
Ciudad de México, 20 de septiembre (SinEmbargo).– La mañana del jueves 19 de septiembre de 1985 un terremoto de magnitud 8.1 en la escala de Richter con epicentro en la costa del Pacífico y con una duración de 90 segundos, sacudió a la Ciudad de México. Una catástrofe que si bien dejó pérdidas: la destrucción de un tercio de edificios, 20 mil muertos, según fuentes oficiales, y 45 mil, de acuerdo a organizaciones civiles. También dejó ganancias: la ciudadanía organizada que se convirtió en la gran protagonista de este terremoto ante la omisión de los gobiernos federal y local.
La parte más afectada de la ciudad fue el centro, donde se desplomaron edificios públicos, hospitales, escuelas, viviendas. Se interrumpieron los servicios de agua, energía, comunicaciones y transporte y en pocos minutos todo se tornó en caos.
A diferencia de la ciudadanía que de inmediato se organizó improvisando estaciones de auxilio, centros de acopio y brigadas de personas apoyando en la remoción de escombros para rescatar a los heridos y muertos, fue notoria la ausencia de las autoridades.
El Presidente en turno, Miguel de la Madrid Hurtado, y el entonces Regente de la Ciudad de México, el priista Ramón Aguirre Velázquez, tardaron varias horas en reaccionar y, cuando lo hicieron, su respuesta fue inadecuada, de acuerdo con testimonios recopilados de aquella época y que se difundieron ampliamente en la prensa.
Incluso algunas notas periodísticas relatan que el Presiente se negó a recibir ayuda extranjera para enfrentar la tragedia y decidió no permitir que el Ejército ayudara a la población en las labores de rescate.
Un día después, sin embargo, el 20 de septiembre, se registró otro sismo de 7.3 a las 19:39 horas y muchas de las construcciones afectadas terminaron por caer, desatando otra vez el pánico de la población.
Esa noche, De la Madrid admitió en un mensaje a la Nación que la tragedia era "de tal magnitud" que había rebasado al Gobierno federal y habló de "cientos de muertos y lesionados", también permitió la colaboración de los militares, quienes en un inicio se limitaron a "resguardar" los edificios destruidos.
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a pesar de no haberse visto afectada directamente por el sismo, suspendió clases una semana para que los universitarios que así lo quisieran se integraran a las brigadas de ayuda y rescate.
Crónicas de ese año narran que se podía ver en las calles a cientos de voluntarios que sin herramientas y utilizando nada más que sus manos, se abrieron camino entre los escombros como si fueran "topos", en busca de sobrevivientes, bebés saliendo con vida de entre las piedras días después de la tragedia, taxistas prestando sus coches para movilizar a las personas y filas de personas ayudando a desempacar medicamentos, comida y bebidas. La ciudadanía tomando el liderazgo de la Ciudad de México.
El primer panorama de lo ocurrido lo proporcionó la radio, medio que se convirtió en el emisor de la magnitud de la catástrofe, pues la televisión privada se vio afectada por el sismo y no transmitió durante varias horas.
A 30 años del sismo del 19 de septiembre de 1985 que asoló a la Ciudad de México, SinEmbargo presenta una recopilación de 10 imágenes que abrieron heridas, que cambiaron el rostro del Distrito Federal en 90 segundos; son fotografías que describen el despertar de una sociedad civil organizada como ejemplo para todo el país.














