad se ha vuelto mordaz, cínica y desconfiada frente a la autoridad, pero también hacia el otro ciudadano, hacia el vecino. Esto va generando una gran porosidad en la sociedad. Sin la confianza no se puede gobernar en democracia, sino con la fuerza y el autoritarismo. Sin la confianza, la sociedad no puede organizarse y elegir, crecer, producir, debatir. Sólo le quedarían las puertas de la sumisión o del cinismo. Y cuando pensábamos que México ya se volvía moderno, pues hay “fuertes indicios” de que “dijo mi mamá que siempre no”.

Hilda García
Estudio Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México, obtuvo el grado de Maestría en la Univ. de Miami con el tema de los “Weblogs y la mediamorfosis periodística”.

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