Una de las preguntas, quizá La pregunta que más importancia adquiere cuando uno no simplemente se deja vivir, sino que desea asumir las riendas es: ¿quién soy?, ¿qué quiero ser? Estas interrogantes son las caras de una misma moneda, pues quien se deja vivir, quien simplemente está respondiendo a lo que viene sin preguntarse si vale o no la pena eso que hace, es una amalgama de lugares comunes, de frases hechas y de aspiraciones estandarizadas. Uno es uno de tantos. Uno más de aquellos que repiten lo que han aprendido. Porque uno tiene desde el paladar hecho a los sabores que le dieron a probar de niño hasta el gusto estético de lo que le enseñaron a apreciar. Uno piensa lo que piensa y cree en lo que cree porque otro u otros así lo fueron conformado. Pero, ¿quién es uno, uno mismo? O mejor aún: ¿uno es alguien?
¿Habrá un yo que responda a esta pregunta?, ¿un alguien que se yerga y se identifique? ¿Alguien que diga yo soy éste?
Vayamos por partes. En algún momento de la infancia el niño es un remedo de sus padres, es uno con alguno de ellos, su identidad está fundida con la del otro. En la siguiente temporada -y en el mejor de los casos- ese niño deviene en un adolescente contestatario, en un puberto que empuña el no como marro, que niega aquello con lo que antes comulgaba y su identidad se desplaza a su grupo etario, adopta el caló de sus pares, la vestimenta, las actitudes y hasta se entrega a las filias y fobias de la generación a la que pertenece y, una vez más, uno es uno: uno más del nuevo montón al que lucha denodadamente por pertenecer. Más tarde viene el joven, quien ya para entonces está tan acostumbrado a formar parte de algún coro que busca ser alguien, pero lo busca en los prototipos que la sociedad ofrece y a eso se lanza con mayor o menor suerte, y llega a ser alguien: uno más en alguno de los peldaños de las escalinatas que conducen a las distintas metas que el mundo ofrece, y los montones de unos varían de tamaño según sea el rating del que gozan las metas: gran montón de los que quieren ser ricos o poderosos y montones pequeños, pero montones al fin, de quienes quieren ser poetas.
¿Quién es de veras distinto si por más raro que uno sea siempre hay innumerables personas como uno? Está también -y es gran montón- el grupo de quienes se consideran únicos. Éstos últimos ¿qué hacen para distinguirse? Entre otras cosas: hablar de los seres humanos adocenados, amillonados, o sea, más o menos como le hago yo...
Pero, ¿de veras solo habrá montones de unos sin que haya uno distinto realmente? ¿Quién me puede decir quién es? la pregunta te la lanzo a ti, lector. No la eludas. No quiero tu nombre, esas coordenadas no funcionan ni para identificarte en el padrón de electores a causa de las homónimas. Tampoco me vayas a contestar con tu CURP sería reducirte a una mera cifra... ¿Quién eres TÚ? No me vayas a decir, por favor, que eres abogado, filósofo, escritor o psicoanalista... Hay tantos... Y tampoco sirve que enumeres tus sueños y me digas: "yo soy el que sueña con X y Y", pues hasta los sueños, sean diurnos o nocturnos, están saturados como el Metro en las horas pico.
¿Quién eres? Tienes la palabra.
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