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Ciudad de México, 18 de septiembre (SinEmbargo).- Un simulacro de terremoto sonará en la ciudad de México, para conmemorar la tragedia de hace 30 años, cuando a las 7:19 horas de la mañana, los edificios y casas de la capital comenzaron a danzar de un lado a otro.
Fue un sismo de magnitud 8.1 en la escala de Richter que sorprendió a millones de mexicanos en una tragedia que dejó más de 6 mil muertos, según cifras oficiales, y al menos 10 mil según otras estimaciones.
Como un homenaje a las víctimas, a los sobrevivientes y a los héroes anónimos, desde hace varios días en México se celebran exposiciones, presentaciones de libros, charlas y hasta el estreno mundial de una pieza sinfónica, además de simulacros de sismo que se realizarán el hoy, cuando se cumple el aniversario, informa dpa.
Este viernes, Plácido Domingo dirigió a la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México en la Plaza de las Tres Culturas, precisamente frente a los edificios multifamiliares de Tlatelolco, donde en 1985 se derrumbaron dos torres y el tenor perdió a cuatro familiares.
Hace unos días en el Palacio de Bellas Artes tuvo lugar el estreno mundial de la obra "Magnitud 8.1", del compositor Alexis Aranda, interpretada por la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la batuta de Carlos Miguel Prieto.
El dolor y las secuelas del terremoto han sido evocados también con la apertura de muestras como "Sismos de 1985 en la memoria de México" en las rejas del Bosque de Chapultepec y "Nuestro terremoto" en el Museo Archivo de la Fotografía, así como "19/09/1985 7:19" y "Réplicas" en el Museo de la Ciudad de México.
Otra exposición es "Los días del terremoto", conformada por fotos, textos y dibujos que se exponen en las instalaciones de El Museo del Estanquillo, creado con la colección del fallecido escritor Carlos Monsiváis, uno de los principales cronistas del siniestro y autor de No sin nosotros. Los días del terremoto. 1985-2005.
El 30 de septiembre se presentará el libro 07:19. A treinta años del terremoto en la Ciudad de México, con escritos de Juan Villoro, Fabrizio Mejía Madrid, Ulises Castellanos y Elena Poniatowska, autora de Nada, nadie. Las voces del temblor, publicado en 1988.
El Centro Nacional de las Artes, un complejo con edificios creados por arquitectos como Ricardo Legorreta y Teodoro González de León, será escenario de una simulación sísmica que incluye el colapso imaginario de dos grandes teatros con la participación de rescatistas, paramédicos y presuntos heridos.
Mientras, en la dramaturgia se narran otras historias alusivas al terremoto con montajes como Costureras víctimas del temblor de 1985, de Gabriela Orozco, y "No corro, no grito, no empujo", que enseña a los niños de la actualidad cómo actuar ante un sismo.
Como parte de la tradición mexicana del Día de Muertos, el 1 y 2 de noviembre se montarán ofrendas florales en la capital mexicana como tributo a aquellos que perdieron la vida aquella mañana de 1985. Una de ellas será de la autoría del artista Felipe Ehrenberg en la Plaza del Zócalo.
¿Qué estabas haciendo el 19 de septiembre de 1985?

Alejandro Marcovich
Músico
"Ese día estaba durmiendo, igual que mi padre. Vivíamos juntos. Nos asustamos, pero sin llegar al pánico, aunque vivíamos en el quinto piso de un edificio, porque habíamos aprendido, luego de vivir nueve años en México, que los temblores, así como venían, se iban, dejando muy pocos daños tras de sí, o incluso ninguno.
Un cuadro colgado en una de las paredes, se movía muchísimo, lo cual nos dio una noción de que ese terremoto era especialmente fuerte. Una vez terminado, probablemente nos fuimos otra vez a la cama.
Ese día yo tenía ensayo con mi grupo, Las Insólitas Imágenes de Aurora, con Alfonso André y Saúl Hernández, probablemente por ahí de las once de la mañana. Mi papá me dio "aventón" hasta el lugar donde ensayábamos, en la Avenida División del Norte, entre Miguel Ángel de Quevedo y Churubusco (nuestro departamento estaba cerca del Estadio Azteca, muy al sur de la ciudad).
La calle era un lío de tráfico y sirenas de ambulancias y no entendíamos qué estaba sucediendo, ya que en nuestro trayecto no se veía nada fuera de lo usual. Mi padre me dejó frente al edificio del departamento donde practicábamos, me despedí, y fui directo al ensayo, dispuesto a encontrarme con mis compañeros. Los esperé... y seguí esperándolos, pero nunca llegaron. No había manera de comunicarnos porque ahí no había teléfono, y sobra decir que en ese entonces no existían los teléfonos celulares.
Eventualmente me fui enterando de lo que había sucedido en otras zonas del DF, ya que en ese sector de la ciudad no se veían daños. La ciudad era un caos.
Durante los días siguientes, ya ubicado en la problemática que de una u otra manera nos estaba afectando a todos los capitalinos, me sumé al espíritu espontáneo de solidaridad y, junto a mi exnovia y con mi coche Brasilia color beige, adornado en la ventana trasera con una improvisada cruz de 'masking tape', empezamos a llevar de un lado a otro víveres y cosas así que en ese momento sentíamos que era la única manera en la que podíamos ayudar. Yo tenía veinticinco años y ella veinte".
Humberto Aguirre García
Ilustrador y monero
"El 19 de septiembre me despertaba el terremoto mucho antes de prepararme para ir a la Prepa. Bajamos mi familia y yo a toda carrera al jardín de la casa casi recién construida por mis padres y la vimos tambalearse por larguísimos segundos. Durante todo el día escuché de muchas tragedias y traté de convencer a mis papás, infructuosamente, de que me dejaran salir a ayudar. Desgraciadamente tenían que pasar aún algunos años para que aprendiera a ser rebelde".

Ricardo House
Cineasta chileno afincado en México
"El 19 de septiembre de 1985, mientras me afeitaba frente al espejo, preparándome para llevar a mi hijo David, de 5 años, a su escuela, todo empezó a moverse lentamente. El movimiento fue lo suficientemente amplio, aunque suave. 'Alguna cagada grande quedó en alguna parte', pensé. Supuse que por Guerrero hacia el mar algo fuerte habría ocurrido. Tomé a mi hija y la llevé a la escuela. Después me fui a mi trabajo en Canal 13. Recién allí pude darme cuenta de que el desastre era desde el Viaducto hacia el centro. Que el vivir en la zona rocosa y volcánica de la ciudad, me había engañado. Además, el tener un torrente sísmico en las venas por ser chileno, me provoca poco sobresalto frente a situaciones telúricas. Volví por David a su escuela, donde tampoco habían percibido la dimensión de la catástrofe. El sur de la ciudad fue muy poco afectada. Mientras el drama campeaba por la Roma y otros barrios y colonias del centro".
Diana Fernández
Publirrelacionista
"Iba en la secundaria y justo en el momento en que tocaron el timbre para ira los salones empezó el temblor. Yo estaba en la explanada de la escuela y solo veía como todo el mundo se mecía de un lado al otro con mucha fuerza. Se oía el crujir de los salones del segundo piso (la escuela, de hecho quedó dañada y durante seis meses tuvimos que tomar clases en unos salones de lámina, instalados en el patio. Fue un momento de mucho desconcierto; se agrietaron y crujieron los edificios de alrededor, pera la verdadera sorpresa fue cuando nos enteramos de lo que paso en las colonias del centro.
Recuerdo ese día como uno de no dar crédito a lo que pasaba. Después del temblor nos dejaron ir a las casas (yo vivía en la delegación Iztapalapa), donde solo veíamos grietas. Al encender la televisión, pude notar la real magnitud del sismo. No hubo agua durante varias semanas en la colonia".
Víctor Hugo Sánchez
Periodista y publirrelacionista
"Era estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, primer semestre. Estudiaba en la tarde y hacía tareas de noche. Acababa de dormir a las 7:00 am y la sacudida de la casa de mis padres me despertó. Gritamos. Todo se cuarteaba y la casa parecía que en cualquier momento se caería.
Nos enteramos, al rato, por la radio en aquella transmisión histórica de Jacobo Zabludovsky, de todo lo que había ocurrido.
A las 4 de la tarde, el maestro de Economía Política nos dijo que hiciéramos grupos de ayuda. Fuimos a la colonia Roma. Cuando vi que sacaban cuerpos despedazados, casi me desmayé. No pude y me regresé a casa, llorando y con una sensación de desasosiego infinita.
Luego busqué ayudar de otras maneras: reuniendo alimentos, preparando comida para los rescatadores".
Daniel García
Publirrelacionista
"Esa mañana estaba preparándome para ir a la escuela secundaria, no me había percatado del movimiento hasta que escuche los gritos de mis padres avisándonos a mi hermana y a mí que saliéramos hacia el patio. Mi mamá y mi hermana no pudieron avanzar más y tuvieron que quedarse agarradas a las escaleras, mientras que mi papá y yo nos agachamos a un costado de una cama. Escuchábamos cómo crujía todo, el piso, las paredes, y los transformadores de la calle explotaban… minutos después vino el pánico ¿cómo y dónde está el resto de la familia? Las calles se agrietaron y había muchas fugas de agua, no había luz, ni teléfono, sólo teníamos un radio de baterías y escuchábamos los primeros reportes de edificios derrumbados en el Centro de la Ciudad… En el transcurso de la mañana la familia fue llegando por instinto a nuestra casa, sin autos, como pudieron, algunos caminaron varios kilómetros de la mano de los niños que apenas iban a entrar a guarderías y escuelas. Cubiertos de polvo, exhaustos y con una expresión de terror en sus caras, pues vieron sus lugares de trabajo derrumbarse frente a sus ojos y gente ensangrentada corriendo por las calles tratando de ayudar. Fue un día muy difícil de digerir e imposible de olvidar".
Grizel Marroquín
Jefa de prensa de editorial Océano
"El 19 de septiembre a la hora del terremoto iba caminando hacia mi escuela secundaria. Cruzaba un parque, lo recuerdo perfectamente. Empezó a temblar y seguí caminando hasta que ya no pude estar de pie, entonces me puse en cuclillas y en el suelo esperé a que pasara el movimiento. Era tan fuerte que los cables de la luz se movían como cuerdas para saltar, los árboles se estiraban de un lado a otro, fue impresionante. Como no me imaginaba lo que había pasado, seguí mi camino a hacia la escuela, cuando llegué varios lloraban y era porque alguien con sus walkman había escuchado los noticieros; sin embargo, todavía no se sabía el terrible grado de catástrofe en que México se encontraría. Ese día es uno de los días que nunca olvidaré y un temblor no volverá a ser lo mismo, después de haber vivido el sismo del 19 de septiembre".
Mónica Ocampo
Periodista
"Tenía siete meses de edad. Como cada mañana, mis padres me fueron a dejar a casa de mis abuelos en la unidad habitacional El Rosario, en la delegación Azcapotzalco. Mientras mi abuela preparaba el desayuno para mis tíos sintió una sacudida muy fuerte. Los vidrios de la cocina comenzaron a rechinar, así que de inmediato apagó la estufa y comenzó a gritar. Por suerte, a mi abuelo se le había hecho tarde para ir al trabajo, así que tuvo más capacidad de reacción para sacarme en brazos de su habitación y auxiliar a mis tíos adolescentes. Según me cuentan, nos quedamos los cuatro en el jardín junto con el resto de los vecinos, algunos en pijama o incluso tapados con una toalla porque el temblor los 'agarró bañándose'. Nadie quería regresar a su casa. No había forma de comunicarse. Ni siquiera teníamos luz. Pasaron varias horas para reencontrarnos con mis padres, quienes se quedaron atorados a la mitad del camino rumbo a su trabajo. La angustia fue total".
Guillermo Montesinos
Fotógrafo
"Yo estaba en el aire, en un vuelo de Western Airlines, de Mexico, DF a Los Angeles, California. El avión despegó a las 7:15, prácticamente evadiendo el sismo".
Gerardo Terán
Diseñador gráfico
"Yo vivía en el Estado de México. Tenía 15 años y cursaba el segundo de Prepa y por allá no se sintió gran cosa. Iba en el transporte escolar que era un camión y pues menos se sintió. Lo que sí recuerdo es que llegando a la escuela ya se sabía (por la radio) que había temblado muy fuerte. Había gente pegada a la radio para escuchar noticias y supimos que había edificios caídos. Nos mandaron a tomar clases normalmente pero todo el día nadie pudo pensar en otra cosa que enterarnos más a detalle de qué había pasado.
Lo que más recuerdo es la gran diferencia que había para transmitir noticias. Apenas un par de estaciones de radio transmitían pues las antenas se habían caído. Por supuesto no había telefonía celular. Y en casa mis hermanos y yo pasamos una tarde muy larga esperando a que mi madre regresara a la casa. Por la tarde ya había brigadas de scouts y otros grupos recolectando ropa, víveres y medicinas para llevar a los centros de acopio".

Cecilia Ochoa
Presidente Fundación Entijuanarte
"Tenía 14 años y cursaba el tercer grado de secundaria, asistía al turno vespertino que iniciaba a la 1:00 pm y salía de clases entre las 9:00 y 9:45 pm, dependiendo del número de materias que tuviésemos programadas para ese día, era jueves y fue un jueves helado pues en esos años aquí en Tijuana el invierno era muy extenso y marcado, llegaba prácticamente en los últimos día de agosto y para esos días ya corrían vientos helados desde las 6:45 pm que se ponía el sol, sin llegar todavía a la época de lluvia, esa llegaba justo por la segunda o tercera semana de noviembre; por lo que ese día era para nosotros los tijuanenses solo un día frío de invierno.
Ese día debí despertarme y levantarme a las 10:00 u 11:00 de la mañana pues desde niña fui noctámbula, y lo sigo siendo, por eso mi madre que lo entendió desde mis muy tempranos años me inscribía en las escuelas públicas siempre en el turno vespertino, cosa que al día de hoy le sigo agradeciendo; soy persona de rutinas, y recuerdo que hice casi cada día de mi paso por la secundaria.
Soy la penúltima hija de 7 hermanos y solo dos de nosotros cursábamos el turno vespertino, mi hermano Julio y una servidora; mi madre trabajaba y mi padre recién había fallecido 11 meses antes a sus 40 años en un accidente en casa; por lo que al levantarme todos los días tenía la casa prácticamente para mí sola; yo no veía televisión en aquella época, solo escuchaba una estación de radio de San Diego California 96.5 FM de programación mega melosa, cien por ciento música romántica de grupos como Chicago, Journey, Rio Speedwagon, Sade, Bonnie Taylor. En esa etapa de mi vida yo solo tenía tres pasiones, escuchar esa estación de radio, leer por las noches, y todos los días patinar al menos cuatro horas diarias antes de bañarme para ir a la escuela, y justo eso fue lo que hice la mitad de ese día.
A eso de las 1:15 pm en que ya me encontraba en mi salón de clases y justo fue ahí donde me enteré que en México DF había ocurrido un temblor, la noticia apenas se estaba regando por la ciudad, y para nosotros que vivimos en zona sísmica realmente la palabra temblor no era algo relevante; acá temblaba todo el tiempo, eso y los vientos de Santa Ana eran como sucesos meteorológicos a los que los californianos nos tenían muy sin cuidado; conforme fue pasando la tarde, seguían llegando noticias a cuentagotas; lo segundo que supimos en nuestro salón era que fue grave, que había sido un terremoto y que muchísima gente había muerto, en esa segunda entrega de información comenzamos las compañeras a dimensionar los hechos, en mi salón no había televisión ni radio, por lo que los maestros se daban vueltas a la dirección y regresaban con noticias nuevas.
Recuerdo perfecto mi tristeza, y tristeza generalizada entre todas mis compañeras pues éramos un salón solo de mujeres; a partir de esa segunda entrega de información que llegaba desde el centro del país, para mi persona fue más y más difícil y triste el irme enterando de los detalles, estaba lidiando con el luto por la muerte de mi padre y el cuestionamiento de ¿cómo una persona puede estar viva un día, y simplemente perderlo para siempre al día siguiente? Así que cuando miles de personas murieron en ese terremoto, yo sabía lo que las familias de cada uno de ellos estaban sintiendo, y lo que sentirían en los siguientes meses.
Soy honesta al confesar que en los siguientes días me desconecté de la noticia por dos razones; la primera fue que yo no podía lidiar con mi adolescencia, mi luto, y con tal tragedia a la vez. Yo era una niña, fui una niña muy inocente y frágil casi hasta los 17 o 18 años, yo lloré la muerte de mi padre casi todas las noches por los siguientes 10 años y recuerdo que bloqueaba cualquier cosa que implicara tristeza o shock; la segunda razón fue que ninguna de mis compañeras o personas allegadas a mi tuvieran familiares cercanos en DF, cosa que no era raro pues territorialmente somos el punto más alejando del DF, y Tijuana esa una ciudad muy joven y muy pequeña, eso aminoró nuestra relación directa con ese desgarrador suceso. En los siguientes días se hizo una brigada de apoyo en mi escuela secundaria en la que todos enviamos víveres y ropa a la ciudad de México y todos lo hicimos con mucho amor y solidaridad".
Rocío Cerón
Poeta
"Aquella mañana estábamos en el taxi, primeros días de escuela secundaria, los nervios de hacer nuevos amigos, la duda de los días por venir. Justo en el alto, a un costado de la iglesia de Patriotismo y Benjamín Franklin, comenzó a moverse la tierra, el coche se agitaba como si fuese gelatina. Un sudor frío me recorrió la espalda. No era un temblor común, parecía que la tierra se abriría y nos tragaría. Nunca imaginamos lo que había sucedido en otros lugares. Al llegar al colegio, más incertidumbre. La ciudad estaba teñida de muerte. Jamás sería la misma. Aquel día comprendí que la vida era un hilo delgadísimo".
Sandra Nárvaez
Jefa de prensa en Artes Escénicas
"Estaba rumbo a la primaria, a unas cuadras del colegio, los coches y cables de alta tensión se movían fuertemente, mi hermana, hermano, madre y yo sin entender que sucedía; bajé del auto para entrar a la escuela, los vi partir cuando la monja preguntó por mi familia, no recuerdo nada hasta que llegó mi mamá y llegamos a casa. Los vecinos se organizaban para ir a ayudar. Conforme fue avanzando el día mi nivel de angustia fue creciendo hasta que llegó el segundo temblor, el miedo y la incertidumbre me abordaron. Los días pasaban, los vecinos ayudaban, mi madre les daba de comer al llegar, silencio y miedo ante el suceso, mis condolencias a los familiares, a los mexicanos mi agradecimiento por su bondad".
Diana Alarcón
Relaciones Públicas FSC México
"Ese día lo recuerdo muy bien, yo tenía 9 años y acababa de meterme a bañar para irme a la escuela porque entraba a las 9 y se me había hecho tarde. Vivíamos en una casa de esas antiguas cerca de Mixcoac y todo crujía, así que al momento del temblor, fue mi mamá a sacarme de la regadera y nos fuimos ella, mi hermano y yo al pasillo (ya ves que dicen que sirven de protección), hasta que terminara el movimiento
No fui a la escuela ese día y me acuerdo que estuve muy mareada. Fue muy devastador. En la tarde llegó a México uno de mis hermanos que vive en Los Angeles, llegó de sorpresa porque se asustaron mucho, antes obviamente no había tanta tecnología para comunicarte tan rápido con la gente como hasta ahora. Estuvo aquí varios días, fue a recorrer el centro porque la mamá de su ex esposa vivía ahí,; su cara al regresar cada día de los lugares “lastimados” era de una tristeza terrible, así como por más pequeño que seas, obviamente te llena de dolor por ver así tu ciudad, tu país y tanta gente que murió
Ese día del temblor obviamente no fui a la escuela, fue un día muy amargo viendo a Jacobo Zabludovsky narrar todo lo sucedido".
Magali Velasco
Escritora
"La otra noche, en casa y con amigos, recordamos el terremoto del DF. Me entero que el papá del actual gobernador de Veracruz murió ahí, en el famoso hotel Regis, y que ese día es su cumpleaños. Me entero que los papás de mi amigo arquitecto estaban también ese día, pero se salvaron, igual que los míos. Yo tenía 10 años y mi hermano 6, pudimos quedar huérfanos. Aquella mañana del 19 de septiembre, mi abuela no nos envió a la escuela, lloraba porque mis padres habían dicho que se hospedarían en el Regis, como creo lo hacían todos los veracruzanos de la época. Pero no, a últimas decidieron quedarse en el Hotel Ensenada, sobre la Álvaro Obregón y de ahí no pudieron salir porque la puerta se trabó y mi mamá me cuenta que simplemente se abrazaron hasta que pasó. No supimos nada de ellos hasta en la tarde cuando al fin pudieron llamar por teléfono. Jamás olvidaré la voz de mi madre diciendo que estaban bien, que ya venían en camino. Jamás olvidaré cuando cruzaron el umbral de nuestra casa, realmente parecían venir de muy lejos y los pude abrazar y aún lo hago con plena conciencia de la suerte y dicha que es esto".
Mariana H
Periodista
"Estaba con mi hermana alistándonos para ir a la escuela, yo tenía 10, ella 6. Cuando sentimos el movimiento escuchamos a papá y mamá salir despavoridos de su cuarto cada quien por una hija (a nuestros respectivos cuartos, no estábamos ahí). Nos encontraron en el baño y cada quién se abrazó de alguien. Luego de laaaaargos minutos nos fuimos a la escuela. Cuando salimos nos enteramos de que la oficina de mi papá en la calle Guanajuato en la colonia Roma se había venido abajo. Que la ciudad era un desastre. La semana completa la pasamos llevando ropa a albergues. Clasificando medicinas en el albergue instalado en la Cineteca Nacional (en ese entonces se donaban medicinas, siempre y cuando no estuvieran caducas, ahora ya no se hace). Y hacíamos tortas en la casa para llevar a los centros de acopio, era algo sencillo, telera con mayonesa, frijoles y jamón. Treinta años después recuerdo a dos adultas asustadas y comprometidas, una tenía diez años, otra seis. A la fecha, las pesadillas siguen".

Jorge Antonio López Rodríguez
Escultor
"El 19 de septiembre del 85, cuando sucedió el terremoto, estaba en mi último año de Prepa, si en ese colegio Marista del que hablamos en la entrevista, el Centro Universitario México, en la colonia del Valle; tomaba clase de temas selectos de química, o físico química con un profesor como del siglo antepasado, el profesor Constantino, que cuando comenzó a moverse la tierra con tanta efusividad y tiempo, al primero que quiso salir corriendo lo detuvo con un grito de alto, dónde va joven y nos dejó dentro del salón, haciendo el chiste mas estúpido que te puedes imaginar, 'no se preocupe, joven, la puerta está abierta, ahora sale el temblor'.
Al terminar a las 8 la clase, se suspendió el resto del día, invitándonos la dirección, regresar a casa, los teléfonos no funcionaban, así que todo era una especulación, dentro del colegio se decía que se habían caído muchos edificios etc. Lo que nos tocó hacer fue seguir la sugerencia y encaminarnos a casa, dos amigos y yo caminamos hacia Gabriel Mancera, donde debía pasar nuestro transporte, fue ahí donde nos empezamos a dar cuenta de la magnitud, las calles estaban desiertas, ni un coche, menos camión o pesero, así que tomamos la ruta a pie; el susto fue cuando nos acercamos a la Roma, donde vimos muchos edificios derrumbados, se ponía peor cada vez que avanzaba a casa. En la colonia Cuauhtémoc, un amigo trató de encender un cigarro y una señora asustadísima corrió gritando que había fugas de gas así que de inmediato lo apagó. Yo vivía en un edificio de 4 o 5 pisos, viejo, así que fue un gran alivio verlo de pie a la distancia y los míos a salvo".
Chava Rock
Periodista
"Era un adolescente. Vivía al Oriente de la ciudad y allí no fue tan fuerte el movimiento. Ese día tenía que ir a Chapultepec, recuerdo que desperté, salí después del mediodía y ya no pude cruzar la ciudad, caminé desde la zona del aeropuerto hacia el centro, conforme avanzaba, veía cada vez más casas y edificios dañados, pero al llegar a la zona del primer cuadro, todo era desolador, gente llorando, ambulancias abriéndose paso a gran velocidad, edificios destruidos. Todo fue gris, nebuloso. En un instante todo cambió, la hermosa ciudad de los palacios tenía un signo: la tristeza. Miles de jóvenes empezaron a ayudar, fue una unión tan espontánea y ejemplar. Se buscaron entre los escombros los cuerpos, algunos con vida, otros no. Desde allí se empezó a reconstruir una ciudad, nació una nueva sociedad civil, se edificó de nuevo la ciudad, con sus ilusiones, sus esperanzas y unas ganas inmensas de que llegara ya un nuevo día".
Edith Ávila
Poeta
"Iba rumbo al colegio en el camión de la escuela, sentimos los jalones pero el chofer no frenó. Al llegar al colegio los alumnos y maestros estaban afuera de los salones, hablaban de que el agua de la alberca se había salido por la fuerza del temblor. No había teléfonos (ni celulares en esa época). Un compañero tenía una radio pequeña porque era muy aficionado al futbol y oía los programas deportivos en clase. La mayor parte del grupo nos sentamos alrededor de él para oír la narración de Jacobo Zabludovsky sobre los edificios caídos, incluido el de Televisa. Nadie podía comunicarse y la directora no sabía si dejarnos ir o retenernos. No hubo clases ni ese ni los siguientes días.
El caos iba pasando conforme nuestros familiares aparecían. Mi mamá pasó por mí, mi hermano menor estaba con ella. No teníamos noticias de mi papá ni de mi hermana que se habían ido a la fábrica ubicada en el Centro Histórico. Regresaron cerca del mediodía a la casa. Vieron edificios cuarteados, caídos, la gente en las calles y el polvo. No pudieron llegar a la fábrica. Al final mi papá regresó al centro a ver qué había pasado con su edificio y sus empleados. Todos estaban bien. Mi hermana y yo nos fuimos en el Ruta 100 a la escuela primaria donde estudiábamos, para ayudar con las monjas a los estaban recogiendo escombros. Hervimos muchos huevos para que hubiera comida y armamos bolsas de lunch que se llevaban algunos papás hacia las zonas más devastadas".
Tanya Huntington
Poeta y artista plástica
El 19 de septiembre -fecha tan aciaga para tantas personas a quienes llegaría a querer con el tiempo, pero cuya existencia ignoraba todavía- fue un día normal de otoño en las afueras de Washington, DC donde yo vivía. Como la tragedia quedaba a grados inverosímiles de separación para una gringa adolescente, no me hizo estragos mayores, más allá de la pena causada por una noticia lejana, destilada por el filtro de una pantalla de televisión. Mientras tanto, el periodista Carlos Monsiváis comenzaba a armar el collage llamado Los días del terremoto, en el que figuran (creo recordar) los escombros de una escuela de monjas a la que algún día, en un contexto inimaginable para mí en aquel entonces, asistiría el mayor de mis futuros hijos. Desde el aquí y ahora, puedo decir que su crónica sobre el temblor es de los textos que más me han hecho sentir la tragedia. Llegaría a ser mía también: pero no ese día, sino años después, a través de la lectura".
Marisa Zannie
Periodista
"Yo vivía en Satélite y afortunadamente dormí durante todo el temblor; desperté e iba a una entrevista, me arreglé y le llamé a mi fotógrafo, que me alcanzara en el Camino Real de Polanco, Ramón [Outón] vivía en Zona Rosa, y me dijo 'Marisa, ¿no sabes que tembló? Se cayó un edificio en la esquina de mi casa' y yo, en la total y absoluta inconsciencia de todo lo que había pasado, le contesté '¿Y? ¡Pues salté por el otro lado!'".

Lorena Elizabeth Hernández
Publirrelacionista
"Recuerdo la llamada del 19 de septiembre de 1985. Era cumpleaños de mi mamá y me alistaba para salir a la escuela. Vivíamos en Tepic de Nervo, de donde somos. De pronto apenas un ligero mareo, un movimiento casi imperceptible, al que no atribuí mayor cosa, era casi una niña. Hablamos del siglo pasado, la comunicación fluía lento. Hasta mediodía en la escuela empezaron a llegar las noticias: algo pasó en México, parece que tembló. Tendrían que pasar un par de días para dimensionar la tragedia, el tamaño del asombro, la congoja y abatimiento nacionales. Empezaron entonces las colectas una y otra vez, la ayuda en comida y cobijas a la distancia y luego los simulacros, repetitivos, que nunca nos salían bien. Éramos incapaces de acatar las órdenes: no corro, no grito, no empujo. Y luego mirar en la televisión los pequeños milagros, las personas halladas aún con vida días, semanas después, los bebés rescatados de los hospitales donde sus madres muertas de alguna forma los habían protegido para sobrevivir. Las historia de los conocidos y vecinos y parientes de alguien muertos en el temblor. Y la palabra sismo alojada por vez primera y trágica en el vocabulario. Hoy, que vivo en la Ciudad de México, el recuerdo del temblor es una herida compartida y una amenaza constante".
Fabián de la Cruz Polanco
Periodista
"Hace 30 años tenía 11 años de edad; esa mañana mi madre y yo nos despedíamos pues ya me iba a la escuela, cuando empezamos a sentir que el piso de movía, adquiriendo poco a poco gran fuerza.
Ella tomó en sus brazos a mi pequeño hermano y salimos a la calle, en la que todo el mundo estaba envuelto en una crisis de miedo terrible.
Yo era un niño en ese entonces y no recuerdo mucho, sólo que a partir de ese momento el ambiente cambió y todo nuestro entorno se respiraba pesado, lúgubre y con un gran olor a muerte".
Eva Grosser
Lingüista
"Vivíamos en los RIS [Residencial Insurgentes Sur]. Eduardo salió antes que yo a su chamba en IPS. Insurgentes estaba cortada al tráfico a la altura del Viaducto. Yo ya estaba saliendo cuando él regresó. Ya sin electricidad, supimos lo que estaba pasando por una radio a pilas. Al rato empezaron a llegar amigos y amigos de amigos y se armó un campamento en casa, con gente aterrorizada o que se le había derrumbado o cuarteado su casa. Alguien pasó por mí y fuimos con un equipo del INAH a registrar daños en edificios del patrimonio, entre el olor a muerto y gente pidiéndonos ayuda, que no estábamos en condiciones de dar".
Eduardo Aragón Valencia
Periodista
"Tenía catorce años y a la hora del sismo dormía en Guadalajara, donde el movimiento fue perceptible también con violentas sacudidas, y recuerdo haber pensado que alguna de mis hermanas me estaba jugando una broma. Pasado el susto inicial y tras verificar que todo estaba bien en casa, comenzó la zozobra porque era imposible comunicarse por teléfono para saber de la numerosa familia y muchos amigos que teníamos en el D.F. Tuvieron que pasar horas, y en algunos casos hasta un par de días, para ubicarlos a todos, afortunadamente con bien. Creo, sin lugar a dudas, que fue la primera vez que participé en un esfuerzo solidario de recolección de alimentos y artículos de primera necesidad en el colegio jesuita en donde estudiaba. Si algo bueno me dejó aquella sacudida, fue la sensación de que México, al menos para mí, dejó de ser una idea abstracta de libro de texto y se convirtió en mi nación".
Carmina Cannavino
Cantante peruana afincada en México
“Estaba durmiendo, esperando que mi esposo regresara de llevar a su hijo al colegio. Pensaba que era un maremoto, porque sólo sentí un movimiento oscilatorio y en Lima siempre nos decían que los temblores eran en realidad trepidatorios. Estaba medio dormida y me dio la impresión de que estaba en Lima. Pensé que se había salido el mar, hasta que me di cuenta de que estaba en la ciudad de México y nunca imaginé el desastre que fue. Mi esposo regresó y me contó que había muchos edificios derrumbados”.





